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Empresarios, paz y transición política

Por: Por: Laura Gallego (@LauraGallegoM) y Camilo Arango (@camiloarangoo)

Ayer miércoles se llevó en la Habana una reunión más entre el equipo negociador de la paz y un grupo de empresarios, sino representativos por lo menos estratégicos en el país por su poder económico y su capacidad de influencia. El llamado es claro: avanzar cuanto antes en la firma del acuerdo de paz.

El ejercicio empresarial y la política suelen encontrarse allí donde los intereses económicos y el poder tienen cabida. Sobre asuntos ideológicos y estructurales en el ejercicio político a los empresarios se les exige poco y es inusual encontrarse a un líder estrictamente económico con una posición política estructurada, que supere lugares comunes o intente legitimar posiciones que se disputan, como ya es repetitivo, entre el Uribismo o el Santismo.

Lo cierto del caso es que los empresarios, en medio de la transición política en la que nos encontramos y con el objetivo de avanzar en la construcción de una paz real, son actores no solo decisivos sino determinantes para asegurar este proceso, para materializar la paz, para lograr que el postcoflicto sea una construcción institucional.

Existen tres argumentos subyacentes en el rol que los empresarios están llamados a jugar y que resultan categóricos:

1. No se nos puede olvidar que el proceso de paz y el llamado Postconflicto se da en un contexto paradójico: en un momento en el que el país tiene una estructura empresarial solida, en crecimiento, con gran capacidad económica. Colombia es una economía emergente. Tal evidencia hace que los empresarios sean protagonistas en la construcción de institucionalidad y generación de confianza. Dos elementos claves y sensibles para el desarrollo y éxito del proceso. La legitimidad que el sector empresarial le aporta al proceso permitirá avanzar con mayor rapidez en temas tan complicados como la reparación de victimas y la reinserción de combatientes, es decir, sobre temas concluyentes si se trata de apalancar y concretar la paz.

2. En segundo lugar, un proceso real de paz sin un acuerdo agrario no es posible en Colombia. La construcción de la paz en el territorio y el tratamiento eficaz a los desafíos que dicha paz impone en términos de los retos del campo, la titulación de tierras y los nuevos proyectos productivos, no puede avanzar con un sector empresarial de simple espectador. El gran reto del Estado es ampliar sus capacidades y mejorar la eficiencia en su gestión, dicho de otro modo, la complejidad institucional del estado para ejecutar hace un llamado de urgencia al sector privado para implementar acciones encaminadas hacia la productividad y la sostenibilidad de la paz en el territorio. Se necesita una inversión comprometida y bien direccionada.

3. Finalmente, y citando a Mojica en su reciente visita a Medellín, la paz no es una lucha de izquierda ni de derecha, es una construcción social, humana. De allí que la participación activa y responsable de un sector empresarial con capacidad de influencia se convierte en un motor simbólico del proceso, estimula el compromiso de los actores a avanzar. Permiten construir confianza por encima de las disputas políticas, partidistas, electorales. Sitúan la construcción de paz como un objetivo de sociedad.

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