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Me niego a perder la esperanza

Por: SARITA PALACIO GARCÉS (@saritapalacio)

Hace ya varios meses escribí para BAJO LA MANGA una entrada que se titulaba: TENGO MIEDO DE VOLVER A SENTIR MIEDO, y hace una semana escribí el relato de cómo fui atracada y amenazada en la puerta de mi casa.

Una semana después, con el corazón más tranquilo y la mente más despejada, vuelvo a retomar la  primera: sí, tengo miedo de volver a sentir miedo y más allá de eso, más allá del miedo, me opongo a perder la esperanza.

Esta semana ha sido horrible, por decir lo menos. Salir de mi casa es toda una odisea, mirar para todos los lados, encomendarme a todos los santos, temerle a la oscuridad. El miedo ha sido un compañero fiel. Caminar por la calle es otro proceso no menos complicado. Sentir que todo el que se acerca es un ladrón, ver en toda moto a un matón, tratar de descubrir entre los conductores de motocicletas a ese hombre que me apuntó es una rutina ya…

De muchos he escuchado frases como: “es que estamos llevados”, “es que en la calle solo hay peligros”, “es que no vale la pena salir a la calle”; todas cargadas de miedo, todas encargadas de encerrarlo a uno y de confinarlo a la pérdida de esperanza.

Entiendo que hay peligros, entiendo que en la calle hay hombres y mujeres dedicados a robar y matar. Pero también entiendo que su victoria está en arrodillarnos, en hacernos sentir que la libertad es una utopía, en no dejarnos soñar, en hacernos morir de miedo.

Y, sinceramente, creo que ya los violentos tienen bastantes victorias ganadas. Pero estoy segura de que mi historia no entrará a engrosar las cifras de glorias de la violencia en Medellín.

Obviamente tengo miedo. El miedo no es una prenda que uno se pone y se quita a discreción. Es un sentimiento difícil de desprender del alma. Pero lo que si está a discreción de cada uno es la actitud frente al miedo y la mía, sinceramente, es de desprecio. No quiero ser una conquista más del pánico. Me niego.

Por eso, con precaución obviamente, pero con decisión, voy a salir a las calles, voy a caminar, voy a salir en el día y en la noche, dejaré de ver en cada moto un enemigo, dejaré de ver enemigos en todos los transeúntes.

El miedo es un virus que se expande con cada conversación, con cada lágrima, con cada relación.  Creo entonces que la esperanza, el antídoto, funciona de la misma manera. Ahora, es una decisión vacunarse o no.

Tengo todo en contra para creer. Tengo todo en contra de la esperanza y todo a favor del miedo. No es mi historia, son miles de historias alrededor de la mía. Pero hoy, mirando para atrás y para adelante, creo sinceramente que no tengo opción.

O nos morimos de miedo o nos enfrentamos a la realidad con esperanza, tratando de cambiar la historia propia y las historias alrededor. Esa es hoy, después de tanto miedo en mi vida, sin duda la mejor opción.

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