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Publicado el Bajolamanga

¡Cuánto valen unas piernas!

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La historia del soldado que perdió sus piernas le dio la vuelta al mundo en redes sociales. Y no es para menos. La indignación, el dolor, la tristeza, todo se juntó para que miles de personas en este país y en otro se manifestaran alrededor del hecho.

El cabo del Ejército Edward Ávila hoy se está recuperando, (si así pudiera llamarse) luego de haber pisado una mina antipersona en el Catatumbo (Norte de Santander).

Algunas veces uno cree que la aclaración sobra. En el casco urbano o en el monte no deberían existir minas. En ninguna parte y de ninguna manera. Una amenaza para el que caiga. ¡Cuántos han perdido sus piernas! ¡Cuántos han perdido sus manos! ¡Cuántos han perdido su rostro! ¡Cuántos han perdido el privilegio de disfrutar de los sonidos del mundo! ¡A cuántos hemos perdido por esta maldita guerra!

Después de conocida la historia del Cabo Ávila las redes explotaron. Miles de comentarios pasaban uno tras otro por mi time line. Muchos deseando la muerte a los infames integrantes del ELN que perpetraron este acto que no tiene ninguna explicación lógica más allá de la necesidad de algunas personas de infringir dolor.

Otros de los que hago parte entendieron que este es un acto atroz, que quienes lo hicieron merecen un castigo, pero encontraron en este doloroso incidente un motivo más para desear que de una vez y para siempre se acabe esta MALDITA GUERRA, esta maldita realidad que nos agobia hace muchos años.

Acá no es fácil vivir tranquilo. Acá se dificulta vivir un día sin bajar la mirada y lanzar una queja por la realidad que nos agobia. Acá necesitamos poder volver a vivir sin miedo, acá necesitamos esperanza. ¡Cuánto vale la esperanza!

Pensamos diferente muchos. Hay quienes quieren ir a acabar con la vida de estos hombres malvados, hay otros que declarando nuestra oposición a más derramamiento de sangre, “de cualquier sangre” imploramos a gritos que esto se acabe de una vez y para siempre, sin más sangre, sin más lágrimas de madres, sin más hijos solos, sin más esposas muertas en vida por tanto dolor. Todos pensamos diferente, pero todos coincidimos en un tema, en una pregunta, en un dolor: ¡Pobre hombre quedarse sin piernas! ¿Por qué tanto dolor? ¿Por qué la tortura? ¿Por qué sus piernas?

Y acá va la historia: ¿Cuánto valen unas piernas?

En el 2006 el Cabo Ávila entró caminando, para quedarse y hacer allí una vida a la Escuela Militar de Suboficiales. Entró con sus piernas, y creo, sospecho, que no estaba dispuesto a perderlas.

Una de las cosas que más le aplauden a los bebés en su primera etapa es cuando dan sus primeros pasos. ¿Lo han visto? Pues bien, no es raro que al Cabo también le hubiesen hecho fiestas y aplausos sus padres el día que dio, inseguro, sus primeros pasos.

El día que aprendemos a montar en bicicleta es otro de los días más celebrados por familiares y amigos. ¡Cuán importantes son las piernas para esta vaina! El día que aprendemos a saltar en lazo, el día que corremos más rápido… y el día que le ganamos la batalla al equilibrio y aprendemos a saltar en un solo pie… ese día tal vez no imaginamos la falta que nos haría, uno, o los dos. ¡Cuánto valen unas piernas!

Unas piernas para saltar, unas piernas para correr, unas piernas para sentir las de la persona que uno ama cuando le hace cucharita, unas piernas para estrenarse unos zapatos, unas piernas para sentir el césped, unas piernas para quejarse del calambre de hormiguitas, unas piernas para apostar carreras, unas piernas para ir a la tienda por una bolsa de leche, unas piernas para empinarse, unas piernas para darle un puntapié al balón, unas piernas para saltar más alto, para saltar mejor, unas piernas para ser el apoyo de alguien, unas piernas para no olvidar el cansancio, unas piernas para estar, sin intermediarios, con conexión con la tierra.

Después del atroz acto del que fue víctima el Cabo Ávila hoy sueña con volver a caminar. Le minaron sus piernas, pero no le minaron lo más fuerte para él: la esperanza. El día en que nos dinamiten los sueños, ese día lo perdimos todo.

En días pasados él, Ávila, dijo: “Este es el sacrificio que me tocó ofrecer a mí y estoy orgulloso porque lo hice por mi Patria”. Qué palabras tan duras, tan tristes, tan cargadas…

¡Yo quiero que esta maldita guerra se acabe YA! Por las piernas de Ávila y por todas las que se han perdido, por todo lo que Colombia ha llorado, por toda la sangre que la tierra se ha tragado. ¡No más! Nunca más. Unas piernas, una vida vale mucho, como para seguirla dinamitando.

¡Yo quiero que esta guerra acabe ya! ¡Yo no quiero que una vez más nos dinamiten la esperanza!

¡No más  minas! ¡No más sangre! ¡No más guerra! ¡No más piernas perdidas! ¡No más vidas empeñadas! ¡No más dolor! Nos merecemos de una vez y para siempre vivir en paz, con los pies puestos sobre la tierra.

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