Por. DANIEL YEPES NARANJO (@yepesnaranjo)
Siempre había pensado que votar era un ejercicio fácil. Había contado, desde que ejerzo mi derecho al voto, con candidatos que me representaban y con los que compartía principios e ideas. Fajardo, Alonso, Mockus, Peñalosa, defensores de la educación, la transparencia en el uso de los recursos públicos, los proyectos urbanos integrales, la prevención de la violencia y la cultura ciudadana habían sido mis referentes para acudir a las urnas tranquilo y convencido de que la papeleta la iba a marcar de forma correcta.
Lo hice el 25 de mayo pasado. Sabiendo de antemano que a Peñalosa le iba a ir mal, muy mal, voté por él porque estaba, y estoy, convencido de su programa.
Ahora, no tengo un candidato con el que me identifique. He aquí mi dificultad. Es claro que no confío en el uribismo, cuyo aspecto más peligroso no es necesariamente el hecho de ser un movimiento legal o ilegal, lo más peligroso, sin lugar a dudas, es que dentro o fuera de la ley, es una conciencia violenta.
Tampoco confío en Santos, fundador del Partido de la U en honor a Uribe y ministro de defensa del anterior gobierno, uribista hasta los tuétanos hasta hace tan solo unos cuando meses.
¿En quién confío? En los votantes. Los conozco de lado y lado. En mi círculo más cercano hay personas que van a votar por Santos o por Zuluaga. Personas, todas, correctas que, desde mi punto de vista, se equivocan en un asunto: los que van a votar por Zuluaga porque creen que la conciencia violenta de su líder terminará trayendo la paz y la seguridad que ellos anhelan; no se puede vivir seguro en un país con miedo. Por su parte, los que van a votar por Santos se equivocan cuando creen que él encarna la garantía de la paz. Entre creencia y creencia los votantes elaboran sus falsas certezas, creo, sin malas intenciones.
Entre una falsa certeza y otra, me inclino por la segunda. Voy a apoyar a los votantes que creen en la paz que encarna Santos, porque, y aquí va mi falsa certeza, creo que muchos de ellos representan la implantación de una conciencia pacífica; promueven la resolución pacífica del conflicto y el diálogo para zanjar diferencias, algo que en Colombia se volvió revolucionario.
Aunque les suene extraño, voy a votar por los votantes de la paz. Los voy a apoyar, no los voy a dejar solos, voy a permitirme creer por un momento que el fin del conflicto es posible.
Esta y otras columnas podrá leerlas en www.bajolamanga.co (@bajo_lamanga)