Por: Luis Gabriel Merino (@luisgabrielmeri)
Tengo la sensación que estamos repitiendo expresiones huecas, palabras que encubren y no develan. Que aparentan comunicar pero que logran lo contrario: evitan la profundidad en la discusión, aumentan la división y perpetúan uno de nuestros vicios preferidos: señalar. Como no hay debate, trino o columna de opinión donde no estén presentes he querido invitarlas para que sean ellas las que se presenten y nos amplíen en primera persona su significado. Con ustedes:
Castrochavismo: soy un sonoro neologismo utilizado por mi padre creador para hacer referencia al contubernio político entre la tierra que vio a nacer a Bolívar y una isla del caribe. Soy una palabreja destinada a crear terror, incertidumbre y miedo pero estoy gestada para ocultar toda reflexión geopolítica de fondo. Soy familiar cercana de “El Imperio del Mal” esa prima gringa nacida en la Casa Blanca y utilizada por Reagan en el marco de la Guerra Fría, para satanizar a toda la Unión Soviética y a reducir la confrontación más importante de la segunda mitad del siglo XX en una simple batalla entre buenos y malos.
Je Suis: soy una frase inconclusa apta para rellenar con cualquier pronombre para enunciar supuesto apoyo. Por lo francés de mi nacimiento, me creo elegante y sofisticada, pero he sido popularizada por todos los medios, tendencias y hashtags para decir cualquier cosa y al mismo tiempo para no decir nada. Me he trasformado en Je Suis Leopoldo, Je Suis Nisman, Je Suis Palestina. Me utilizaron para apoyar la libertad de prensa y el espíritu democrático occidental pero al final del día, soy solo otra curiosidad destinada a mover muchos trinos pero poca gente. Je Suis Hakerman! Je Suis adopción igualitaria! Je Suis niños del Caquetá! Je Suis Ledezma!
Mermelada: aunque la Real Academia me define como “Conserva de membrillos o de otras frutas, con miel o azúcar” soy una forma poética para nombrar nuestro más antiguo y nefasto mal: la corrupción institucionalizada. Aunque aparento ser nueva y exclusiva del diccionario de este gobierno, le cuento a las nuevas generaciones que siempre he existido y posiblemente siempre existiré en los pasillos presidenciales. Soy una nueva forma de decir una realidad política más antigua que la política misma: conveniencia oportunista. Durante mi larga estadía en este país he sido llamada de muchas formas: dádiva, cuota burocrática, o simplemente rosca.
Enemigos de la Paz: nací hace poco en la Casa de Nariño con un objetivo claro, ser el epíteto descalificativo por excelencia para todo aquel que le encuentre fallas, comentarios, sugerencias e inconformidades al proceso de paz. Aunque tengo instrucciones específicas de atacar a un expresidente y a su partido, también soy un instrumento eficaz y expedito para etiquetar a cualquiera que sugiera que el proceso de paz derivará en impunidad y para los que pidan justicia y reparación a las víctimas. Soy muy útil para blindar a la Unidad Nacional de cualquier discusión sobre la eficacia de la justicia y rotulo rápidamente a todo aquel que pida, absurdamente, judicialización para miembros de la guerrilla. Soy hermana de Guerrerista.
Más que conceptos estas expresiones tienen agenda propia. Nacidas desde la retórica propia de orillas particulares del poder, es difícil no utilizarlas sin sentir que al mismo tiempo se presenta un carné de vinculación a una ideología específica. Como saber nombrar es el comienzo de la solución procedo a eliminarlas de todo glosario personal.
Entre paréntesis: No sólo es indignante el concepto emitido por el director del programa de medicina de Unisabana en el que claramente emitió su opinión moral disfrazada de científica, sino que profesionalmente definir la homosexualidad como patología es un verdadero exabrupto académico. Si la homosexualidad es una patología, se infiere que científicamente ya se determinó su génesis, prognosis, código de clasificación en el CIE-10 y en el DSM V, criterios diagnósticos con descripción de signos y síntomas, cuadros de morbilidad y mortalidad, tratamiento, terapia farmacológica e inclusión en el sistema de atención en salud. Lo indignante es que aunque esto es lógico para cualquier profesional vinculado a la salud no lo fue para el director del programa de la disciplina llamada a definir precisamente que es una enfermad y que no. En este caso presenciamos, como en los mejores tiempos del oscurantismo, realmente a la academia al servicio de los prejuicios.
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