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Una desatención peligrosa

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Antioquia sigue siendo un territorio especialmente afectado por problemáticas propias del conflicto armado, pero igualmente por prácticas asociadas al crimen organizado que en muchos escenarios incluso se confunden con las primeras. Ese es el principal reto en materia de gestión de asuntos de seguridad en el departamento, toda vez que priorizar las problemáticas a intervenir cuando los recursos no son suficientes, requiere desatender algunas otras que se pueden tornar de alto impacto. El homicidio, la extorsión, el tráfico de estupefacientes en pequeñas cantidades o la minería ilegal, son sin duda problemáticas que requieren de una atención inmediata del Estado, pero no por ello es posible desatender otras que alcanzan preocupantes dimensiones de impacto transnacional.

En los últimos años, se ha hecho evidente el crecimiento exponencial del tráfico de migrantes en Colombia, pero con especial impacto en el departamento de Antioquia, territorio donde las redes de traficantes encontraron el canal perfecto para conectar el interés de los migrantes irregulares por salir de sus territorios de origen y su sueño americano de tener una vida nueva en Estados Unidos. Nacionales de Cuba, Pakistán, Bangladés, Somalia, Costa de Marfil, entre otros, hacen tránsito por el territorio colombiano desde la frontera del sur con Ecuador o del oriente con Venezuela, para ser transportados por coyotes hasta el golfo de Urabá donde son llevados a costas centroamericanas para seguir con su viaje hasta la frontera entre México y EEUU.

La narración resumida de la dinámica, que se ha tornado cotidiana en Urabá, quizás no resulta lo suficientemente ilustrativa en relación con la gravedad del fenómeno. El tráfico de migrantes es un delito considerado desde los instrumentos internacionales de Naciones Unidas, como una práctica delictiva de igual gravedad a la trata de personas, fenómeno con el que comparte la característica de cosificar a seres humanos para la obtención de un beneficio económico o de cualquier otro orden. Como práctica de tráfico humano, es una de las actividades de mayor depuración criminal por parte de redes de crimen organizado en el mundo, y empieza a tornarse en una de las actividades más rentables de tráfico en el planeta de acuerdo con los reportes de organismos internacionales, en razón de los altos montos de dinero que deben pagar los migrantes para traspasar irregularmente varias fronteras nacionales. Pero también es una práctica que genera graves repercusiones en las víctimas que se someten a condiciones degradantes de vida por periodos de viaje que duran regularmente varios años, y durante los cuales son víctimas de otros delitos.

La localización geoestratégica de Urabá es una fortaleza para el desarrollo del departamento, pero también lo ha convertido en un territorio propicio para la ocurrencia de actividades asociadas al crimen organizado. Las dimensiones que alcanza la problemática es un llamado de atención a las administraciones departamental y nacional para voltear la mirada y su capacidad de intervención hacia el tráfico de migrantes que, como práctica de tráfico humano, da lugar al doble reproche de generar altos flujos de ganancias económicas a través de la comisión de delitos, pero que la actividad del tráfico sea justamente mediando la utilización de seres humanos. Cada día que pasa sin intervenir, es una nueva oportunidad de consolidación para el crimen organizado.

 

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