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La necesidad de exponerse en el universo digital

Por: SARITA PALACIO GARCÉS (@saritapalacio)

Después de dos análisis de perfiles de políticos jóvenes en redes sociales, hice un alto en el camino para revisar con cuidado las redes de otros tantos y para hablar de una práctica de la que adolecemos en unos casos y exageramos en otros: la exposición al ciudadano desde el espacio digital.

Estar en una red social da cuenta de una exposición. En eso no hay discusión. Ahora bien, cada quien decide cuánto abrir el espectro para permitir la interacción ciudadana. En otras palabras cada persona decide el grado de exposición al que quiere enfrentarse.

Hablemos de twitter. Estar en esta red ya da cuenta de un nivel de exposición. Decidir trinar es un avance en este nivel  y retwitterar, responder y enviar DMs son avances notorios en esta escala. Usted puede estar en twitter y no responder, solo emitir. Es un abanico que cada persona decide cuánto abrir y cómo agitar.

Pero estar en cualquier red, de cualquier modo, no llega a la escala máxima de exposición: la de la interacción en tiempo real alrededor de uno o varios temas de interés del público objetivo.

¿A qué me refiero? Una vez se abrieron las puertas de la interacción ciudadana, los públicos empezaron a demandar más atención, más respuesta, más interacción, más visibilidad. Esa petición constante de atención se ha traducido en el desarrollo de nuevas estrategias, (no siempre herramientas) para la exposición del ciudadano aclamado.

Aparecen entonces los streaming, hang outs, videoconferencias o twittcams. ¿Para qué? Para mirar a los ojos, conocer a la persona que está tras la red seguida, para preguntar y saber que la persona recibió el mensaje, en pocas palabras para estar seguros de la interacción.

¿Qué pasa? Un gran grupo de políticos se muere de susto de no tener la respuesta indicada para la pregunta del público, otro tanto es víctima del pánico cuando piensa que puede ser blanco de ataques directos (que en redes no superan la palabra) y muchos más tienen miedo a que la convocatoria sea un fracaso demostrando así que su fanaticada en redes o no es cierta o no posee una buena estrategia que se traduzca en maravillosa convocatoria. En pocas palabras, nuestros políticos no se quieren lanzar al ruedo por miedo al fracaso en todas sus acepciones. Las redes siguen siendo un universo desconocido al que temen enfrentarse muchos de nuestros líderes.

Lo que quiero que nos quede hoy en la mente después de leer este texto es que en redes no hay fracasos rotundos, sino experimentos fallidos. De cada experiencia hay un sinfín de variables para evaluar, aprender, refrendar o eliminar del portafolio de estrategias. Si no se intenta nunca se superará ese paso de escala máxima de interactividad.

El tema, la hora, el público, el día, el ecosistema y la time line en la que se habite son determinantes de éxito. Eso, sin duda, un estratega de redes lo sabe sortear con la mayor destreza. Lo que sí es garantía de fracaso es no exponerse, el miedo y la incapacidad se huelen en redes y ese olor se traduce en ataques constantes a la falta de carácter para mirar a los ojos al interlocutor.

Yo creo que es hora de superar la exposición virtual inmediata. Y con superar no digo olvidar. Creo que es hora de transgredir las barreras digitales y pasar a las tangibles, a las de carne y hueso, a las que permiten disfrutar de un café alrededor de una discusión.

Se trata de devolverse, de exponerse más, de poder ver  y ser víctima de emociones (en el buen sentido de la palabra) creo que es hora de que los políticos que hoy se mueven con facilidad en los escenarios y en las redes, se bajen de la tarima alta, se sienten en la silla de barrio, convoquen a sus seguidores a una cerveza, un café o una leche condensada y empiecen a conversar. Si eso, además se refleja en redes, es un éxito.

Es el momento de hacer que las cosas pasen en el mundo de la piel para que se vean en el mundo de los 1s y 0s. Yo creo que el reto está en generar conversiones de ambos lados. Generar espacios de diálogo en el mundo digital que puedan disfrutarse en el mundo tangible, y que luego los resultados se vean expresados en el mundo digital. Es, digámoslo de la manera más burda posible: acelerar la cadena alimenticia de la percepción en el universo digital.

Necesitamos en suma más exposición, el usuario, el cliente, el ciudadano, llámelo como quiera, está cansado, o estamos cansados, de escuchar, de ver, de leer, de percibir. Ahora, la solicitud es para increpar, entrevistar, contraponer, debatir, en suma, se necesitan espacios para contradecir, aplaudir o preguntar. Señor político, usted necesita exponerse para convencer. En el mundo las redes no funcionan los abrazos, los besos y las sonrisas. Cada vez más, el universo digital exige espacios para que convencer sea más que un arte, una resultado del diálogo juicioso.

Yo creo que hay que dejar el miedo de lado. Al final, es la posibilidad de evaluarse gratis. Si usted fracasa en el experimento de exponerse seguramente esto responderá a la falta de estrategia o de argumentos, en ambos casos, vital dar un giro a su estrategia y una revisión a su programa.

Y  en nosotros, ciudadanos, la tarea es exigir exposición, que nos miren a los ojos, que nos muestren las manos, que se vean, que entren a la cancha del debate, que muestren sus cartas y que no se escuden tras un avatar de twitter que envalentona y permite, en cualquier caso, ignorar la conversación.

¿Para qué exponerse? Para convencer. ¿Para qué exigir exposición? Para no tragar entero. Vivir detrás de un avatar sin dar la cara y el tiempo para la discusión es cómplice de la oscuridad, la manipulación y la arrogancia del político que jura no tiene que dar explicaciones.

Como ciudadano la tarea es moldear al político, no que él moldee las necesidades del interlocutor.

 

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