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Publicado el donhumor

Nada como una ley para hacer grata la próxima hambruna de los sanandresanos

Ilustración de Margarita Molano

Después de una agitada sesión, en la que abundaron los debates sobre las capacidades del aparato digestivo nacional, la Cámara de Representantes de Colombia aprobó por fin un proyecto que hacía falta en el menú de los colombianos: el de la ley contra el hambre.

Según manifestaron los parlamentarios del Polo Democrático, padres y madres del proyecto, la norma “garantizará el derecho a la alimentación y a no padecer hambre a todos los ciudadanos en situación de vulnerabilidad y fragilidad social”.

“Es un mandato elaborado con tanta sabiduría, y tan a gusto de los buches vacíos, que de seguro su contenido dejará satisfecha a la barriga más necesitada, y después del cual ni África volverá a hablar de hambres, y mucho menos de hambrunas”, ha dicho por su parte y con orgullo Augusto Posada, presidente de la corporación legislativa, y hoy, por qué no, corporación nutritiva.

Contra el optimismo alimenticio de Posada reaccionaron las fuerzas vivas de la Nación, en particular aquellas que se han acostumbrado tanto al hambre que hasta sin estómago se quedaron, y expresaron serias dudas acerca de la aplicación de una norma como ésta, cuyo propósito único, qué duda cabe, es mantener despierto el apetito de las personas con hambre.

La mejor alimentada de esas fuerzas ha dicho, en efecto, que “en Colombia, hecha la ley hecha la trampa, y no veo por qué una ley contra el hambre deba ser la excepción a esta norma”.

Y otra de esas fuerzas vivas agregó que “conocemos poblaciones enteras, en el Chocó, por ejemplo, que han vivido tanto del hambre y tan contentas de ella, que el padecerla lo aceptan ya como uno de sus derechos fundamentales, y cualquier ley a favor de la glotonería, como con seguridad considerarán a ésta, la tendrán sin apelación como una violación de ese derecho”.

La Cámara de Representantes “muy pronto se cansó del pesimismo criollo, y resolvió entonces enfrentar ella misma ese cansancio suyo, y por eso la mesa directiva ordenó un viaje a la paradisíaca isla de San Andrés de su equipo completo de lagartos, incluidos en éste, claro está, los 166 honorables miembros que por elección la conforman”, informó Augusto Posada.

Y agregó: “si bien viajamos nosotros con disfraz de turistas para evitar ser reconocidos como parlamentarios o como políticos, no lo hicimos para ejercer soberanía muestra sobre la Isla, como habíamos anunciado, sino para prometer a los isleños que un futuro mejor para ellos y sus hijos no residirá en la industria pesquera, sino en nuestra famosa ley contra el hambre”.

“Y por qué ir con esas promesas a los isleños”, se pregunta la opinión pública nacional.

Porque los representantes a la Cámara habían oído que, como consecuencia del algún fallo de alguna Corte Internacional, las langostas y los peces colombianos son ahora nicaragüenses, y que este cambio de nacionalidad los había hecho inmunes a los métodos de pesca de los sanandresanos.

Y también porque, según la información anterior y el olfato político de los representantes, capaz éste de detectar el hambre a una distancia en tiempo futuro de 20 años, poco falta para que las hambrunas del Chocó sean trasladadas a San Andrés y Providencia por el gobierno de Santos.

No ha sido posible medir cuánta soberanía le aportó a Colombia la visita de la Cámara de Representantes, y no se sabe si los sanandresanos aprovecharán la ley en su lucha contra el hambre que se les aproxima, o si ya están elaborando para ella la trampa perfecta.

Solo se conoce que a raíz de la visita parlamentaria nació un movimiento ciudadano en la Isla, que ha cobrado fuerza extraordinaria gracias a la consigna “Preferimos una mala tumba bajo Ortega a una placentera hambruna bajo Santos”.

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