Por: JUAN FELIPE SUESCÚN (@jfsuescun)
Mis primeros acercamientos a la etnografía como método de investigación se remontan a mis clases se Antropología en la Universidad de Antioquia. Después me volví a encontrar con ella en otros escenarios, y consciente o inconscientemente me ha acompañado a lo largo de varios años, tanto en el mundo académico como en el laboral.
La etnografía consiste en un método de investigación, empleado principalmente por antropólogos, sociólogos, entre personas de otras ciencias sociales que recientemente se han valido de ésta, para observar las prácticas culturales de un grupo social, durante un periodo determinado, utilizando herramientas como las entrevistas, la conversación espontanea, la observación participante, entre otras.
Desde el punto de vista estético toda disciplina que busque investigar la relación entre los sujetos y los objetos o entre éstos; como por ejemplo la relación de un individuo con otro, y con los otros, de una persona con una silla, de un cliente con un banco, de un habitante con un vivienda, de un comensal con sus alimentos, de un ciudadano con el Estado, de un empleado con su jefe, de un lector con un libro, o incluso de un animal con su entorno, implica un análisis holístico en el que intervengan todos los sentidos del investigador: el olfato para percibir lo olores, la vista para observar las formas, los colores, las dimensiones, etc., el oído para escuchar los sonidos, el tacto para palpar las texturas, y el gusto para percibir los sabores.
Es decir, todos y cada uno de estos elementos intervienen, consciente o inconscientemente en los intercambios que realizamos los individuos en nuestra vida cotidiana, y es por esto que es labor del investigador experimentar de una u otra forma esas situaciones para recolectar de primera mano todo la información posible en relación con el objeto y/o sujeto que se quiere investigar.
La etnografía entonces tiene una estrecha relación con la capacidad de asombro, es decir, con la disposición de las personas para tener alerta todos los sentidos y dejarse sorprender por los elementos que componen el entorno, y especialmente por el “otro”.
En este mismo sentido, en una reciente entrevista de Bajo la manga a José Guarnizo a raíz del lanzamiento de su libro “Extraditados por error”, el escritor tolimense asegura que “el periodismo se aprende en la calle, gastando suela, y tratando de encontrar lo misterioso en lo cotidiano”, y más adelante “así como Faulkner decía que un paisaje se conquista con la suela de los zapatos, así mismo creo que las historias se conquistan gastando suela. Esa es una premisa que suele repetir Salcedo Ramos en la que yo sigo creyendo”. (Ver entrevista)
Como bien lo explica Guarnizo, el periodismo, al igual que la investigación científica, la crónica, entre otras disciplinas, se aprende y se hace en la calle, en “lo misterioso en lo cotidiano”, en los detalles más imperceptibles, en lo que subyace, en aquello que es tan cotidiano que se convierte en paisaje para sus practicantes, pero que solo una mirada atenta y curiosa puede identificar, como ese universitario que describe Jorge Luis Borges en “El Etnógrafo” que para estudiar las lenguas indígenas, se va a observar los ritos y a descubrir “el secreto que los brujos revelan al iniciado”.
Esta es una de las tantas definiciones de eso que conocemos como etnografía, pero que sin definirlo de esa forma, hace parte del proceso de trabajo de muchas disciplinas y ocupaciones, desde el político que sale a la calle a hablar con la gente, pasando por el taxista que conversa todo el día con personas diferentes, siguiendo con el investigador, con el escritor, con el cronista, etc. con infinidad de profesiones que a diario se relacionan con las personas y sus problemas, sus sueños, su pasado, su familia, su día a día.
La etnografía entonces se convierte, como lo decía un amigo, en una forma de reconocer al otro, a ese otro diferente que nos cuesta tanto mirar a veces, y que no basta con nombrarle como “otro”, porque solo recorriendo los caminos con todos los sentidos despiertos podemos llegar a él, así como el etnógrafo de Borges no transmitió “el secreto que los brujos revelan al iniciado”, porque “el secreto, por lo demás, no vale lo que valen los caminos que me condujeron a él. Esos caminos hay que andarlos”, y una de las herramientas para recorrer ese camino es la etnografía.