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Estar juntos

Por: ANDRÉS FELIPE TOBÓN VILLADA (andfelltobon)

La condición del hombre obedece a un sentido de acompañamiento. Esto quiere decir que el hombre es hombre, no porque esté en compañía de otros, sino lo contrario: porque está en compañía de otros decimos que es hombre.

La anterior afirmación estuvo dando vueltas en mi cabeza durante varios días. La posibilidad “estar-juntos” como factor explicativo de la naturaleza humana, me parecía descabellada en comparación con dinámicas de bandadas y manadas, de familias y grupos, de parejas y “matrimonios”, tan propias -todas- del mundo animal. Me resultaba tomado de los cabellos, porque hasta el momento había comprendido el fenómeno del “estar juntos” en función de la agrupación aritmética. Así, “estar juntos” equivalía a la sumatoria de una serie de elementos individuales que, por circunstancias diversas, se habían agrupado para dejar la individualidad al servicio de la caracterización de un conjunto, al que posteriormente pertenecerían.

¿Pero, cómo es posible? pensaba estúpidamente. ¿Cómo es que aquello tan propio de los vivientes que habitan este mundo, sea luego la característica primordial de lo humano? Un griego retumbaba en mi cabeza durante todo el recorrido cognitivo, pero inconscientemente -creo yo- lo ignoraba.

Circunstancias diversas fueron las que invadieron mi realidad creada justo cuando divagaba en el pensar del acompañamiento. Pancartas, vallas, afiches y volantes procuraron distraerme de lo verdadero que habita el mundo. Muchísimas caras, casi todas conocidas, todas sonrientes, todas con colores vivos, todas como si lo menos importante fuera la gris realidad de lo que intentaban representar, me miraban ansiosamente desde aquellos medios. “Empezamos de nuevo” fue el inevitable pensamiento.

Supe en ese momento que por la formación que todos creen que tengo, este próximo semestre no sería tranquilo. Supe, en ese momento, que me era obligado conocer a cada una de esas caras, saber qué decían, pensar qué pensaban. Supe que luego quienes me rodean, quienes están a mi lado durante el camino que recorro en el mundo, girarían su cabeza y me preguntarían sobre algún tema relacionado con esas caras y sus aspiraciones. Supe que tendría que decirles la verdad. Supe que tenía una obligación.

Pero ¿por qué sucede todo esto? ¿qué es aquella cosa que invade al hombre cuando tocan la fibra de lo que conoce? ¿ética profesional, tal vez? ¿intereses matizados, acaso? No obstante, fue justo en ese momento cuando la cuestión inicial retornó a mi espíritu de manera tempestiva. Circuló por mi cuerpo, confundiendo todo lo que en este estaba seguro, permitió una pregunta inefable, y finalmente produjo una respuesta: “estar juntos”. ¡Eureka!

Estar juntos no consiste en mirarse en el otro y reconocerse diferente, sabiendo -aún- que estar con el otro es necesario. Esa es una triste definición. Estar juntos es una necesidad que habita en el hombre, que lo hace hombre. Estar juntos es reconocernos como obligados moralmente frente a una sociedad política. Estar juntos es reconocer, como diría el filósofo español Francisco Javier Conde, que el hombre requiere necesariamente de una relación política con su mundo.

Amigos, esta relación política no se resume en anuncios publicitarios. Esta relación política obedece a la dinámica de un juego en palabras de Cayetano Betancur. Un juego con reglas claras, con lineamientos específicos, y con una finalidad determinada: el bien común.

 

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