Por: Sara Zuluaga Correa @sarazuluaga7
Atrapados entre redes que nos ahogan y atragantados por un sinnúmero de capítulos de basura del tan aclamado “libro de las caras”, en un hoy donde tarda más el almuerzo que la descarga de la discografía completa del artista del momento y donde hasta los trinos de los pájaros se han convertido en asuntos de mercado, me parece paradójico encontrar todavía la canasta de lo “colombiano” intacta frente a los frutos que vienen del árbol de otras tierras y me sorprende enormemente escuchar en una sociedad de tan alto consumo, un “regateo” incesante cuando se trata del valor numérico de lo propio.
Y con lo anterior me refiero a todo eso que nace en tierras colombianas, desde nuestros productos agrícolas y manufacturas de un artesano local hasta el trabajo de los músicos, artistas y literatos de nuestro país. Nos encontramos en un hoy donde se nos inunda con productos que parecieran ser “mágicos” simplemente porque han sido introducidos en nuestras “tan humildes” tierras (pareciéramos decir) por multinacionales extranjeras y muñecos de traje y corbata de apellidos impronunciables.
En Colombia y en Medellín mas precisamente, se adelantan actualmente arduos procesos de formación de profesionales y formalización de trabajadores. En el campo del arte y la música se están llevando a cabo infinidad de encuentros y actividades académicas e informales en mira del fortalecimiento del sector, se divisa un horizonte más claro para aquellos que hemos decidido dedicarnos al arte de una o otra forma desde el punto de vista de nuestras competencias y experticia pero, para que exista un mercado deben existir ambas partes. Como se dijo en lo anterior, la oferta y el mercado de la música y demás expresiones artísticas locales ha crecido y se ha consolidado notablemente pero de aplausos no se vive, ya es necesario que la demanda de nuestros públicos se robustezca también. Es hora de dejar de pensar que el camino del progreso para la industria musical en Colombia está en la gratuidad de los eventos, ya es tiempo que se reconozca el trabajo de nuestros artistas con la remuneración justa y equitativa que se merece.
Como lo dice claramente Mario Vargas Llosa en La civilización del espectáculo “La banalización de las artes y la literatura, el triunfo del periodismo amarillista y la frivolidad de la política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea..” y la responsabilidad de que un cambio ocurra no está sólo en la oferta de nuestro mercado, que considero ha ido cambiando en los últimos años, que se ha nutrido de productos de altísima calidad. Se acabaron las excusas, el éxito de lo nuestro está manos de los Colombianos, es responsabilidad también del comprador el optar por las alternativas que de verdad nos construyen y nos consolidan como una sociedad que se fortalece en la cultura, ya es hora de dejarnos de esnobismos y dejar de fascinarnos simplemente por sonidos foráneos.
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