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Soy una mamerta

Por: Manuela Restrepo Sylva (@manurs13)

Esta columna es una declaración pública de hastío ante el término descalificativo de moda: mamerto.

No puedo decir con exactitud quién volvió a ponerlo en nuestras conversaciones, pero este versátil adjetivo ha servido, sin ser aún reconocido por la Real Academia de la Lengua Española, para descalificar cualquier tipo de actitud o comportamiento diferente al socialmente aceptado. Ha ido transformando su significado; de  ingenuo y bobalicón, pasó en la jerga de la izquierda colombiana a ser usado para referirse a la falta de carácter de los miembros del Partido Comunista. Luego se comienza a cargar de un tinte revolucionario y con tendencia a la izquierda. Posteriormente se le llama mamerto a la persona de un status social alto pero con simpatía hacia esta corriente política y económica, para llegar a hoy, donde mamerto es cualquiera al que le queramos decir pendejo pero en realidad no tenemos cómo debatirle sus ideas.

El mamerto se muestra en las redes sociales como la caricatura del izquierdista de los años 70, siempre en contra de lo establecido y de lo políticamente correcto. Sin embargo, basta con mencionar las palabras oportunidades, equidad, igualdad, justicia, paz o inclusión para efectivamente ser atacado de mamerto por una manada iracunda de pequeños prohombres de la patria que no entienden muy bien qué es capitalismo ni socialismo,  ni cómo funciona un estado moderno, ni cuál es su papel en la democracia, ni los efectos económicos de una guerra, ni mucho menos qué es y a qué tiene derecho una víctima, pero que consideran que si no es con guerra, esta guerra no se acaba, que estábamos mucho mejor cuando no teníamos relaciones con Venezuela ni Ecuador porque nosotros no los necesitamos, y que si la Policía no hace su trabajo y coge a los ladrones, el legitimado para acabar con esos pillos es el ciudadano.

Mamerto es igual entonces a ser guerrillero, a apoyar al pueblo palestino, a leer prensa y ver cine independiente, a que te guste leer, a que no te guste el fútbol, a pensar que la educación es lo más importante, a ser un indignado, a que no te gusten los toros,  a defender la diversidad sexual, a estar en contra de las organizaciones monetarias internacionales, a secuestrar, a tumbar torres de energía, a no ser católico, a decir no estoy de acuerdo. Todo en un mismo paquete, todos son iguales, todos son mamertos.  Y lo son también, porque es la salida más fácil a cualquier discusión, sin necesidad de argumentos válidos ni de debate de ideas, con llamar al otro mamerto se espera dejarlo por el piso y ser superior a él intelectual y políticamente hablando.

Así que, si estar abiertamente de acuerdo con el matrimonio y la adopción homosexual, si pensar que el conflicto se termina negociando, si estar de acuerdo con un intercambio humanitario, si creer que el mercado nacional se debe proteger, si pensar que Pablo Escobar le hizo un gran daño a nuestra sociedad, si no ser uribista, si creer en la igualdad de oportunidades, si pensar que las actuaciones del Metro son inconstitucionales, si defender la Constitución del 91 y si creer en la vida y en la  libertad por encima de cualquier derecho me hace una mamerta, pues lo declaro y lo acepto públicamente: ¡soy una MAMERTA!

 

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