Por: Marco Fidel Agudelo (@canocanomarco)
Uno tras otro van cayendo. Y es cierto, uno tras otro es silenciado. ¿A causa de qué? Eso no importa, cada año suman más. Cada año nuevos reportes de periodistas desaparecidos, muertos, torturados, amenazados y en el exilio. Y es normal.
¡Por sapos! Dicen algunos, por no ser capaces de guardar silencio, por no soportar el complot y la injusticia. Por no hacer parte de una sociedad que coopera y es cómplice con el silencio.
Naturalmente. ¿A qué ciudadano dedicado al crimen le gusta que le increpen por sus hechos?, ¿a quién le gusta estar en la palestra pública por apropiarse de lo ajeno? A nadie.
Ser periodista en Colombia es suicida. Es tan peligroso como ser defensor de derechos humanos, sindicalista, líder político de oposición o víctima. Si protestas, te buscan, te encuentran y te matan. Así de simple, desde que la muerte le es funcional a los delincuentes para el logro de sus propósitos y con el premio de no ser castigados por ello.
¿Y luego?, olvido y luego existo. Recordar, rechazar por un momento y seguir viviendo, hasta el próximo periodista o profesor o niño o mujer o dirigente o campesino o estudiante muerto.
Apenas natural para quienes la vida tiene precio y el sicariato se les convirtió en una forma de vida socialmente aceptada.
En los Montes de María, en el Urabá, en el Bajo Cauca, en Buenaventura, en Cali y Medellín, Bogotá y sur del país. En cada zona de conflicto, es decir, donde diversos grupos de interés político, militar, comercial, legal o ilegal disputa alguna ganancia, ahí están los muertos puestos por el periodismo colombiano.
Entre agresiones físicas, amenazas, obstrucción al trabajo periodístico, detención ilegal y exilio suman 98 violaciones, lo que se traduce en 121 víctimas en lo que va del 2014 según la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip). Entonces, ¿cómo es que se dice que en Colombia existe libertad de prensa?
La Flip es una organización no gubernamental que hace seguimiento a las violaciones contra la libertad de prensa en Colombia, desarrolla actividades que contribuyen a la protección de los periodistas y de los medios de comunicación y promueve la libertad de expresión y el acceso a la información.
A través de la Red de Alerta y Protección a Periodistas (RAP), la Flip se encarga de alertar sobre las violaciones a este derecho fundamental. Para ello, investiga y documenta cualquier tipo de agresión contra periodistas o medios de comunicación activos, públicos, privados o independientes y denuncia ante las autoridades locales y nacionales para que protejan a los periodistas en riesgo.[i]
Sólo en tres décadas se han asesinado en el país 142 periodistas por razones de su oficio. Los motivos tienen un elemento en común: la denuncia. Entre ellas:
- La existencia y accionar de bandas delictivas
- Por sacar a la luz la infiltración del narcotráfico en la fuerza pública, en la política local y nacional y en la economía del país
- Por denunciar la corrupción en la administración pública
- La persecución de colegas y medios de comunicación
- Por investigaciones periodísticas sobre apariciones de escuadrones de la muerte
- Por ser activista de derechos humanos
- Por el despliegue informativo sobre atentados y masacres
- Por denuncias sobre tráfico de drogas
- Por confusión o inconformidad de los agresores
- Por publicación de informes y fotografías que incriminen
- Por denuncias sobre atropellos de ilegales en las regiones
- Por cuestionar a servidores públicos, ejército o policía.
Baleados, acuchillados, desaparecidos, torturados e incluso envenenados, siempre por desconocidos pagados por grupos o individuos incómodos con sus verdades ventiladas al público.
Siempre muy efectivos, todos muertos, pocos logran escapar heridos. No era advertencia, su muerte siempre contundente como mensaje a su gremio y sus oyentes, porque estos hechos son una señal clara para el país de los que denuncian ¡Calladitos, se ven más bonitos!, dice el adagio popular.
¿Los periodistas han aprendido a vivir con esta realidad? ¿Se habrán adaptado y aprendido qué tipo de verdades contarle al país de tal manera que no les implique su muerte?
De muy pocos de estos delitos hay condenados, ni reporte de los procesos adelantados en la Fiscalía, mucho menos sentencias condenatorias.
Muy pocos han sido los vinculados al Programa de Protección a Periodistas del Ministerio del Interior y de Justicia y varios han sido asesinados luego de retirada su escolta policial. Tal como le ocurrió al periodista Luis Carlos Cervantes el martes 12 de agosto al medio día en el municipio de Tarazá, en la subregión del Bajo Cauca, Antioquia, a pesar de tener cinco denuncias formales de amenazas instauradas ante la Fiscalía General de la Nación.
Y los vientos de muerte continúa: “este lunes, 11 de agosto, el camarógrafo Leyfar Paul Bravo Hernández, editor de Bajo Cauca Noticias, fue amenazado de muerte y a través de un mensaje donde le dan 24 horas para irse del municipio y si no lo hace se atiene a las consecuencias.”[ii]
Continuamos igual. Un Estado que no protege lo suficiente, unos actores legales o ilegales que siguen recurriendo al silenciamiento violento, la muerte campeando entre los que denuncian y defienden los derechos de todos y una sociedad conservadurista que olvida rápido harta de tanta violencia.
[ii] http://flip.org.co/es/content/la-flip-condena-asesinato-del-periodista-luis-carlos-cervantes-en-taraz%C3%A1-antioquia
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