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Publicado el Hernando Llano Ángel

Chile, la reinvención de la democracia en clave ciudadana, integradora e intercultural

Chile, la reinvención de la democracia en clave ciudadana, integradora e intercultural

Hernando Llano Ángel

Lo que está aconteciendo en Chile trasciende la victoria presidencial de Gabriel Boric Font. Su victoria es apenas la cresta de una nueva ola democrática con un profundo calado de participación ciudadana y la emergencia de numerosas fuerzas políticas y sociales independientes. Fuerzas y organizaciones que pugnan por configurar una democracia más allá de la tradicional y anquilosada representación de los partidos políticos predominantes, que han secuestrado y usufructuado la voluntad ciudadana en beneficio de élites y minorías económicas privilegiadas. La génesis de esta democracia ciudadana y plebeya se encuentra precisamente en el estallido social de 2019 que terminó siendo canalizado en la Convención Constitucional. Convención que es realmente un crisol donde se definirá la profundidad y estabilidad de un nuevo Chile en clave ciudadana, social e intercultural. Gabriel Boric no solo ha sido un protagonista de esta irrupción de la democracia en las calles, como líder universitario desde 2011, sino un hábil interprete de la misma en la arena política de la concertación. Y ello lo expresó claramente en su primer discurso como presidente electo, al saludar con un “Buenas noches, Chile” en tres lenguas diferentes: rapa nui, aymara y mapuche, respectivamente, de acuerdo con los diccionarios de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi)”.  De entrada, afirmó así su compromiso con una democracia intercultural y su plena sintonía con la Convención Constitucional, que presidirá la mapuche Elisa Loncon hasta el próximo 4 de enero de 2022. Por ello, una de sus primeras visitas como presidente electo fue ir hasta la Convención Constituyente y expresar claramente, con una contundencia democrática libre de cualquier sospecha, que: «No queremos una Convención Constituyente partisana, al servicio de nuestro Gobierno» y reconocerla con alegría y orgullo porque es “la primera vez en la historia republicana de Chile que se está escribiendo una Constitución de forma democrática, paritaria, con participación de los pueblos originarios que habitan nuestro territorio, la Convención va más allá de la coyuntura, este es un tema de Estado, de largo plazo, todos tenemos que poner lo mejor de nosotros mismos, independiente de nuestras diferencias políticas para que este proceso tenga éxito, porque si le va bien a la Convención le va bien a Chile”, culminó su breve y sustanciosa declaración. En pocas palabras, Boric está anunciado la transición histórica hacia una nueva democracia, aquella a la que se refirió en su discurso en los siguientes términos: “Seré un presidente que cuide a la democracia y no que la exponga, que escuche más de lo que habla, que busque la unidad y que atienda día a día las necesidades de las personas… que combata firmemente los privilegios de unos pocos y trabaje cada día por la calidad de la familia chilenaNunca más podremos permitir que sean los pobres los que paguen las cuentas de Chile”. Es de resaltar su capacidad para articular, en pocas líneas, un desafío tan complejo: propugnar por la unidad y la integración de Chile como una familia sin hijos privilegiados ni padres autoritarios, que dan órdenes e imponen castigos, en lugar de escuchar más y hablar menos, como se lo propone Boric.  También es de resaltar su profunda convicción republicana, empeñado en forjar una democracia deliberativa, participativa y plebeya, que resume así en su primer discurso como presidente electo: “Estamos aquí para que todos los chilenos y chilenas puedan tener una vida dignaReencontrarnos, sanar heridas, caminar juntos hacia un futuro mejor… Nuestro gobierno va a ser un gobierno con los pies en la calle. Las decisiones no se van a tomar en las cuatro paredes de la Moneda sino en conjunto con la gente… con justicia, verdad y respeto”.  Y en cuanto a su talante como líder democrático, sobresale su principio de realismo político y pragmatismo, al afirmar que gobernará teniendo en cuenta “un Congreso equilibrado, una invitación y una obligación a dialogar” porque “confío en la responsabilidad de todas las fuerzas políticas de mantener las diferencias en el marco de las ideas, poner siempre por delante el bien común y rechazar de manera clara y sin ambigüedades la violencia en política y en nuestra sociedad… Un presidente abierto a escuchar e incorporar distintas visiones, siendo también receptivo a las críticas constructivas que nos ayuden a mejorar”. Consideraciones que ojalá tuvieran la capacidad de escuchar, comprender y practicar todos los aspirantes a la Presidencia y el Congreso de Colombia en el 2022, donde lamentablemente sus principales líderes, a derecha e izquierda, son propensos al estímulo de la controversia violenta y en algunos casos hasta invocan la eliminación física de aquellos que consideran enemigos de la democracia y los estigmatizan como «terroristas vestidos de civil»,  simplemente porque estos aspiran a gobernar una sociedad más justa, igualitaria y fraterna. Y para lograr dicha meta se precisa promover un modelo de desarrollo económico y social diferente al actual, donde no sea el becerro de oro quien dicté las políticas públicas, sino las necesidades y prioridades de las mayorías, como bien lo expresó Boric y es preciso repetirlo: “Somos una generación que emerge a la vida pública demandando que los derechos sean derechos y no bienes de consumo. No negocio. Y vamos a seguir defendiendo esos principios”. Lo que significa promover una economía social de mercado, que es totalmente diferente al supuesto proyecto comunista que le endilga la extrema derecha en forma irresponsable y cínica, pretendiendo así impedirle gobernar y sabotear sus iniciativas reformistas socialdemócratas, que no izquierdistas y mucho menos revolucionarias. Simplemente democráticas, pero en clave social –si se quiere plebeya y no señorial como ha sido hasta el presente– intercultural y ecológica, para que el desarrollo económico promueva igualdad de oportunidades con justicia social y no exclusión, que es la savia de la lucha de clases que atiza la derecha al profundizar la inequidad y las brechas sociales que se expresan en estallidos sociales como los de Chile en 2019 y este año en nuestro país. Por eso, el mejor consejo que deberían tener presentes todos los auténticos líderes y ciudadanos democratizadores para el 2022 y las siguientes décadas, es esta brillante admonición de la politóloga Terry Lynn Karl: “los democratizadores deben aprender a dividir tanto como unificar, y no solo a dar esperanzas sino a desalentar expectativas”. A dividir a todos aquellos empeñados en sabotear las reformas socialdemócratas, a unificar a las mayorías populares y progresistas y a desalentar a quienes tengan expectativas maximalistas de tipo autoritario y cortoplacista, que pueden catalizar una reacción violenta de la extrema derecha y conducir al fracaso la reinvención de la democracia en clave ciudadana, social, integradora, intercultural, telúrica y ecologica en que está empeñada la Convención Constituyente chilena y el presidente electo, Gabriel Boric Font, según su primer discurso

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