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¿Fanáticos o dinámicos?

Los fanatismos se parecen a los terremotos: son de fuerza desmedida y arrasan con todo, con las posibilidades, por ejemplo. Las obras más perversas que ha creado el ser humano han nacido de la pasión desmesurada de ideologías políticas o religiosas, y lo único en lo que se han encontrado las posturas, por distantes que parezcan, es que todas y cada una de ellas actúa con la misma vehemencia.

Por eso el equilibrio es tan atractivo, y aplaudimos a quienes logran moverse en una esfera más moderada. Sin embargo esto, a veces, nos resulta confuso, pues es mucho más fácil ver la vida en blanco o en negro, que en gris o en beige. Es más sencillo justificar los hechos con el “Así soy yo y punto” que tomarse el tiempo de explicar y poner en contexto cada uno de nuestros sentimientos. Pero hay algo que no podemos olvidar, y es que somos dinámicos, no estáticos.

La mayoría de personas cree que la quietud es la forma más aceptable de vivir. Cambiar de trabajo, de carrera, de casa, o de pareja es sinónimo de inestabilidad para muchos, y a la inestabilidad le tenemos pavor. ¿Cuántas veces se nos ha antojado la contradicción, y hemos luchado con nosotros mismos para convencernos de que estamos equivocados? Nos pasamos la vida buscando el reposo, y nos olvidamos de que lo más hermoso de nuestro destino es aventurarnos al cambio, porque de éste nacen cosas maravillosas: como el cuerpo de la mujer, que cambia su forma para gestar y dar a luz; como los reptiles, que mudan de piel; como las estaciones, que nunca se tardan en aparecer.

Contradecirnos no es equivocarnos. Contradecirnos no es ser desequilibrados. Ser fanáticos, es decir, aferrarnos intensamente a algo, nos limita y nos encierra en un mundo de pocas posibilidades. El hombre o la mujer que fuimos hace 2, 3 o 4 años no existe hoy, y se vale pensar diferente, no estamos siendo infieles con nuestros principios, estamos actuando de acuerdo con las situaciones que se nos presentan. Tampoco es ser oportunistas, es ser prácticos: si en algún momento de la vida algo nos generaba placer, y después ya no, simplemente no lo volvemos a hacer; si cuando estábamos en el colegio admirábamos a alguien, y ahora de adultos ya ese personaje no nos inspira, está bien, en su momento el objeto de admiración o deseo le aportó algo a lo que somos hoy y por eso debemos estar agradecidos. Nadie forja su carácter en el sosiego. El fanático venera el objeto de su fanatismo, porque en cierta medida es lo único que le da estabilidad a su existencia, pero se aleja del resto de eventualidades que el cosmos pueda ofrecerle, y para mí esto, en esencia, es lo opuesto a estar vivo. Es morir.

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