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Un problema, Medellín

Por: Andrés Felipe Tobón (@tobonvillada)

El asunto de la seguridad en Medellín no está bien. Si vamos a tomar en cuenta el índice de homicidios, tal afirmación se rebate con absoluta facilidad. Sin embargo, la tarea se hace más difícil cuando los índices que se miran giran en torno a fenómenos como los desaparecidos, la extorsión, el atraco callejero y demás dinámicas que afectan, de manera directa, la realidad de cada uno de los ciudadanos que nos movemos por las calles de esta ciudad.

Pero créanme, no escribo esto para hablar mal de la Alcaldía. De seguro la administración local está haciendo todo lo que considera necesario en materia de seguridad. La discusión no está centrada alrededor de si tienen buenas o malas intenciones; es más, ni siquiera gira alrededor de que tengan una despreocupación total en torno al tema de la inseguridad en las calles de nuestra ciudad y en nuestras ruralidades. La discusión gira en torno a la falta de voluntad que se evidencia en el reconocimiento de que la seguridad es un asunto que no va tan bien como insisten en creer.

A lo mejor puede ser una cuestión de enfoque. En efecto, hay quienes creen que el índice de homicidios es el indicador más claro y útil para hablar de temas de seguridad en las ciudades. Así, si contamos menos muertos en un mes con respecto al mes pasado, diremos como conclusión que la seguridad ha mejorado considerablemente. Podemos afirmar, incluso, que es una gran victoria de la administración municipal. Dentro de esta misma dinámica, hay algunos más radicales que creen que aun sin ser una victoria de la administración, una reducción en el índice de homicidios  sustentada en pactos criminales sigue siendo una buena noticia.

Yo estoy parado desde otro enfoque. En efecto creo que el hecho de que el número de homicidios baje es una gran noticia. Sin embargo, al comprender que tal reducción se debe más a la reestructuración y modernización interna de las bandas criminales, que al papel de las autoridades guiado por la administración, la buena noticia se torna en preocupación. Los criminales han comprendido que el homicidio es uno de los fenómenos delictivos con mayor costo en materia de operación y, por tanto, se ha convertido en una herramienta que recorre el camino del desuso. Así, el que los homicidios bajen puede ser una muestra de que las bandas criminales que operan en nuestra ciudad, en particular la estructura referida a los combos, se han sumergido en un proceso de modernización que les permite mayor movilidad y accionar, y menos persecución e impacto.

La extorsión, como fenómeno delictivo, es una muestra clara de este proceso de modernización. Las bandas criminales someten a la población a un procedimiento que les reporta tanto ganancias como poder: la población paga las cuotas y compra las boletas obligatorias en función de una relación que le entrega poder territorial a los criminales, quienes no corren mayores riesgos.

El miedo es la herramienta del mercado criminal. Los ciudadanos de nuestra ciudad conviven con los criminales bajo circunstancias guiadas por un miedo que aprovechan progresivamente. La amenaza de una muerte violenta está al final del camino, pero la constante explotación del poder y la latente amenaza, permite que el uso del miedo sea más productivo. Se llena el gotero del miedo, y se aprovecha cada gota en extorsión, atracos, desaparecimiento, y solo cuando el gotero se acaba, el homicidio ocupa -de nuevo- un papel en la agenda.

Pero como dije, a lo mejor sea un asunto de enfoque. De pronto la Alcaldía tiene un gusto especial por el impresionismo francés. Yo, en materia de administración de lo público, prefiero el realismo a la colombiana.

 

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