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«El Centro lo volvieron periferia”

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Entrevista BAJO LA MANGA (@bajo_lamanga)

El teatro Pablo Tobón Uribe es símbolo de la cultura de Medellín. Es considerado, por muchos, el espacio cultural más importante del Centro de la ciudad. Allí funciona desde 1967 y lleva ese nombre porque el empresario Pablo Tobón Uribe donó un millón de pesos como capital inicial para empezar su construcción, en un lote aportado por el Municipio.

El teatro hoy es dirigido por Sergio Restrepo, quien también es director cultural de la corporación Otraparte, un espacio dedicado a difundir el legado del filósofo Fernando González desde el 10 de abril de 2002. Desde 2012 oficia como director del Pablo Tobón, y ahora, con los constantes problemas de orden público del Centro de la ciudad, ha debido ingeniarse nuevas estrategias para cautivar visitantes.

Bajo La Manga: después de estar varios años al frente del café Otra Parte, ¿cómo ha sido la experiencia de liderar el teatro Pablo Tobón Uribe?

Sergio Restrepo: el teatro tiene un montón de magia, un montón de encanto. Enamorarse de ese teatro es una cosarefácil, y tiene esa magia del Centro que algunos la sienten como eclipsada por algunas situaciones que suceden en él, pero toda magia tiene secretos. En este caso puede ser que está en un cofre que a veces lo hace duro y difícil, pero realmente el poder de esa magia es muy alto y muy especial.

BLM: si se tiene que destacar un aspecto relevante de la cultura de Medellín, ¿qué se podría destacar?

SR: ¿bueno o malo?

BLM: ambos

SR: hay que destacar en ambos lados. Yo creo que estamos afectados por la situación topográfica y geológica en que se desarrolló esta ciudad. Esta ha sido siempre una ciudad industrial donde el progreso está amarrado al capital, entonces ese progreso culturalmente está muy amarrado al concepto de desarrollo que se basa en el “haga plata”, y ese progreso nos ha llevado a situaciones muy complejas, como que nuestros jóvenes desperdicien su vida eternamente, bien sea legal o ilegalmente…porque hay jóvenes que trabajan absurdamente y hacen capitales importantes, pero no tienen familia, sueños, magia…son seres que no sonríen, que no pierden el tiempo. Seres que prefieren ir a una junta que al nacimiento de su hijo. Eso es un paisa, y eso es una tragedia, y así pasa desde el mafioso hasta el ejecutivo importante de la industria local.

Es absurdo que la ciudad industrial más importante de Colombia esté en el lugar menos indicado. Debería ser Barranquilla. Aquí estamos rodeados por una topografía absurda, con unas carreteras que casi son imposibles de hacer, donde se necesitan megaobras que significan sobrecostos impresionantes. Esta ciudad debería ser más del ensueño, de la magia, de la contemplación. En esa misma lógica creo que esta ciudad se ha vuelto miserable. Una ciudad con vísceras mercantiles, donde todo está puesto en pesos. Es una máquina tragamonedas. Pero, simultáneamente, genera ensoñaciones y otras cosas muy especiales. Si vos me decís cuáles son las cosas más especiales de nosotros, tengo un grave problema para diferenciar si son virtudes y defectos. Hay costumbres paisas que de Caucasia para allá son delitos, y lo son dependiendo de cómo lo apliqués. Sacamos una laca para echarle a la placa del carro para que la cámara de las fotomultas vea un brillo y no el número de la placa. Tenemos la capacidad innovativa para delinquir. Yo creo que ningún país ha pensado tanto cómo meter droga a Estados Unidos. Esta ciudad tiene esos contrastes, y termina generado pasiones.

BLM: ¿qué debe hacer la política por la cultura y qué debe hacer la cultura por la política?

SR: la cultura por la política no tiene que hacer nada. Ese discurso pues de que un niño que empuñe un violín nunca empuñará un arma me parece una güevonada vergonzosa de oírla y decirla. A mí me da pena cuando salen a decir eso. Hay que diferenciar el arte y la cultura. El arte tiene que ser el arte y se acabó. Puede ser grotesco, controversial, o de cualquier forma que mueva posiciones y pensamientos. La política es la que se debe adaptar al desarrollo cultural, pero no porque sea cultural necesariamente es bueno. La política se beneficia terriblemente del arte y la cultura, pero el arte y la cultura no tienen que hacer nada por la política. El arte tiene que ser inútil y punto. “La poesía no va a detener el terremoto de San Francisco”, decía alguien claramente, pero uno le agrega: «si quedan seres vivos después del terremoto, algo quedará de poesía». Es una cosa inherente al hombre, y la pueden hacer hombres malos y asesinos, o seres buenos. Grandes asesinos han sido muy sensibles. Eso es como pensar que por ser más educados somos mejores…a veces refinamos la maldad. Entonces “la más educada” no tiene que ser la más buena. Si sos más educado probablemente podés refinar también lo bueno o lo malo que seas; y tampoco da felicidad. No hay estado más cercano a la felicidad que la bobada. Sócrates lo definía de otra manera y decía “el que sabe sufre”. A veces esa carrera por el desarrollo paisa se lleva a otros extremos. El ideal de vida no puede ser el de alguien que deja de vivir por tener un doctorado y luego tener un cargo que les va a ocupar todo su tiempo. Los héroes nuestros no deberían ser el chico más listo de la cuadra, o el que más juega, o el que más plata hace, sino que el ideal de vida debería ser más simple.

