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Nuestro presidente cosmético

Por: ANDRÉS PRECIADO (@andrespreciado3)

Es necesario hacer una precisión inicial para no dejar margen a especulación: no soy santista ni antisantista, no soy uribista ni antiuribista, así algunos crean que es ese el nuevo espectro político en Colombia. Es más: no hago parte de movimiento político o partido alguno como militante.

Con esto dicho, quiero señalar un par de hechos que en la última semana produjeron que mi impresión del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, sea cada vez más mala, al punto de considerarlo un mandatario que prioriza lo accesorio, un presidente cosmético, y no sólo por su apariencia que sugiere un par de cirugías y algo de delineador en los ojos.

Lo primero es señalar que en la gira de la reciente semana que el mandatario emprendió en continente europeo, a instancias del Foro Económico Mundial, en Suiza, señaló como uno de los principales titulares el hecho que los representante políticos de algunos estados europeos dieran su apoyo al proceso de negociación con las FARC. No digo que no sea un hecho de mencionar, pero en realidad es algo completamente superfluo. Ningún jefe de Estado va a tener la osadía de decir que en realidad la negociación no le importa, como bien podría pasarle a la primeras cabezas de países como Suecia o Noruega, por poner un ejemplo; o en un acto de sinceridad, reconocer que no está de acuerdo con el proceso, así sea eso lo que piense, por aquello de la diplomacia. Al final, que los mandatarios europeos den su apoyo al proceso de negociación es tan cordial como un saludo, compromisos más claros en un eventual postconflicto desde las agencias de cooperación de dichos países serían un titular más alentador.

El segundo hecho que me provocó malestar giró en torno al comentario que hizo el presidente en el que señalaba que la negociación para la terminación del conflicto con las FARC se vería en peligro en el evento que una personalidad importante fuera víctima de un ataque por parte de la guerrilla colombiana. Esto da cuenta de un nivel de cinismo enorme, pues el argumento es simple: no importa cuántos helicópteros derriben en Antioquia ni cuantas personas mueran en Cauca. Si a la alta dirigencia del país y al estrato 10 en Bogotá no les pasa nada, el proceso continúa, pero cuidado porque si les pasa algo a los ricos y con poder, sin importar qué sea, ahí sí el proceso peligra. Sabemos que en este proceso hay sapos que tragarse, somos conscientes todos de ello, pero esperaríamos que los sapos al menos no implicaran ataúdes, en especial no muchos de los pobres y el pueblo raso que siempre han pagado el conflicto, aunque al presidente le parezca “normal”.

Finalmente, me sorprendió la rapidez con que, en una visita de Estado, el presidente se dio una escapadita a visitar a Falcao. Seguramente es gran ídolo del mandatario, incluso antes que el país entero se volcara a acompañar al delantero en apoyo tras su lesión, nada tiene que ver en su viaje intempestivo a Oporto el hecho que esta semana Falcao fuera la noticia nacional.

Lo anterior me lleva a decir que Santos es cosmético, amante de la publicidad y las fotos bonitas. Un presidente que prefiere que los gobernantes europeos den su respaldo al proceso con las FARC antes que los colombianos, al que no le importa mucho que las FARC sigan cometiendo atrocidades en los pueblos apartados siempre y cuando El Nogal esté intacto, y que para enfrentarse a cierto fantasma llamado voto en blanco tiene a su disposición los recursos del Estado para darse una escapadita a Oporto y sacarse una foto de campaña con Falcao, utilizándolo a él y al resto del país conmovido por su situación.

 

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