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Publicado el Bajolamanga

Llamadme amargado si quereis

Bienvenidos sean todos a Colombia.

Bienvenidos al país donde al menos el 41% de la tierra tiene menos de cien mil dueños, donde la mayoría de esas tierras pertenecen a la oligarquía colombiana, que alega luchar contra un enemigo que no es más que su propia obra fuera de control. Sí, el conflicto armado en Colombia está formado en su mayoría por entes comparables con el monstruo de Frankenstein, un invento de la clase dominante que se salió de control.

Bienvenidos a Colombia, donde el circo político es el más curioso de todos, donde unos aprueban, firman y pocos sufren. Bienvenidos al país donde tenemos y hemos tenido durante mucho tiempo presidentes patéticos que creen que los cascos azules de la ONU pueden ayudar a solucionar el conflicto interno…

Bienvenidos al país de “iguazos”, donde se lucha por la “libertad” causando daños a la propiedad pública y privada valorados en miles de millones de pesos, donde los “anti imperialistas” toman Coca-Cola, calzan Nike’s, se visten con Lacoste y postean sus ideas antiimperialistas desde un Smartphone, bienvenidos al país donde los ideales no tienen sentido alguno, bienvenidos al país donde nada tiene sentido.

Como dijo Simón Bolívar en su carta al general Juan José Flores: “La única cosa que se puede hacer en América es emigrar.” En nuestro contexto, lo mejor que se puede hacer en Colombia, en este país de iguazos inescrupulosos, clientelistas, ladrones y  oportunistas, es emigrar.

¿Y cómo no querer emigrar? Si los mismos iguazos que se pasan el semáforo en rojo “Porque no viene ningún carro” son los mismo iguazos que a los cuatro vientos declaman con una hipocresía tan propia que solo ellos tienen, acusadoras y valientes expresiones como “la inseguridad es cada vez mayor” sin siquiera pensar que son ellos parte de esa inseguridad.

Somos los nuevos hijos del sobre amarillismo extremo, que solo nos muestra lo de siempre, “lo normal”, carne de cañón, puro morbo. Pero no olvidemos su mina de oro, me refiero a la justicia que nuestro ilustre Nodier Agudelo llama 3 P’s, sí, en Colombia la justicia es Plata, Prensa y Plomo, ¡pero momento! Acá está la conexión del porqué de tanto amarillismo, ¡claro!, Nuestro chibchombiano pensamiento está llevado al derecho penal máximo, al fanatismo punitivo, cárcel, cárcel, cárcel, queremos arreglar los problemas del país encerrando a todo el mundo con leyes expedidas por un legislador que probablemente estará en la cárcel después de su periodo, curiosa la paradoja.

De nuevo, queremos cambio pero sin tener que ayudar, porque exigimos prudencia para manejar y sobrepasamos el límite, pedimos fuerza y contundencia institucional, pero cuando esto nos toca gritamos a los cuatro vientos “¡INJUSTICIA!” Queremos que a todo mundo le sea cohesivo el poder menos a nosotros, entonces se crea una contradicción del fallido contrato social colombiano, claro, si el contrato consiste en ceder un poco de nuestra libertad para disfrutar del resto de esta en tranquilidad, el contrato que niega esto consiste en creer que todos deben ceder sus libertades menos nosotros, y pues lastimosamente no es solo uno el que piensa eso, causando que se cree un contrato social aún más tácito que el inicial que tiene por objeto esperar que todos cedan su libertad y que a todos les sea imputable la ley, menos a nosotros, porque queremos el cambio, pero no ayudar a él.

Quizá el ejemplo que muestra de una manera más clara la apatía que tenemos a generar el cambio, paralela a la hambrienta expectativa de este, lo que es una gran contradicción, es el ejemplo del ejercicio del sufragio en Colombia. Sí, este es el país donde la gente se queja de que siempre gobierna la clase dominante, siempre son corruptos, siempre lo mismo, pero cuando se les da la batuta estatal, cuando se les da la oportunidad de ser oídos, de propiciar el cambio, suele reaccionar de 3 maneras diferentes, por un lado está el sufragio vacío, aquel que da su voto y su granito de arena al cambio por un tamal. Por otro lado está el inapetente, que se guarda su grano de arena para sí mismo, por pereza o indiferencia. Y por último el menos común, es aquel que sale a depositar su grano de arena al cambio o por el contrario sale y da su voto por la maquinaria tradicional, cosa que también es muy aceptable siempre que en su realidad este individuo siente que esta es la maquinaria que propicia el cambio.

Con respecto a los primeros dos tipos de votante es que se predica la hipocresía chibchombiana de la que he venido hablando, porque claro, no votan, venden su voto, no le dan importancia al futuro del país en los 4 años siguientes, pero una vez los puestos están dados, las metas no se cumplen y la situación no mejora, ¡SORPRESA! Son los amantes del cambio, y se quejan, se quejan, se quejan, ¿¡CON QUE CARA!? ¡Solo el último tipo de votante es el que se puede quejar! Pues su voto fue defraudado, o simplemente su voto no consiguió el cambio querido, pero LO INTENTÓ, TRATÓ de contribuir al cambio, mientras los otros como buenos Colombianos esperaron a que todo lo hicieran los demás y 4 años después esperaban que les dieran un país perfecto.

¡Pobre el que cree en su propia hipocresía!

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