BLM: pero los actores culturales también son actores políticos. ¿Qué aportes le ha dado el sector cultural a la ciudad?

SR: esencialmente, resistir. El modelo de una ciudad educadora o culta no se lo inventó el establecimiento. Es más, el establecimiento lo resistió. Ese modelo se lo inventaron unos actores marginales que Cristóbal Peláez los define parafraseando a Héctor Abad Faciolince: “nosotros no somos el olvido que seremos. Somos el olvido que ya somos”. El tema de educación, de centros culturales, el paisajismo urbano, el urbanismo social son cosas que desde hace mucho tiempo han venido haciendo los actores marginales de la cultura. No es gratis que por resistirse a la violencia como se resistió el sector cultural de Medellín, el Matacandelas abría sus obras de teatro a las 11 y 59 de la noche, cuando Pablo Escobar decía que el cartel no respondía por quien estuviera a las 11 y 59 en la calle. La ciudad y el gobierno aceptaron el toque de queda. La iglesia en Semana Santa dejó de dar la misa de medianoche. El único que se atrevió fue el sector cultural. Matacandelas dijo: “estreno a las 12 de la noche” cuando Pablo Escobar salió a decir eso. Entonces, en una salita que cabían 60 personas llegaron a haber 170. Ahí hay algo simbólico extraordinario. Y así hay muchos ejemplos en la historia de la ciudad. La cultura en Medellín resistió, mucho antes de que tuviéramos Parques Biblioteca, la estructura criminal y la idea de la plata fácil. Fueron los actores culturales los que se inventaron un lenguaje para despreciar la estética del mafioso. Fueron ellos los que se inventaron que “esa niña está esperando a su mafioso azul”. Ayudaron a que los jóvenes dejaran de soñar con tener las zapatillas blancas, aunque se demoraron dos décadas, pero eso es sumamente valioso. Ya uno dice que no hay nada más boleta que zapatillas blancas de mafioso de Envigado. Eso tiene una relevancia que no logra el Estado. El arte avizora lo que va a pasar. Fernando González planteó, en 1936, que el dinero mal habido iba a ser el dios de Colombia.

BLM: ¿qué papel pueden cumplir los artistas en esta etapa del proceso de paz en que se encuentra el país?

SR: ojalá no uno instrumental. Si vos mirás, la obra de Óscar Muñoz lo está haciendo siempre. Él nos está preparando para un posconflicto. Más que cualquier campaña publicitaria. Lo que hace Beatriz González, Doris Salcedo. Pero ellos no lo hacen porque vamos a tener una negociación de paz o no. Lo hacen porque es su naturaleza. El lío es cuando lo instrumentalizamos. Cuando decimos: “hay que preparar esto”, los grupos de teatro terminan haciendo obras para «esto». O los grafitteros, que son una cosa que debe ser de la contracultura, y están vendidos al servicio de…

BLM: ahora que está en el Pablo Tobón, ¿qué espacios del Centro cree que se deben recuperar a favor de la cultura?

SR: el Centro. Todo. Si me preguntás cuál particularmente, diría que el espacio público. Ese es el lugar  de encuentro. Quitar esos carros que estorban tanto y sacar tanto policía que creemos que nos brinda seguridad. Es absurdo que el Centro esté llevado del putas y creamos que con Policía vamos a solucionar eso. Lo que necesitamos es ocupar el espacio. La sola relación del día y la noche en el Centro es un indicador evidente. Vos, si vas a mediodía a Palacé, caminás y sentís que tenés un riesgo, pero caminás. En cambio, si vas a las 2 de la mañana te morís de miedo. La diferencia es que hay gente. Se nos olvidó que los lugares son tranquilos si hay vida y ocupación. Estamos entrando en una lógica de desocupar para que no dañen. El Centro, culpa de las dos administraciones anteriores, a quienes quiero y admiro, dejó de ser el corazón. Hicieron un servicio muy importante en desatrasarnos un poquito con la deuda social que tenía la ciudad con la periferia, pero volvieron periferia el Centro.  Si vos mirás todo el urbanismo social, que es algo muy grande que se hizo, volvió a hacer lo que habían hecho administraciones mucho más atrás de crear nuevas centralidades como la Alpujarra y la Zona Norte, que genera tensiones, pero debilita porque no prepararon el Centro para eso. Lo peor que le pudo pasar al Centro es que las grandes empresas, la iglesia y el Gobierno se hubieran ido de él. El Centro no hay que recuperarlo, allá van un millón de personas al día.

