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Publicado el Bajolamanga

Los corruptos ya no sienten miedo

Por: 

Cuando un político corrupto colombiano enciende un ventilador, paradójicamente se siente más calor. Eso es algo que ha sido muy recurrente cada vez que explota un escándalo y lo más grave es que cada vez vamos perdiendo la capacidad de asombro. La vergüenza que dan nuestras instituciones cada vez es más pasajera y, como cada semana Colombia produce un nuevo escándalo, olvidamos a quienes están sentados en sus cargos con el rabo entre las patas. El viernes pasado, cuando Pretelt habló –o se confesó y hundió a todo el que le respiraba en la nuca- en La W, me di cuenta de quiénes son los que manejan el país y la manera baja de cómo lo hacen.

Las declaraciones del magistrado -¡magistrado!- y otrora presidente de la Corte Constitucional, la égida de las cortes -¡cómo no, monito!-, dejó en evidencia la podredumbre en la que se encuentra la justicia en pleno de este país. No dejó títere con cabeza y como cuando uno termina mal una relación, se vino la venganza y la delatada de los más bochornosos secretos. Empezó a ventilar los pecados de sus demás compañeros de Corte, de sus enemigos, como quien dice: “es que miren que no soy solo yo, sino también los demás”. Un nido de tramposos.

Primero, aceptó que es un corrupto togado que está allá, en la institución que vela por los intereses primordiales de nosotros los colombianos, para su beneficio personal; segundo, como cuando un delincuente se ve acorralado, delató a todo aquel que, como él, tenía rabo de paja. No aguantó solo llevar a cuestas la deshonra de una institución.

Pero lo más vergonzoso, que es mucho por decir después de lo que escuchamos el viernes y de las informaciones que ya conocemos, fue que ninguno de los magistrados refutó lo que Pretelt dijo. El que calla, otorga, como dice el refrán. De esa manera los demás togados, el fiscal, el procurador y el presidente Santos, aceptaron su cuota de responsabilidad en el ‘Preteltgate’. Ahora creen que con reuniones de último minuto van a solucionar semejante escándalo. En otras palabras, los que hacen parte de la cloaca que causó el problema, perdieron el miedo y la vergüenza a seguir ocupando sus puestos, y ya no sienten ninguna responsabilidad en darle al país las explicaciones debidas.

Otra cosa que me llamó la atención de la entrevista del viernes fue que, según Pretelt, citando a sus hijos, “en la casa nunca han visto semejante cantidades de dinero”, refiriéndose a los 500 millones de pesos que supuestamente recibió para tratar la tutela. Pero miren lo paradójico, luego, minutos después, le habló a Julio de “sus fincas”. La verdad es que en la casa de él no ven esa cantidad de dinero, esa poquita cantidad. Porque un hombre que habla de fincas ganaderas –sí, y en plural- no es que tenga poco dinero.

Entonces, uno sí se da cuenta de lo bajo en que ha caído la institucionalidad del país. Y a estas alturas no sabemos qué es peor, que Pretelt renuncie como un acto de dignidad -¿dignidad por la Corte?- o se quede. Si se queda, como han dicho algunos columnistas, le estaría dando la razón a sus compañeros de que la oveja negra de la Corte –y de la justicia- es él.  Los demás: el fiscal, el procurador, sus colegas de la Corte Constitucional y de las demás, del Consejo Superior de la Judicatura, se lavarían las manos; y si se queda o sale impoluto, estarían legitimando a un sinvergüenza sin escrúpulos que cometió una evidente falta de ética.

La solución, para rematar la historia, está en la corte de absoluciones, que no ha servido en ningún caso, y que tiene como juez de Pretelt a un advenedizo político joven que está aprovechando todo esto para hacerse ver. Alguien que no tiene el cartón de abogado y a quien acusan de haberse robado un arma cuando hacía el curso para estar en la Policía. Ladrón que roba a ladrón…

Como los corruptos poderosos no tienen un juez independiente, con la suficiente moral y autoridad para juzgarlos, pues hacen lo que se les pega la gana. No sienten miedo al delinquir. Todo esto da para llorar.

Ya ni las FARC creen en la justicia de este país. Si hasta ellos lo dicen, ¡qué podremos decir nosotros de ella!

Entre comillas: El presidente Juan Manuel Santos dijo en su reciente alocución presidencial que “hay que romper, de una vez por todas, el cordón umbilical entre la política y la justicia, que tanto daño ha hecho. Esa es tal vez la mayor falencia”. Por fin dijo lo que muchos hemos pedido durante años. La pregunta es: ¿por qué se demoró tanto cuando evidentemente este no ha sido el único escándalo de la Justicia? ¿Olvidó su fallida reforma a este tema?

 

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