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¿Seguridad o convivencia?

Por: Sara Arango Franco (@sarangof)

Asegurar la propia integridad física es lo mínimo que se puede esperar que se garantice en el diario compartir entre personas en una sociedad. En nuestro país, donde “el conflicto” nos ha costado más vidas que las dictaduras del cono sur en la segunda mitad del siglo XX JUNTAS, esta preocupación no es trivial: sabemos que nuestra integridad y la de los nuestros está amenazada constantemente.

Sin embargo, y pensando en una definición de seguridad que sea sostenible en el tiempo y que se acople en dinámicas constructivas con otros atributos positivos de ciudad, se podría hablar de un concepto extendido (aunque no tan de moda, especialmente en la contienda electoral): la convivencia, ese valor que nos permite, o nos permitiría, disfrutar con mayor intensidad las ventajas de la vida en comunidad, más allá de la simple pero necesaria disminución en los índices de robos y homicidios.

¿Por qué hablar de esa diferencia?

Para la seguridad necesitamos más fuerza policial, más cámaras de seguridad, más vigilancia… Para que estemos seguros, paradójicamente, en este concepto pequeño de la palabra, tal vez necesitamos ser o insinuarnos como una amenaza para el otro.

Para la convivencia necesitaríamos más arte, más impulsos a la lectura, más motivaciones para encontrar fascinación en la ciencia; otras formas de que la ciudad nos eduque y no nos enajene, más formas de incentivar un desarrollo económico que traiga consigo muchos otros beneficios en lo social y en lo comunitario.

De paso también nos veríamos obligados a tener la seria conversación que nos debemos sobre la convivencia en las vías, y terminaríamos de comprender que hay muchos tipos de violencias que no solamente parten de empuñar un arma, por ejemplo, las muertes por contaminación del aire son una forma en las que todos nos sumamos para hacer que la ciudad se vuelva más hostil.

Claro está que también necesitamos una estructura estatal que proyecte confianza y protección, en vez de miedo.

Convivencia es un concepto más integral: no solamente habla de no hacernos daño, da cuenta del sentido de confianza, del capital social y de la calidad del tejido social de una comunidad. La seguridad radica en tolerarnos en nuestras diferencias; convivencia significa abrazarlas y construir a partir de ellas.

En una ciudad segura no nos mataríamos a bala (al menos no a los “ciudadanos de bien”; lo de “los otros” es problema de ellos); en una ciudad para la convivencia además las calles serían espacios para el encuentro y no para el miedo.

Creo que indudablemente el diseño urbano puede jugar un papel fundamental en la construcción de ciudades para la convivencia. Para estar seguros nos encerramos en camionetas blindadas, que, por todo lo demás, no contribuyen a la seguridad vial. Para mejorar la seguridad se construyen rejas en las casas y las urbanizaciones, y la gente se va a vivir lejos de la ciudad.

Tal vez no puede haber una ciudad segura que no sea una ciudad para la convivencia; quizás perseguimos un espejismo basado en el miedo, y al final del camino entenderemos que en las ciudades -¡en la vida!- no hay tales cosas como problemas aislados. Es por esto que da una risa triste escuchar a uno de los candidatos más fuertes a la alcaldía de Medellín hablar de seguridad y de segundos pisos viales.

Por eso es interesante buscar estudiar la ciudad desde el concepto de la sostenibilidad, que va, contrario a lo que mucha gente cree, mucho más allá de lo «verde», combinando lo económico, lo social y lo ambiental. Creerán que son ideas de peludos utópicos…

La verdad es que hace mucho rato dejé de ser peluda.
*¿Usted ya es militante del @partido_LAIN?

 

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