BLM: ahora mencionaba la noche en el Centro. ¿Cómo es la vida nocturna?

SR: tiene mucha magia. Alguna vez recorrí con mi señora los burdeles del Centro y están llenos de estéticas no construidas por nadie. Unas cosas que yo estoy seguro que si Almodóvar diera una vuelta por ahí, filmaría una película allá. Tiene contrastes muy extraños. La miseria del tratamiento del ser humano de manera no justa, porque el problema no es la prostitución sino la miseria. O el tema de los casinos que aflora de una manera extraordinaria en la noche. Hoy el Centro no se deja disfrutar de todos, y el primer responsable es la Administración, que es la que tiene que ocuparlos, y no es con concierticos güevones. Es con legislación. Si por lo menos el 20 o 30 por ciento de la población viviera en la noche, es decir: trabajáramos, estudiáramos, como pasa en muchas ciudades del mundo, equivaldría a todo el megaplan vial que se está haciendo en Medellín. Pero somos una sociedad demasiado goda, demasiado católica, demasiado enferma.

BLM: ¿los problemas de seguridad en el Centro afectan la asistencia al teatro?

SR: desde hace 45 años, pero ahora más, y ese ahora es desde 1984 para acá. Desde que la ciudad decidió salirse del Centro. Lo que nos ha funcionado muy bien en el teatro es lo contemporáneo, donde el público mayoritariamente es joven y tiene menos miedo de atreverse a ver otras cosas ni a tener esa experiencia con la calle.

BLM: ¿tiene Medellín un plan cultural definido?

SR: sí, hay planes. Han existido en varias administraciones con continuidad. Ese plan va a hacer crisis por el deseo de los mandatarios de dejar su huella en la ciudad, entonces construyen megaobras públicas, que ahora las hacen en cultura y deporte, porque se ha vuelto un nuevo símbolo, así como cuando construíamos grandes iglesias. Parece que ahora es muy importante construir espacios para la cultura, se puso muy de moda. El problema no es que los construyan, sino que el presupuesto de cultura de Medellín, que es mucho más grande que muchas ciudades de Latinoamérica, se está yendo en el funcionamiento de la máquina. Es decir: poner a funcionar todos esos edificios y plantas le cuesta entre el 50 y 60 por ciento del presupuesto de cultura…y ahora nos van a meter 20 UVA (Unidades de Vida Articuladas). ¿Quién va a pagar el funcionamiento de todo eso? El mantenimiento de eso es absurdo.

BLM: ¿qué podría hacer la Administración para mejorar el movimiento del aparato cultural? Es decir: invierte gran parte de sus recursos en el mantenimiento de los edificios, pero ¿qué puede hacer para que se aprovechen mejor esos espacios?

SR: está haciendo cosas. Estimulan las convocatorias, las becas y haciendo apuestas relevantes. Tienen que bajar el nivel de su pretensión constructiva. Más inversión social y transformación social, que física.

BLM: ¿qué le aporta la Feria de Flores a la cultura de la ciudad?

SR: me cuesta mucho trabajo responder esa pregunta porque no soy objetivo. Estéticamente le hace unos aportes. Me encanta que sea una Feria de Flores y no de otra cosa, pero realmente no tengo una dimensión de qué le aporta. Es decir, si eso cambia o no la realidad de la ciudad. Me parece muy valiente este alcalde, porque los anteriores no fueron capaces. Puede que tuvieran la voluntad, pero no el valor, y eso que acaba de pasar el alcalde más valiente que ha tenido Medellín que fue Alonso, pero ni él tuvo el valor de acabar la cabalgata. Este señor tuvo la valentía. En el primer año de gobierno la cambió de fecha y la puso un domingo, y eso transformó la mentalidad de la gente que no se emborrachó tanto, y este año les pidieron prueba de alcoholemia, pero ellos no quisieron medirse a eso y prefirieron que se acabara la cabalgata. Eso dice mucho de ellos. En los últimos diez años se ha transformado mucho la Feria de las Flores, con el Parque Cultural Nocturno, Orquídeas, Pájaros y Flores o un desfile de bicicletas, y eso habla muy bien. Pero si me preguntás si la Feria transforma esta ciudad, no creo, y no tiene esa obligación.

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