Se ha convertido en un lugar común renunciar a la izquierda y a la derecha como posiciones políticas, buscando un centro inexistente que es como un balcón de fantasía para ver con objetividad la riña política.
Sin embargo, la polarización subsiste: en entrevista a El País de España, Iván Cepeda habla de la derecha maquiavélica que se opone a la paz, encabezada por Uribe, a quien además dice que espera que se condene por delitos de lesa humanidad. De otro lado, los defensores del alcalde de Bogotá hablan de un plan del procurador para acabar con la izquierda. Y continuamos así, etiquetando no sabemos qué con esos motes de izquierda y derecha, que pueden servir para tanto como para nada, que son como esas palabrotas que de tanto pronunciarlas pierden su significado y pasan a ser un insulto banal.
Se diría que la izquierda es aquello que es progresista. ¿Pero no todos son progresistas, o algún Gerlein se llamaría a sí mismo retardatario? No solo eso: ¿era progresista Stalin, o lo es Castro (da igual, Fidel o el otro)? Quizás la diferencia entre izquierda y derecha vendría siendo cuánta libertad permitan a los individuos, pero curiosamente lo que tradicionalmente se conoce como izquierda política ve con desconfianza el libre comercio, y la derecha es neoliberal.
Hay otra alternativa que me parece más sencilla: la derecha es el poder y la izquierda es la oposición. ¿Así ha sido básicamente la historia de Colombia, no? Entonces las ideas del gobernante le dan contenido a la derecha y las críticas al poder son la izquierda. Pero esto plantea dos problemas más: diríamos que Maduro es de derecha y que Bush es de izquierda, lo cual recuerda el mal chiste del loco que pregunta dónde queda la acera de enfrente, y cuando se la señalan dice que lo mismo le dijeron allá.
Tal parece que las definiciones del espectro político son como los fantasmas: nadie sabe cómo son pero cuando aparecen, los reconocen. Se sabe que la ley Veil que se acaba de aprobar en Francia es de izquierda (además de respetuosa de las mujeres) y la reforma al aborto que se propone en España es de derecha. Claro que no es cuestión matemática, ni la derecha pura existe ni la izquierda pura tampoco. Hitler promulgó leyes que defendían los derechos de los animales y a Lenin su progresismo bolchevique no le llegaba hasta defender la libertad sexual de las mujeres. Se puede ser de izquierda en unos asuntos y de derecha en otros, pero no existe una línea intermedia entre el ser y el no ser, sin ponernos tan metafísicos.
Luego el centro no existe en temas importantes en los que se requiere un sí o un no, nunca un sí pero no, dependiendo de lo que convenga. Parece más un comodín que una propuesta responsable. Sin embargo los fantasmas de la izquierda y de la derecha al final no sólo sí existen sino que también asustan, y pocos se atreven a decir que son de izquierda para evitar ser tachados de guerrilleros o terroristas, ni los otros se llaman de derecha porque el estigma con el paramilitarismo es automático.
Es cierto que la clasificación del espectro ha ocupado a estudiosos durante mucho tiempo sin lograr consenso, e incluso la división entre izquierda y derecha resulte insuficiente, pero si con las palabras nos quedamos, hay que darles contenido y perderle el miedo a tomar posición para evitar la descalificación ridícula bastando usar un nombre-insulto que no dice más.
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