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¡Qué vergüenza!

Por: Alexánder Bolívar (@alexbolivarf)

Al igual que la semana pasada, hoy estoy escribiendo sobre algo que he querido expresar por mucho tiempo, pero estaba esperando por el momento apropiado para hacerlo. Y aunque suene un poco trillado y obvio el tema de la libertad de expresión, como también lo es el respeto a esa misma libertad de decir, escribir, pintar y hacer lo que uno quiera, obviamente sin llegar a la calumnia o a violar los derechos humanos de otra persona, es necesario recordarle esto al país en el cual vivimos, tan conservador y tan, a veces, un poco fascista.

En un país en el que la libertad de expresión está supuestamente por encima de muchas cosas y estamos avanzando cada vez más hacia una sociedad más igualitaria donde, por ejemplo, el arte en todas sus expresiones debe ser respetado y admirado, u odiado y repudiado si no gusta, mas nunca censurado, no pasa. En Colombia, un estado laico donde existe la libertad de culto o religiosa, y el ciudadano tiene el derecho a elegir la religión que quiera, o de no escoger ninguna, sin ser víctima de discriminación u opresión, se censura y veta lo que vaya en contra de la moral católica. Incluso, se le pide permiso a la curia para abrir una exposición en un museo.

Primero, fue el caso de la película Nymphomaniac del director danés Lars Von Trier, la cual debo aceptar me gustó mucho verla en las carteleras de cine del país, pero obviamente la versión que se vio en cine fue la “cortada”, la light. A mí me toco verla en DVD pues sólo en este formato se podía ver la cinta en su versión completa, sin cortes. No me quiero imaginar qué habría pasado si la versión larga se hubiera presentado en las salas.

Y otros dos casos de censura, uno no tan conocido y el otro muy mediático, se dieron este mes. El primero tiene que ver con el puro y casto Metro de Medellín, al que como dicen por ahí “no se puede tocar ni con el pétalo de una rosa”. Aparte de la indignación que causó la manera como se trató al violinista, lo cual rebosó la copa de un montón de reglas tan estrictas, las cuales si seguimos así vamos a parecernos al metro de Estambul en donde una pareja no se puede coger de la mano ni besarse dentro del tren, la semana pasada el Metro de Medellín censuró una obra de teatro al prohibir poner unos de los afiches que promocionaban ésta en las estaciones, pues “iba en contra de sus valores” y como en este sistema se mueven tantas personas, “no se podía faltarle al respeto al ciudadano”. (Aquí imagen del afiche)

Y el último caso, se dio con la artista plástica María Eugenia Trujillo, a quien le fue censurada una exposición que iba a ser inaugurada ayer en el Museo Santa Clara en Bogotá. ¿Por qué? Pues porque para una comunidad católica, esta obra es un falta de respeto en contra de ellos y de su religión, ya que según ellos se está cometiendo un sacrilegio al usar unas custodias con representaciones de una vagina en el centro. ¿Recuerda cuando dije lo de pedirle permiso a la Iglesia Católica? Pues la ministra de Cultura, no sé por qué ni para qué, mostró la obra a la curia en Bogotá como si estuviera pidiendo un tipo de aprobación.

¡Qué vergüenza! Dijo el Metro de Medellín al no permitir que dos hombres desnudos aparecieran en un afiche en las carteleras de sus estaciones ¡Qué vergüenza! Decían al sólo pensar que esta obra se pudiera presentar y así violar los valores católicos que tan arduamente se defienden en este país. Pues yo digo ¡Qué vergüenza este país! donde, como en una inquisición, todavía se discrimina y se veta con el ojo de la religión. !Qué vergüenza este país! donde todavía la homosexualidad se ve como algo impuro y punible que tiene que esconderse para preservar los valores católicos y conservadores que nos rigen. Ojalá tuviéramos un país realmente libre en donde todos y todas tengamos los mismos derechos y nos podamos expresar libre y tranquilamente sin esperar a ser censurados o discriminados, incluso tristemente, por el gobierno o la misma justicia quienes supuestamente velan porque vivamos en un estado laico al igual que en un estado social y democrático de derecho del cual estamos tan supuestamente orgullosos.

PD: aquí la historia del libro «Los hijos de los días», escrito por Eduardo Galeano:

Agosto 27

La pureza de la raza

En 1924, Adolf Hitler dictó en prisión su libro Mi Lucha. En un día como hoy, trasmitió al escriba su enseñanza fundamental sobre la historia de la humanidad:

Todas las grandes culturas del pasado han sucumbido sólo porque la raza originalmente creativa murió por causa del envenenamiento de la sangre.

Catorce años después, Benito Mussolini proclamó, en su Manifiesto de la raza:

Los caracteres físicos y psicológicos puramente europeos de los italianos no deben ser alterados de ninguna manera. Ya es tiempo de que los italianos se proclamen francamente racistas.

 

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