Siguiendo la lógica de que si los asesinos usan motos hay que prohibir las motos, o que si hay pobres la solución para acabar con la pobreza es “acabar” con los pobres, los hechos recientes en la realidad colombiana constatan que ese razonamiento sigue vivo y activo en varios frentes. Aquí trataré tres, no por su importancia sino por su notoriedad.
La muerte de alias Alfonso Cano ha sido motivo de orgullo para la administración de Santos, pues ahora tiene para mostrarle a quienes dicen que su gobierno es un gobierno de anuncios y que la ofensiva contra la guerrilla se ha debilitado, dos golpes contundentes en menos de dos años: la baja del ‘Mono Jojoy’ y ‘Alfonso Cano’, dos y uno de las Farc respectivamente; dos golpes que dan al corazón de la estructura guerrillera con más vehemencia que cualquiera de los golpes que dio la administración de Uribe, incluyendo el de ‘Raúl Reyes’. A propósito de Uribe, Santos le hizo carambola a la guerrilla y a él con la muerte de Cano: a las Farc las dejó sin cabeza y a Uribe sin piso político. Sin embargo, este logro del gobierno es excelente en términos de guerra, pero nocivo hablando de paz. Cierra las puertas al diálogo y humilla a unas guerrillas altivas que por orgullo (o por negocio) seguirán resistiendo en el difícil campo de batalla colombiano, donde tanto ellos como el Ejército se desgastan en este conflicto cruel que en sí mismo tiene las causas de su inmortalidad: la pobreza de casi la mitad de los colombianos, la desigualdad que nos deja en el vergonzoso puesto de terceros después de Angola y Haití… A menos de que la súperreforma burocrática que hizo la semana pasada el gobierno funcione y se traduzca en bienestar efectivo de todos los colombianos, la solución para el conflicto seguirá siendo matar guerrilleros (que por guerrilleros no dejan de ser colombianos) en vez de “matar” los motivos que los llevan a las armas (no a los líderes sino a los campesinos y jóvenes sin educación que entran a las filas de la guerrilla).
Enlazado a lo anterior viene el lucrativo negocio del narcotráfico, el cual el gobierno dice estar disminuyendo a niveles sin precedentes. Quizás sea cierto que se ha avanzado, pero nada en lo fundamental: se sigue patrocinando la idea de que el drogadicto (otra víctima de este catalizador de nuestra guerra) es un criminal, y no se rompe ese tabú de la regularización (tal es el tabú que tenemos que hablar de regularización en vez de ser francos: legalización) como opción seria en el debate para darle al Estado, que somos todos, parte en ese negocio, y a los adictos (que necesitan ayuda médica) asistencia y apoyo. No obstante, seguimos condenando al satanizado marihuanero, como si fuera más nocivo para la sociedad que los corruptos de la DNE que no se hacen daño ellos con sus decisiones, sino a todos con su incompetencia.
Y por último, el más absurdo ejemplar de esta lógica nefasta es contra los estudiantes, de parte de la facción más retardataria y ultramontana de la godarria colombiana desde la trinchera de Francisco Santos, ese hombre que nadie toma en serio pero que por no ser tomado en serio tampoco puede salir a promover represión de talante dictatorial ante un derecho constitucional como protestar pacíficamente. Cerrando nuestra absurda lógica para resolver nuestros problemas: la solución no es enfrentar nuestro retraso educativo y ofrecer universidades competentes para que los estudiantes vuelvan a clase y se preparen para el progreso y así acabar con las protestas. No. La solución está en electrocutarlos, arrestarlos, callarlos y desvirtuarlos porque invaden una vía pública.
@VicentePerezG