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Será más valiente el que ceda, que el que sea Alcalde de Medellín

Hoy en Medellín, políticamente hablando, todos tenemos los ojos puestos en el ego. Esa-tan natural- característica de los seres humanos que nos empuja o limita a hacer muchas cosas que realmente queremos, o que necesitamos, es la protagonista en cada una de las conversaciones o columnas sobre elecciones.

No hay duda, todos los seres humanos convivimos con el ego. Uno  se despierta y está ahí parado al lado de la cama, con los ojos muy atentos y los oídos siempre alerta, esperando el momento indicado para hacer su trabajo, para recordarnos nuestra infinita imperfección, nuestra real incompletitud, nuestra verdadera humanidad. Se manifiesta de muchas formas, unos buscamos el poder, otros el reconocimiento, el dinero tal vez, y hasta en el amor el ego encuentra lugar.

Hoy en la contienda electoral a la Alcaldía de Medellín hay una verdadera lucha de egos, más que una lucha entre personas y sus propuestas. Cada equipo con su respectivo candidato siente la necesidad de demostrar(se) que es la mejor opción para Medellín, y que el 25 de octubre va a ganar las elecciones. ¿Por qué?, porque en lo más profundo de sus espíritus son conscientes de que no son la opción perfecta para Medellín, además de estar constantemente enfrentados a la posibilidad – o quizá probabilidad-  de ser parte de los perdedores.

El problema llega cuando alguien tiene que ceder. Hay que ser ciego para no entender la cantidad de alianzas y movimientos políticos que esta semana están dándose. Alianzas que, para que sean realidad requieren que alguno de los candidatos y sus equipos cedan. Ceder implica perder la batalla del ego, es ponerle mute a su voz y escuchar realmente lo que Medellín necesita. Nuestra ciudad tendrá que gritar muy duro entonces, si es que quiere hablar más fuerte que la necesidad del ego de estos candidatos.

Mi intención en esta columna no es especular, y no tengo idea qué va a suceder, sin embargo, me dolería mucho que Medellín perdiera la batalla. Además, me sentiría profundamente decepcionada pues, señores candidatos, adivinen: satisfacer sus propios egos es preferir el interés particular sobre el general, y hasta donde yo estaba enterada, esa actitud en el servicio público se parece mucho a la corrupción.

Finalmente me gustaría votar por el que ceda, por el sea capaz de silenciar sus necesidades y darle prioridad a las necesidades de la ciudad. Aquel que se una a la campaña de otro será el perdedor de la alcaldía de Medellín, pero habrá dado a una ciudad muchas veces opacada por el orgullo de sus habitantes una lección: dejar de alimentar el ego para alimentar el espíritu de la ciudad es muchísimo más poderoso y valiente que ser alcalde de Medellín.

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