Por: ALEJANDRO GAMBOA (@dalejogamboa)
No es un secreto: cada soldado caído ha llevado consigo las vidas de varios civiles, los ataques indiscriminados y el dolor de más de cinco millones de víctimas constituyen la tragedia que el país no acaba de contar y que absorbe la conciencia colectiva, nos llena de dolor e incluso rabia. Del inicio de esta vorágine que nos ha traído hasta hoy no sabemos mucho y del desarrollo en la historia solo sabemos partes; no conocemos el panorama para decir algo certero, solo vemos la tragedia y de ella nos alimentamos, somos un país en constante excusa de su historia, pero ¿y lo demás?
Una reforma a la salud que no da espera inicia con la rendición de cuentas de los recursos públicos usados en la materia y aun así, la superintendencia y el ministerio del ramo siguen alargando el plazo a los operadores para conocer a ciencia cierta la deuda de un sistema que se nutre de los aportes de todos y de cuyo mal uso aun no conocemos los culpables. ¿Merecen esos criminales un “proceso de paz”? acaso debemos negociar con quienes se han enriquecido a costa del mal servicio que recibimos la mayoría o de la muerte que han sufrido algunos, otras víctimas sin contar de cual guerra.
Un país donde la libre competencia no se vea en entredicho y que permita el avance de la nación para no tener que pensar en carteles que juegan a su antojo con precios de productos como el cemento o el azúcar. Que no sancionen a los funcionarios que quieren hacer fluir el mercado y castigan estas prácticas para que haya equidad y garanticen nuestros derechos como consumidores. Que encontremos respuestas a por que los campesinos del país compran fertilizantes más caros que en otras latitudes.
Un sistema de educación consistente que no chapucee acciones de buena voluntad, si no que sostenga una coherencia interna dirigido al desarrollo del país, al de sus ciudadanos, no se encadena la relación entre el desarrollo de la primera infancia, su paso a un sistema de primaria y secundaria con calidad y posibilidades de avance especializado en un sistema técnico, tecnológico y universitario con una política clara de investigación y desarrollo científico.
Y es que si hablamos de víctimas, hablemos de las que viven en la pobreza por tener una sociedad elitista y desigual, de los castigados que mueren en catacumbas que lesionan los derechos hasta de los culpables de cualquier crimen.
Con reformas a medio hacer que no se discuten a fondo pensando en el bienestar general este país está en el terreno de la guerra sin fin.
Razones para la paz las hay todas, entre ellos todos los problemas pendientes que este país pospone en el debate trágico de su guerra fratricida. Por eso no podemos dejar que en medio del debate electoral el miedo carcoma nuestras mentes cuando grupos de políticos que responden a intereses de dudosa lealtad con la nación quieren hacernos sentir contra la pared. Con un descaro enorme dicen con una decisión falsa que le apuestan a la paz con castigo a los criminales, mientras los culpables trabajan en sus toldas y huyen de la justicia.
Razones para la paz, el futuro de este país con tantas potencialidades que no hemos descubierto.
PD: haciendo gala de la colombianidad, la organización Valorem S.A. ha mostrado grave lentitud en el trámite de una petición para contribuir desde una de sus empresas, dedicada al entretenimiento masivo, a la puesta en común de un llamado por el inquietante misterio que guarda el conflicto colombiano. Los invito a leer la petición y unirse con su firma aquí.
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