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Los ricos de El Poblado

Por: ANDRÉS LÓPEZ (@andresflopez)

Se habla acerca de que todo lo tienen, que “tienen su futuro resuelto” y que viven en una “burbuja”, aislados de la realidad. Así se suelen referir comúnmente a los estratos altos. Sin duda tienen muchas cosas que otros no: mejor calidad de vida, los lugares más exclusivos, servicios públicos satisfechos, educación privada de calidad, etc., pero también es cierto que tienen necesidades como cualquiera, y preocupaciones económicas.

Si hablamos de inversión pública para ellos, en Medellín por ejemplo es la más baja comparada con las demás comunas. En El Poblado, la inversión este año según el POAI (Plan Operativo Anual de Inversión) será de aproximadamente $56.000 millones, lo que representaría cerca del 1,9% de la inversión total si lo comparamos con los $3 billones del presupuesto municipal. Si la desglosamos, se puede evidenciar que cerca del 20% de ese 1,9% corresponden a pagos de docentes y personal administrativo de instituciones educativas públicas, y que además son recursos del SGP (Sistema General de Participaciones) entregados por el Gobierno Nacional.

Es apenas lógico que la inversión se haga principalmente en zonas más vulnerables, y que reciban un apoyo mucho más fuerte por parte del Estado; pero no quiere decir que se descuide a la población que “lo tiene todo”. Si jugamos con los conceptos económicos, se podría decir que para los estratos altos se aplica la teoría del libre mercado, donde el mercado y el sector privado mandan, y en los estratos bajos la teoría keynesiana y su intervención estatal. Desde ahí empieza la segregación social.

Otra cosa que se debe eliminar del imaginario es la de creer que todos en El Poblado son grandes empresarios que ganan grandes cantidades de dinero. Una buena parte de la población es como yo, independientes que tienen que trabajar como cualquiera para poder pagar arriendo, servicios y poder comer. La gente normalmente desconoce que en El Poblado existen todos los estratos, desde el 1 donde está una pequeña casa en el sector de El Garabato, hasta el 5 y 6 que representan aproximadamente el 95% de los habitantes, que es el único sitio que es comuna y zona al mismo tiempo, y que fue en El Poblado donde nació Medellín.

Vivir en El Poblado, así como tener carro, se ha vuelto algo aspiracional, por tanto su población es tan diversa como sus propias características. Desde sus orígenes, habitado por campesinos del oriente antioqueño que trabajaron en las fincas de los ricos, hasta la actualidad, donde confluyen los primeros pobladeños, los que han “progresado” en la vida, los hijos de personas que han llegado a El Poblado y que se han independizado, y extranjeros tanto de otros países como de otras ciudades del país. Ciudad del Río es ejemplo de esto.

Tales particularidades del territorio y su gente hacen que el desarrollo se tenga que ver de una manera holística. La cuestión entonces es entender qué necesidades tienen que son diferentes al resto. En mi labor como edil me pude dar cuenta de algo: El Poblado tiene una deuda importante con sus quebradas, un alto déficit de espacio público y una muy baja participación ciudadana, y ni hablar de los problemas de movilidad, entre otros. No lo tienen todo.

Con lo anterior, vuelvo y aclaro, no quiero decir que la inversión pública deba ser mayor en estratos altos que en bajos. Sería insensato. Por el contrario necesitamos más inversión en dichos sectores para disminuir brechas y tratar de saldar la deuda histórica. “Lo mejor para los más humildes”, “sin migajas”, son frases que recuerdo mientras escribo y en las que creo firmemente. El tema es más que solo inversión.

Esto que se evidencia en el trabajo con la comunidad, coincide con el análisis bastante interesante que se empieza a generar en Bogotá junto con ONU-Hábitat, y es la eliminación de la estratificación socioeconómica que lleva más de 30 años. Argumentan que este método se ha encargado de ser excluyente al dividir la sociedad en ricos y pobres. Además han llegado a la conclusión de que el estrato social de una persona no refleja necesariamente la situación real de la misma. Conocí casos en El Poblado y Laureles donde personas heredaban casas que no podían sostener, así como personas que recibían subsidios sin necesitarlos. Lo que se pensó inicialmente como instrumento de control sobre la vivienda, pasó a ser una herramienta para medir el estatus social de las personas. Esto les ha llevado a otra conclusión, y es que la estratificación ha dificultado la renovación urbana por miedo al aumento del valor de los servicios públicos y el impuesto predial. El enfoque debe ser más sobre las personas, que sobre las viviendas, concluyen.

El punto entonces es vernos como un todo. Que no hablemos de aquí ni allá, que podamos ver más al ser humano que a su bolsillo, tarea complicada pero necesaria para que el país deje de ser el único en aplicar este método, donde la primera de las barreras será sin duda el tema cultural, pues es algo que tenemos interiorizado hace mucho tiempo.

Este análisis nos lleva a pensar en que si uno de los objetivos de la actual administración es hacer de Medellín una ciudad más equitativa, ¿Cómo lo hará sin antes cambiar el modelo de estratificación socioeconómica? Mientras sucede y se da el debate en Medellín, El poblado pide integrarse a la ciudad. Hay mucho más por dar.

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