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Publicado el Bajolamanga

La paz no está en La Habana

Los diálogos de paz son un tema recurrente en las reuniones sociales de este país. Este tema ha llegado a acaparar de tal modo las agendas de conversaciones cotidianas que esta semana, tomando el algo con mis amigas, terminamos hablando del tan popular tema.

La discusión se centró en lo siguiente: firmar o no firmar y punto. Todas estaban convencidas que hablar de paz en Colombia es hablar de la posible existencia de unas firmas. La atención de nuestra conversación de paz estaba en la Habana Cuba, a muchos kilómetros de distancia de Medellín, donde estábamos sentadas. Los protagonistas de la conversación eran una cantidad de tipos cuyos nombres no recordábamos muy bien, pero todas sabíamos que eran hombres “muy” importantes y “muy” poderosos, no solo por su posición social sino porque tenían la paz de nuestra Colombia en sus manos. ¡Qué cosa! ¡La paz en las manos de 20 personajes!

Afirmar que la paz de Colombia está en La Habana me parecía tan peligroso como decir que en Colombia se acaba la guerra el día que se firme un acuerdo entre las FARC y el Gobierno nacional. Había algo que no terminaba de encajar en mi cabeza.

Además de esta conversación, quise leer algunos apartados de los borradores conjuntos entre las FARC y el Gobierno. Leí cosas muy interesantes, inspiradoras y hasta bonitas, pero había un elemento que me quedaba por fuera: los acuerdos. Si están haciendo un proceso de negociación y diálogo, la forma en que este debe quedar materializado son acciones concretas, y estas acciones concretas deben ser pensadas en la realidad y las posibilidades del contexto de un país como el nuestro. Elementos pragmáticos y aterrizados que no logro encontrar en esos borradores, es decir los acuerdos, tal y como se pueden leer hoy, son contenedores con contenido no muy novedoso y no muy aterrizado.

Finalmente me parecía muy iluso creer que una guerra de tantos muertos, podía ser finalmente solucionada en otro lugar diferente a donde quedaron esos muertos. Los medios de comunicación, el gobierno, y los mismos ciudadanos- de manera peligrosa- caímos en la trampa de la polarización  de la paz: se firman los acuerdos, o no se firman los acuerdos. Yo creo que todos estamos equivocados.

La discusión en las familias y en los núcleos base de la sociedad- como las reuniones de amigas- no debería tornarse en firmar o no firmar, porque los diálogos de paz y la firma de estos no es la ficha determinante de la paz en Colombia. Son las ciudades las que tendrán que estar preparadas para recibir desmovilizados, son los territorios los que deberán preparar sus corazones al perdón y son los gobiernos quienes deben crear políticas reales y prácticas para afrontar las consecuencias de un acuerdo de paz.

Los diálogos de paz en La Habana nada tiene que ver con la paz en Colombia si no entendemos que la paz la construimos todos, y no 20 personas que discuten y llegan a acuerdos movidos por sus pasiones.  La paz, como la estamos soñando los colombianos, se hace en los territorios y no en otra ciudad ajena a la sangre, las lágrimas y las dinámicas de una guerra que hemos vivido en Colombia.

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