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Las tales pruebas Pisa no «hecisten»

EDITORIAL BAJO LA MANGA (@bajo_lamanga)

Siempre nos hemos dicho mentiras. Tal vez, inventamos cosas para hacer más llevadera la terrible realidad que vivimos, en la que la violencia, la pobreza y la corrupción soportan nuestra cotidianidad.

Que somos el país más feliz el mundo dice el Barómetro Global de Felicidad y Esperanza.

Que, después de La Marsellesa, el nuestro es el himno más bello dice la leyenda urbana. Tan lindo que es hasta diverso: para algunos es sublime; para otros, ‘ublime’.

Dos mitos que priorizan, como siempre, lo superficial. Quizás, cansados de nuestra realidad, nos apartamos de enfrentarla y empezamos a construir imaginarios colectivos frente a algo que nos enorgullezca; algo, lo que sea.

Ayer, en una situación más de fondo como la educación, nos rajamos. En las pruebas Pisa (Program for International Student Assessment) que se encargan de analizar el rendimiento de los estudiantes de 65 países, nos fue mal, muy mal. A finales del año pasado, el informe anunciaba que entre esta cantidad de naciones, Colombia ocupaba el puesto 61, obteniendo los peores resultados en lectura, ciencia y matemáticas. Ayer, en las pruebas optativas que miden la capacidad de los estudiantes de 15 años para resolver situaciones con las que no están familiarizados, nos fue aún peor: ocupamos el último lugar entre 44 países. Por decirlo de algún modo, no le ponemos lógica a nuestros conflictos.

Las tales pruebas Pisa no «hecisten«, diría el presidente Santos, cuya apuesta y la de su ministra María Fernando Campo frente a la situación pareciera ser esperar a que, como todo en nuestro país, no supere la semana en manos de la opinión pública y el olvido haga lo suyo.

Somos uno de los países más brutos. Esto es una realidad. Y aquí no se rajaron los maestros ni los estudiantes, se rajó Colombia entera. Nos fue mal porque la educación nunca ha sido una voluntad política de los mandatarios, no ha sido una apuesta de sociedad, no es nuestra prioridad.

¿Cuál es entonces la prioridad?, ¿la paz? Muy bien, aquí la pregunta es: si nuestros estudiantes –y nosotros, los que leemos esto, tampoco, pues somos hijos del mismo sistema educativo- no saben resolver lógicamente los problemas con los que se enfrentan, ¿De cuál paz hablamos? La violencia siempre ha sido enemiga de la lógica, y mucho más de la lectura, la ciencia y las matemáticas.

Entonces, la paz, ¿y luego de la paz qué? Los resultados de las pruebas Pisa envían un mensaje contundente a la sociedad colombiana y su clase dirigente: ¿cuál es nuestra apuesta por la educación?, entre paz y educación ¿qué va primero?

Se vienen las elecciones, en las que será fundamental hacernos estas preguntas. Quién prioriza lo importante y quién lo superficial. Quién nos muestra una apuesta política de sociedad y quién nos quiere vender políticas supeditadas a la duración de un corto gobierno. Y aunque nos quede difícil, debemos ponerle lógica a la decisión.

 

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