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Una cuestión de principios

Por: Alexánder Bolívar (@alexbolivarf)

Una vez más, estoy escribiendo sobre la tauromaquia; ese acto salvaje y violento que unos llaman “arte y cultura”, que para mí sigue siendo una simple tradición sangrienta que en la sociedad actual, donde se lucha cada día por la protección y la conservación de los animals, no tiene cabida; y seguiré escribiendo sobre esto hasta que legalmente deje de existir, porque ya la sociedad lo ha rechazado desde hace algunas décadas.

La Corte Constitucional fallará muy pronto, puede que sea hoy, sobre una tutela impuesta por Felipe Negret, gerente de la Corporación Taurina de Bogotá, sobre si las corridas deben volver a la capital de la república. Si es favorable, el alcalde deberá abrir una licitación y arrendar la plaza. Lo que están argumentando los taurinos es que se han violado derechos fundamentales de una minoría, de hecho, unos novilleros están en huelga de hambre desde hace ya varios días pues, según ellos, su derecho al trabajo está siendo violado por el alcalde al no prestarles la plaza para su matanza.

El periódico El Espectador, en su editorial del día 19 de agosto, defendió a los novilleros al igual que a los taurinos en su lucha pues la libertad de los individuos debe primar sobre las creencias filosóficas de una mayoría. También agregó que la idea del alcalde de someter esto a una consulta popular es un “absurdo democrático”.

No es una cuestión de minorías,ni de empleo, es una cuestión de principios y de sentido común con el medio ambiente y la protección de los animales. No puede ser que un acto tan violento y sangriento en una sociedad tan supuestamente avanzada como la nuestra, se defienda, por ejemplo, porque lleva años realizándose. Es absurdo pensar que algo por el simple hecho de ser tradicional, sin tener en cuenta que es sangriento y dañino para la sociedad misma, se mantenga en el tiempo. También, si vamos a hablar de empleo, hay muchas otras cosas a las que el ser humano se puede dedicar, que no sea este vil acto, al tiempo que le puede aportar a la sociedad, por ejemplo como se hizo con los cocheros, o como se hizo con los circos de animales a quienes se les dio dos años para cerrar por completo con el fin de que las personas que trabajan con esto puedan conseguir otro empleo. Y, finalmente, esto no se trata de una simple minoría queriendo disfrutar de un «espectáculo» (bueno, sí, de sangre), se trata de una minoría poderosa política y económicamente a quienes muchas veces poco les importa los derechos de otras minorías y quienes por el hecho de tener el poder que tienen, se les tiene que respetar su derecho a saciar su deseo de sangre.

En un país de incoherencias como lo es Colombia, yo me pregunto: ¿por qué se defiende la tauromaquia y no se prohíbe como se hizo con los circos de animales o con los carros de tracción animal? ¿Acaso lo de los circos no era también algo de una minoría y estaban involucrados empleos? ¿A los vehículos de tracción no se les encontró una solución laboral?

Lamentablemente esto, hasta que no sea prohibido por la constitución, no se puede acabar, y así la corte constitucional falle a favor de las corridas, seguiremos en la lucha. Seguiremos apoyando a personas como Gustavo Petro, quienes hacen todo lo legalmente posible para que este horror no se lleve a cabo y espero que como casi todos los colombianos algún día se pueda vivir en una sociedad en paz y sin violencia, reflejada en este acto tan vil y cruel.

PD: aquí la historia de esta semana del libro «Los hijos de los días» de Eduardo Galeano.

Agosto 18

La red de redes

En estos días de 1969, un grupo de científicos puso en marcha un nuevo proyecto de las fuerzas armadas de los Estados Unidos: se iba a crear una red de redes para conectar y coordinar las operaciones militares en una escala jamás vista.

En la guerra por la conquista de la tierra y del cielo, esta invención, que todavía no se llamaba Internet, resultó ser una victoria de los Estados Unidos contra la potencia rival, que todavía se llamaba Unión Soviética.

Paradójicamente, con el paso de los años, este instrumento de guerra también ha servido y sirve para multiplicar las voces de la paz, que antes sonaban en campana de palo.

 

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