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Minimizando problemas en seguridad

Por: Andrés Preciado (@andrespreciado3)

En el país desde hace algunos años viene haciendo cancha la idea de minimización del impacto de los problemas de seguridad cuando se habla de su expresión local o su focalización territorial. De ahí surgen denominaciones que parecen inocentes pero que esconden una carga de manejo político del discurso a circunstancias complejas de seguridad ciudadana.

Hablar de microextorsión para referirse a fenómenos de cobro coactivo ilegal de sumas de dinero a actividades comerciales, por servicios falsos de seguridad, o simplemente para permitir la movilidad, resulta tener un efecto minimizador en un fenómeno que es, sin duda, uno de los principales problemas de seguridad en cada uno de los municipios colombianos.

El ejemplo es igual cuando revisamos la denominación microtráfico para hacer alusión a la distribución de dosis de consumo personal de narcóticos, otro de los retos de seguridad más relevantes, en especial en ciudades capitales e intermedias.

Si por “micro” se quiere hacer referencia a la pequeña cantidad, sea de dinero producto de la extorsión en mínima cuantía (1000 pesos semanales que un combo en Medellín pide a cada casa de un barrio), o de dosis en el caso de la distribución de narcóticos; se pierde de vista que una de las características más notorias del comportamiento de rentas criminales e ilegales en la actualidad, particularmente las urbanas, está justamente en la desconcentración y dispersión del origen de la misma, todo con fines de ocultamiento. Esto no es otra cosa que la evidencia del aprendizaje organizacional, y si se quiere empresarial, que los grupos delincuenciales han hecho en las recientes décadas, constatando que para el negocio es mucho más rentable tener sus rentas originadas en distintas fuentes para minimizar los riesgos, de pérdida y persecución de las autoridades.

El mal llamado microtráfico – estudios han sugerido modificar la denominación por narcomenudeo o expendio de narcóticos por dosis – y la mal llamada microextorsión –  que es simple y llanamente extorsión –  no pueden seguir pasando desapercibidos en denominaciones minimalistas que dejan pasar el hecho que en su localización existen dominios ilegales que controlan las rentas que dejan, como por ejemplo, la extorsión en el Centro de Medellín al servicio de las Convivir o la distribución de narcóticos en Barrio Antioquia centralizada en grupos pertenecientes a las denominadas BACRIM, solo dos casos, nada micro, de cómo la dispersión de la renta no significa que sea pírrica o despreciable, al contrario, es la estrategia perfecta para camuflar un gran acumulado de capital ilegal.

 

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