Por: SARA ARANGO FRANCO (@sarangof)
Una creencia común entre los habitantes del Valle de Aburrá es que en las partes planas del mismo, especialmente de Medellín, ya no se puede construir más; y que para poder suplir las necesidades de vivienda de las generaciones futuras será necesario expandir nuestra ciudad (entiéndase el Área Metropolitana) hacia las montañas, inclusive hasta el valle de San Nicolás y el valle del río Cauca. A esto se refieren algunos gremios como “la ciudad de los tres valles”, o “ciudad de los tres pisos”.
Sin embargo, los datos nos muestran que es posible construir mucho más en las 7112 hectáreas planas que tiene el Valle de Aburrá, orientándonos hacia una ciudad compacta, un concepto que está en boca de urbanistas y defensores de la sostenibilidad desde la década de los 70. Estas ciudades, caracterizadas por expandirse poco hacia la periferia y más bien ofrecer una gran variedad de usos y servicios bien equilibrados en su interior, son atractivas al ser eficientes energéticamente (porque disminuyen las distancias de desplazamiento promedio y la dependencia al auto particular), dinamizar las interacciones sociales, y minimizar la degradación de recursos naturales asociada a la urbanización en la periferia de las ciudades.
Las mayores densidades poblacionales en Medellín se encuentran en la periferia, mientras que las zonas planas permanecen sub aprovechadas para fines habitacionales. Esto en parte se ha perpetuado gracias al primer Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de la ciudad: si bien éste propone una ciudad que crece hacia dentro y con mayores densidades en las partes planas, bloquea la posibilidad de construir edificaciones para vivienda en muchos sectores planos de la ciudad. El urbanista Daniel Carvalho explica muy bien la relación entre el valle y la ladera en nuestra ciudad en este podcast.
Para 2030, se espera que la población del Valle de Aburrá crezca al menos en 844.883 habitantes. ¿Cómo podría ser que Medellín creciera hacia dentro? El Plan Director BIO 2030 plantea que Medellín está en capacidad de generar vivienda para alrededor de 250.000 personas y 370.000 espacios de trabajo, solo en una sección del escenario del río. Este escenario se verá revitalizado gracias a proyectos que generarán espacio público y calidad de vida, como el Parque del Río Medellín. Estas nuevas unidades habitacionales se construirán en lugar de casas que ahora tienen uno, dos o tres pisos, a lo cual se llama “reciclar ciudad”. Este proceso no es fácil porque requiere de mucha concertación y coordinación, y es de especial cuidado porque, mientras generamos mayores alturas, es razonable esperar mayor dotación de espacios públicos. Algo de este estilo se está haciendo con el plan parcial Naranjal, con Ciudad del Río y con el proyecto de renovación urbana Entre Orillas.
En este momento confluyen muchos esfuerzos ciudadanos y del Estado, y escuchamos noticias positivas como que el gerente de Camacol se muestre de acuerdo con desincentivar el uso del auto particular y promover la vida de barrio y el “urbanismo de primer piso”, aquel que prioriza las interacciones a escala humana. Sin embargo, también vemos fenómenos como la creciente tendencia (tristemente exagerada con la lamentable tragedia de Space) entre quienes tienen cierta capacidad económica, de buscar vivir fuera de la ciudad, incentivando la expansión de la misma.
Este problema (en esencia, el de los suburbios) es común en las ciudades a nivel global, y en nuestro contexto tiene una característica distintiva: resulta especialmente atractivo vivir fuera de la ciudad porque todavía en sitios como Envigado alto, El Retiro y Rionegro, se preservan atributos paisajísticos muy agradables*. Falta ver, a este paso, cuánto durarán así.
¿De quién es la responsabilidad de este fenómeno? ¿Se puede culpar a los consumidores, muchas veces ciudadanos que se ven expulsados de una ciudad ruidosa, contaminada e insegura? ¿Es responsabilidad de los municipios, quizás falta de coordinación en materia de ordenamiento territorial entre los municipios del Valle de Aburrá y el Oriente cercano? ¿Cuál es la responsabilidad del sector privado, y hasta dónde ésta debe sobreponerse a los ideales de la ciudadanía?
¿Cómo puede ser la ciudad, con sus grandes facilidades de interacción social y acceso a servicios, más atractiva que una vida en el campo y la naturaleza (una naturaleza cuya perdurabilidad no está garantizada a medida que más y más familias sigan decidiendo “vivir en el campo”)?
¿Estarán los municipios y las autoridades ambientales en capacidad de controlar esta tendencia tan marcada del mercado inmobiliario? ¿Cuál es la tendencia de expansión que se incentiva a través de los precios actuales de predios y viviendas? ¿Qué pasa con Medellín y su ordenamiento territorial, mientras municipios como Envigado adoptaron la política de urbanizar su ruralidad en la modalidad de vivienda campestre, una modalidad depredadora, ineficiente y poco acorde con los lineamientos de ordenamiento territorial?
En definitiva desconozco las respuestas a estas preguntas, pero una palabra que he escuchado mucho en discusiones similares es “corresponsabilidad”. Tampoco conozco las formas, pero creería que el POT que se aprobará en 2014 para Medellín se puede presentar, a través de lacorresponsabilidad, como una oportunidad fundamental para que la ciudad no nos rechace, sino que nos invite a ella, a regresar al centro y a todas sus oportunidades. Felicito al equipo del Departamento Administrativo de Planeación de Medellín por sus grandes esfuerzos en buscar un plan concertado, sostenible y bien fundamentado.
*”If you like nature, stay the heck away from it. Move to a city, the denser the better”, dice el urbanista Jeff Speck en su charla “The walkable City”.
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