Por: CAMILO ARANGO (@camiloarangoo)
Las agendas de seguridad ciudadana son cada vez más complejas en Colombia. Sin duda los retos a los que las autoridades locales se ven enfrentadas, hacen que las problemáticas que requieren de una atención prioritaria sean diferentes a la mayoría de los países de la región. Allí radica la importancia de la planeación en materia de seguridad, para prever con solvencia las contingencias que puedan alterar el comportamiento de los indicadores de seguridad y el aumento en la ocurrencia de conductas delictivas en los principales centro urbanos del país.
El fin de año es siempre una excusa para evaluar la gestión de los mandatarios locales y una oportunidad para definir los retos que representa el año que comienza, y sin duda los logros en seguridad obtenidos en la mayoría de los centro urbanos del país en materia de reducción de homicidios, que han sido resaltados por varios medios escritos en las últimas semanas, se pueden opacar si no se atiende a otras problemáticas que deberán ser igualmente prioritarias en 2014.
Más allá de las discusiones que se han generado en torno al proceso de paz que se adelanta con la guerrilla de las FARC, que puede tener diferentes reflexiones de acuerdo con la postura política desde la cual se aborde, no se puede desconocer que la firma del eventual acuerdo tendrá consecuencias claras en materia de seguridad ciudadana a las que no es posible desatender, y que son una muestra del dinamismo que deben tener las administraciones locales para gestionar sus asuntos de seguridad. Me refiero en este caso a las consecuencias que necesariamente se desprenderían de la firma del acuerdo de paz con ese grupo guerrillero, y la reflexión en torno a la planeación de los modelos de atención a la población que se comprometa en el proceso de dejación de armas, desmovilización y reincorporación a la vida civil, tal como está consagrado en el tercer punto de discusiones en la Habana. Ante ello, cabe preguntarse si los principales centros urbanos se están preparando para hacer frente a ese nuevo escenario.
Son varios los antecedentes de procesos similares que se llevaron a cabo en el país en las últimas dos décadas, respecto de los cuales es necesario revisar las lecciones aprendidas. El más cercano fue la desmovilización de las AUC en 2003, donde se evidenció que el compromiso del gobierno nacional para la atención de la población desmovilizada, que se fue diluyendo rápidamente con el paso del tiempo, no resultó suficiente para hacer frente al reto. Las dudas en relación con la situación jurídica de los desmovilizados, la incertidumbre en relación con la priorización de presupuestos para su atención, y la débil y tardía articulación con las administraciones municipales y departamentales, requirió buscar respuestas en los gobierno locales para mitigar la situación y garantizar la continuidad de los modelos de atención social, acompañamiento y contención de la población desmovilizada, con el fin de evitar que reincidieran en ciclos de violencia, mientras se evidenciaban alteraciones a los indicadores de seguridad que pusieron en aprietos a más de una alcaldía.
Al Gobierno Nacional le asiste la responsabilidad de liderar el tema, más aun estando incluido dentro de los puntos de la agenda que están siendo objeto de negociación en la Habana, pero también debe ser una preocupación de las alcaldías y gobernaciones preparar su respuesta a esa contingencia. La experiencia de las dos últimas décadas permitió concluir que los procesos de desmovilización retaron no solo a las autoridades nacionales, sino a las administraciones locales de las principales ciudades donde esa población se asentó, y por ello es necesario que desde las agendas de seguridad se piensen desde ya los modelos de atención y mitigación de los riesgos. Sería inaceptable que los prolongados plazos que se ha tomado avanzar en los acuerdos de la Habana no sea aprovechado en este caso como una oportunidad para responder con una actividad seria de planeación local de la seguridad en articulación con el gobierno nacional. No hacerlo sería repetir el error ya cometido.
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