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Cuidado con Prometón

Por: Camilo Arango (@camiloarangoo) y Laura Gallego (@LauraGallegoM)

Se suele afirmar que los ciudadanos tienen los gobernantes que se merecen. Dicho de otro modo, la multiplicación de analfabetas políticos que no ven ni entienden el por qué y el para qué de la política como instrumento de transformación social, quienes preparan el escenario perfecto para que quienes si ven la versión utilitarista de esta actividad, exploren y exploten el instrumento a favor de sus intereses personales.

Antioquia, a diferencia de muchos otros territorios del país, ha logrado posicionarse por una ciudadanía activa de ejercicio de lo político y de lo público. Desde colectivos comunitarios hasta grandes empresarios han incidido en el esquema de administración pública. El voto de opinión ha tenido eco y actores de diversas perspectivas se han movilizado a favor de causas que superan esquemas partidistas y que le apuntan a resolver retos y problemas propios de la vida colectiva.

Las elecciones regionales se definirán en semanas, y con ellas se acerca un escenario atípico en el que la política se desdibuja en su sentido sustancial, para darle paso a los cálculos electorales. Con la política electoral, ya empiezan a multiplicarse esos personajes venidos del más allá que vienen a prometer desde leche escolar y computadores,  hasta ferrocarriles y megaproyectos que solo son realizables, costeables y operables en la pequeñez de su pensamiento. Asistimos al mal llamado advenimiento del Prometon político. Ese personaje siniestro, que aparece cada cuatro años y cuyo mensaje solo recuerda una época de oscurantismo en el que la política se convierte en un espacio de pocos osados que ven en ella el mejor medio para hacerse a un par de contratos con jugosos porcentajes.

Prometones hay muchos, unos más audaces que otros, unos cuyo cinismo excede cualquier capacidad discernimiento. La lógica del vote por mí y después vemos cómo es clara y se expande en época electoral. Los Antiqueños tenemos mala memoria, no obstante sabemos que la experiencia y la manera de acercarse al elector cambia de forma radical y insinúa la forma en que se quiere llegar al poder y el cómo se quiere gobernar.  No nos dejemos engañar vía nuestra ignorancia de aquellos lideres que prometen pensar en grande pero solo hacen uso de sus recursos para comprar votos y conciencias. Inquietémonos  de esos lideres que se hacen llamar del pueblo y quienes solo aparecen cada 4 años a buscar escaños.

Pocos pero a consciencia tendremos que superar la visión maquiavélica de la política,  en el que el fin justifica los medios. Participar en política supone hacer caso a la coherencia, el criterio, la legalidad, la ética. Ganar el fortín es, para los candidatos del “todo vale”, el propósito elemental, aquel en el que la guerra de todos contra todos definirá el menos malo, el menos “untado”, el más estratega, el gran calculador que define su jugada en función de la caída del otro. Para los pocos que se comprometen a hacer política decente, estamos llamados a jugarnos otras cartas en Medellín y Antioquia, a mirar con incredulidad las grandes promesas y revisar con propiedad e inteligencia las candidaturas que con sensatez proponen un proyecto de ciudad y región cercano a las posibilidades y sin perder la visión del desarrollo que nos merecemos.

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