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El reto: la confianza

Por: LAURA GALLEGO (@lauragallegom)

La gran lección de 2013 y el principal reto que queda para el 2014 se simplifica en una palabra: confianza. Por muy básica, la confianza es en el ejercicio de la política el capital más preciado cuando se trata de consolidar, comunicar y proyectar lo que en Ciencia Política se ha llamado buen gobierno.

El politólogo japonés Francis Fukuyama subrayaba con razón en una de sus más importantes obras, (Trust, 1995), que“el bienestar de una nación, así como su capacidad para competir, se halla condicionado por una única y penetrante característica: el nivel de confianza inherente a esa sociedad”. Una sociedad libre, ordenada y democrática es aquella en la que sus ciudadanos y sus gobernantes entienden el poder de la confianza como relación y construcción social, una sociedad en la que las instituciones políticas se preocupan por la reducción de incertidumbre y la “visibilidad del poder”, una sociedad que entiende la confianza como capital político: planea, ejecuta, participa, debate, reconoce, controla, comunica.

El balance de 2013, a propósito de las instituciones políticas, luego entonces de la confianza, es desalentador. De lo políticamente incorrecto y lo cívicamente intolerable se hizo tránsito a lo lógicamente imposible de comprender en el panorama político nacional.

Decisiones desproporcionadas se tomaron desde todos los frentes. Organismos de control se excedieron en sus facultades transando discusiones innecesarias y desconociendo derechos políticos basados en argumentos débiles y con claros tintes partidistas. La multiplicación del paro agrario y la paralización de las principales rutas del país hicieron un alto en el sentido común del ejecutivo y la negación se jugó una de las cartas más importantes en la caída de favorabilidad del presidente y su proyecto político. Así mismo, de programas y planes claramente estructurados, el ejecutivo reprobó el año tras caerse en la palestra pública todos los debates que tenían por intención consolidar las apuestas por un sistema de salud, educación, de pensiones, de tierras, agrícola o nuevamente de justicia acorde con el propuesto en “Prosperidad para todos”. Ello, sin destacar la política internacional y la decepción que sigue significando el rol que se empeña en jugar Colombia las tras la decisión final del proceso con Nicaragua.

El legislativo y el judicial también sorprendieron. Discusiones sobre tráfico de influencias, ausentismo, participación en política y aventuras por el Caribe ocuparon las agendas de los principales medios del país por semanas, dejando en evidencia la superficialidad del quehacer político nacional, la debilidad en los argumentos, la volatilidad de los debates públicos. Todo ello no sin antes señalar que este año, además, la oposición estuvo casi exclusivamente al frente del expresidente Uribe, sobre lo cual es ya redundante escribir una palabra adicional.

Y si bien hay asuntos destacables, los avances en materia de paz, pese al escepticismo de muchos, han logrado constituirse en un experimento valioso, así como el repunte de la economía nacional con niveles más bajos de desempleo, inflación y un crecimiento mayor al proyectado. Lo cierto es que fue un año democráticamente inestable, en el que las decisiones más importantes del país no tuvieron consenso político o social, lo que puso entre interrogantes la palabra confianza.

En definitiva, un poco de sensatez y coherencia haría falta en 2014. Y si eso fuera aún muy poco, entendimiento en el ejercicio de lo político como construcción social. No hay que olvidar que entre el gobernante y el gobernado hay una relación ineludible, la edificación de la confianza entendida no sólo como reducción de incertidumbre, sobre todo como capital político. La construcción de confianza necesita de cambios en la manera como se coordinan las acciones y el liderazgo; en especial depende de la voluntad y la capacidad de gobernantes para definir objetivos concretos y exentos de ambigüedades, es decir, coherencia; así como del papel de los ciudadanos en la dirección y el control de los procesos de gestión pública, con argumentos, con claridad, con razón. Esa, aunque es una tarea necesaria, no es tarea sencilla.

 

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