Por: Sarita Palacio Garcés (@saritapalacio)
Artículo excéntrico pero necesario
No conocía Nueva York. O bueno, sí la conocía, la había leído, la había soñado, la había disfrutado en varios libros, pero no la había caminado. Central Park no pocas veces fue un protagonista de mis ilusiones con la Gran Manzana. Y tenía razón al tenerlo como representante infalible de la capital del mundo en mis sueños: éste es EL PARQUE. O pongámoslo mejor: es la ciudad convertida en parque… ¿O el parque convertido en ciudad?
Ya sé que si usted está leyendo este artículo puede estar pensando que soy una ilusa, una embelesada con el cuento extranjero, una idiota útil que el imperio conquistó. Y ¿sabe qué? Hasta puede que tenga la razón, pero a continuación dejaré claro por qué, además de muchos otros espacios, éste se robó mi corazón, a tal punto, de querer tener uno en Medellín. De empezar a necesitarlo.
Según Wikipedia: “El Central Park es un parque urbano público situado en el distrito metropolitano de Manhattan, en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. El parque tiene forma rectangular y dimensiones aproximadas de 4.000 m x 800 m, siendo más grande que dos de las naciones más pequeñas del mundo; es casi dos veces más grande que Mónaco y casi ocho veces más que la Ciudad del Vaticano”.
Los 25 millones de visitantes al año, no sólo lo hacen el parque más visitado de Estados Unidos sino que validan su utilidad, su necesidad para despejar la mente, para descansar, para ser, pertenecer, parecer y la utilidad para permitirle a todos, ser lo que les dé la gana y hacer lo que les plazca sin vulnerar al vecino.
Ahora, un dato inútil pero que quiero agregar: el Fairmount Park de Filadelfia es 10 veces más grande que el Central Park, sin embargo el segundo casi quintuplica el número de visitantes del primero. Pueden existir acá varias razones, una de ellas es la fama que ha adquirido el último en el cine, la televisión, los libros, las revistas, las historias y los miles de testimonios en todo el mundo.
Yo no visité el de Filadelfia sino el Central Park y por eso llegué antojada, enamorada y seriamente preocupada con la necesidad de espacio público en nuestra ciudad.
Puedo decir que caminé hasta el cansancio al protagonista de esta historia. Tanto como para darme cuenta que hay toda serie de espacios para conectarse con la naturaleza, el arte (a propósito un aplauso para los lectores silenciosos, me gustó esa forma de combatir una cultura impuesta que no permite soluciones colectivas), con la historia, con todos.
Espacios para hacer deporte, carreteras para correr, trotar y caminar, espacios para rendir homenaje a grandes artistas y para que los pequeños se hagan su agosto, paseos, desayunos, viaje en canoa, espacios para conocer especies, espacios para pintar, cantar, hacer demostraciones deportivas y hasta baños limpios.
Un espacio donde no hay ruido en medio de la ciudad más ruidosa que he conocido. O al menos un espacio donde uno decide no escuchar el ruido.
Todos los seres humanos, creo, o al menos un puñado grande de la humanidad en el que me incluyo, necesita salir de la rutina, descansar, dejar de ver cemento para ver naturaleza, sentir frescura en medio del verano, respirar aire limpio, necesita, en otras palabras, descansar sin ir muy lejos.
Trabajo en el centro de Medellín y basta salir a la Oriental o a San Juan en hora pico para querer salir disparada para un lugar como el que estoy acá planteando.
A propósito, en este texto un poco desordenado, pero que responde a mis recuerdos y a este deseo que acá expreso, pido disculpas por no escribir ni como urbanista, que no soy, ni como arquitecta, que tampoco soy, ni como ambientalista, como tampoco he ejercido. Escribo como una ciudadana enamorada de un recuerdo y creo, sinceramente, que tengo derecho.
Sigamos. No desconozco los esfuerzos que durante muchos años ha hecho la ciudad por aumentar el espacio público de sus habitantes. Creo que hemos tenido avances, pero pienso que tampoco podemos tranquilizarnos con el tema. Sé, además, que tenemos necesidades prioritarias por solucionar, pero no desconozco que tenemos una deuda histórica con el esparcimiento, con espacios para la tranquilidad, si se pueden llamar así.
Me gusta mucho el Jardín Botánico de Medellín, más allá de mi afinidad política, creo que me gusta mucho más desde que le quitaron los muros. Pero se nos quedó chiquito. Como un parque está bien, pero en Medellín somos muchos y no cabemos todos. Basta ver una feria allí: ni los carros ni la gente ni la feria. Terminamos por convertir este lugar de tranquilidad en un espacio que tiene más que ver con Times Square que con Central park.
¿Que soy una dandy wanna be de la Gran Manzana? Para mí sería todo un honor, pero no, todavía no me alcanza. Necesitaría más caminadas.
En Medellín contamos 3,8 metros cuadrados de espacio público por habitante y el ideal internacional, según entes como el Banco Mundial, es de 10 metros cuadrados. Decir que estamos en deuda es hasta descarado. Nosotros lo que tenemos es un reporte grave en la central de riesgo de calidad de vida de nuestros habitantes. Sí, sé que hay cosas más importantes, pero lo vital no puede ser enemigo de lo importante, porque estaremos condenados al atraso. Siempre. Hay que mantener equilibrio de condiciones y eso implica pensarnos en presente y a futuro y compararnos con los grandes. ¿De qué sirve compararse con iguales?
Sé que en Medellín con Parques Biblioteca, con Arví, con mejoramiento de andenes para la ciudadanía, con los Parques lineales y con muchos proyectos que se han ejecutado y con los que vienen como el Parcial de Naranjal y Arrabal, el Cinturón Verde Metropolitano además del Parque del Río, hemos y vamos a ganar espacio público.
Pero no por eso podemos dejar de pensar en que nos merecemos un Central Park que sé que resulta inviable porque eso implicaría acabar la ciudad para convertirla en parque, pero sí creo que podemos pensar en una red de parques verdes. Necesitamos una red de pulmones para Medellín y eso hay que pensarlo desde ya para ya.
Hace poco leí un titular que hablaba sobre la posibilidad de expropiar algunos lugares en la ciudad para construir allí parques para los ciudadanos. También he escuchado este comentario en varias reuniones de muy diversos grupos. Sinceramente no sé si esa se la vía. Pero si estoy segura que es necesario dejar unos espacios vírgenes de cemento al 100% y pensarlos como espacios para caminar, dormir, conversar, descansar, en resumen: espacios para respirar.
¿Cuál es la vía para obtenerlos? ¿Cómo hay que planearlos? ¿Dónde ponerlos? ¿Cómo construir esa red ciudadana o metropolitana de pulmones verdes? Yo creo que hay que pensarle mucho al tema desde el universo público, desde el espacio político y desde los gobiernos local, regional y central. No podemos dejar para después un asunto importante escudándonos en lo vital.
Necesitamos nuestra propia red de pulmones verdes, a nuestra medida, con nuestro gusto, a nuestro estilo. En toda la ciudad, regados, espacios para quienes habitan cada comuna, para quienes la viven, la caminan, la trabajan y la construyen.
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