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La economía de la felicidad

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La felicidad se volvió un asunto de economía, se habla de la paradoja de Easterlin para afirmar que a mayor sea el nivel de ingresos de un individuo, aumenta su nivel de felicidad. Actualmente todas las políticas sociales del Estado se están encaminando hacia la generación de condiciones que fomenten la felicidad pensada como el bienestar que da el consumo.

Con fundamento en el Informe Mundial de la Felicidad, elaborado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN, Sustainable Development Solutions Network) de la ONU, el año pasado nuestro país ocupó el lugar número 33 de un universo total de 125 países. Para ello se miden variables como la idoneidad de las decisiones políticas y la capacidad para tomar decisiones con la vida propia.

Sin el ánimo de adentrarme en una discusión teórica y académica sobre la economía de la felicidad, quiero llamar la atención si es posible hablar de ser feliz como un tema económico y un resultado de éxito que se puede cuantificar. El Psicólogo sobreviviente de los campos de concentración de la segunda guerra mundial, Viktor Frankl, después de haber vivido todos los horrores propios de la exterminación judía, expresa en su obra que «la felicidad debe tener un fundamento del que nazca espontáneamente. Pero la felicidad no se puede perseguir, no se puede fabricar; al contrario, cuanto más se la persigue, cuanto más se busca el placer, menos se alcanza».

Dudo mucho que una persona pueda expresar en números cuán feliz es. La felicidad no se obtiene en un supermercado como comprar los víveres para 15 días, es una forma de vivir la vida y es una actitud frente a la vida misma más que un momento en especial.

Las condiciones de bienestar y calidad de vida que sí son totalmente cuantificables, sí son una conquista política que repercute en la comodidad de una persona, pero la felicidad es una elección libre que hace un individuo respecto a su vida misma. Por eso requiere de voluntad y esfuerzo personal para salir adelante y sobreponerse a las dificultades, a lo que la psicología moderna le llama la resiliencia.

Aunque parezca paradójico en la cultura de la abundancia habitual es posible ser feliz con poco. Estamos confundiendo el placer y el confort con el hecho de ser felices, osea estamos confundiendo algo infinito con algo finito.

Asumir la felicidad como una simple conquista material y de ingreso, significa asumir que somos tan limitados como seres humanos para no poder pensar en experiencias mucho más trascendentes. Vale la la pena pensar si podemos reducir a un número en escala de valores nuestra felicidad, o si podemos estar completamente seguros que con una cosa especial seremos completamente felices. Yo no he sido capaz ¿y usted?

 

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