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Continuar la guerra, el conflicto armado y la crisis económica

“Sí, es posible un mundo con una humanidad mejor.

Pero tal vez hoy la primera tarea sea salvar la vida”

José “Pepe” Mujica

La aprobación del presupuesto nacional de Colombia es una ejecución clara del Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 “Todos por un nuevo país” consagrado en la Ley 1753 de 2015, lo que constituye un nuevo fracaso en el intento de los colombianos por ver reflejado en las normas sus deseos de desarrollo, inversión social y paz con justicia social.

El modelo de desarrollo económico capitalista colombiano es incompatible con la dignidad humana, la acumulación por parte de los privados y la profundización de esta acumulación a través de una violencia estructural que se materializa en el cobro de impuestos a las clases más bajas en la canasta familiar básica, la privatización de la educación, la salud, las empresas estatales de comunicaciones, de producción de energía, entre otras, encarece aún más la vida para las poblaciones marginadas y de esta forma profundiza los conflictos e impide una construcción de paz sostenible en el país.

Es absurdo ver en Medellín que las personas que poseen energía prepago deban pagar el impuesto por el alumbrado público, cuando han sido excluidas, históricamente, de una ciudad que sólo los tiene en cuenta para servir como mano de obra barata o para servir como chivos expiatorios de una política criminal dictatorial que legítima y defiende con poderosas garras esa acumulación que se ha hecho a sangre y fuego. Medellín es el claro ejemplo de la aplicación de 24 años de políticas de libre mercado, las cuales han beneficiado a un número reducido de personas; sin embargo, las mismas medidas económicas han profundizado las condiciones de miseria y marginación que ya traía consigo la ciudad como parte de la historia de su infamia.

Se pierde así, de nuevo, la oportunidad que todos estamos esperando de hacer de Colombia un país en paz y con justicia social, las prioridades de inversión se encuentran centradas en la continuación de la guerra y la expansión y consolidación de Colombia como una economía capitalista salvaje, lo cual sigue beneficiando a los mismos de siempre, los dueños ilegítimos e ilegales de los medios de producción; lo digo porque se permitió la expansión de la frontera petrolera, la explotación de páramos y ecosistemas maravillosos que como pecado son ricos en materias primas, desarrollo del campo mediante el método agroindustrial, privatización de los servicios públicos básicos y las empresas del Estado, la entrega de patentes de medicamentos a personas e individuos con ánimo de lucro, el aumento del cobro de impuestos a los pobres y la disminución de los impuestos a las empresas nacionales e internacionales con el argumento de mejorar la competitividad. Estas medidas acabarán por profundizar la crisis no sólo económica, sino social y política que Colombia posee, rompiendo con las mismas recomendaciones de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas que exigen que se elimine cualquier forma de tercerización del Estado, que las personas puedan acceder a esos bienes básicos a los cuales hoy no acceden a causa del contraprincipio de exclusión del precio -por demás muy alto- que poseen los productos básicos (agua, alimentos, vivienda, etc.) y otros necesarios (transporte, educación, salud, tierra) en un modelo económico en el que no prima el bienestar general sino el individual.

Todo estos costos de oportunidad, es decir, inversiones que esperan dar rendimientos en un futuro, demuestran una falta verdadera de planeación en el gasto público social, una descarada y frentera muestra del interés privado de cooptar el Estado -con sus beneficios, privilegios y recursos– y, además, legitimar la apropiación hecha a sangre y fuego de las tierras de campesinos, afrodescendientes e indígenas mediante figuras como las ZIDRES, las cuales acaban con la posibilidad de la tan prometida y falsa restitución de tierras y la protección del medio ambiente, al entregar nuestra tierra a las mismas empresas que han financiado el desplazamiento y destrucción de los diferentes ecosistemas.

Es fundamental, como hace Gustavo Petro en la ciudad de Bogotá, que el Gobierno Nacional cambie su prioridad en las inversiones, con el objetivo de garantizar el bienestar general, eliminar las barreras sociales, acabar con la odiosa desigualdad social y se invierta los recursos necesarios, tanto humanos y técnicos como financieros a fin de proteger los recursos naturales y el desarrollo sostenible de Colombia. Si no se hace esto y se siguen comprando fúsiles en vez invertir en libros, escuelas, maestros de calidad, alimentación, salud y demás, seguiremos viendo muertos en vez de grandes científicos y deportistas. Por ahí en las calles escuché, que no se sabe si él o la que muere a causa de esos fúsiles era quien podría evitar el calentamiento global, reemplazar a James Rodríguez, a Rodolfo Llinás o ser nuestra la doctora que de la cura al mundo del VIH. Pero todo esto requiere de una verdadera voluntad de paz y reconciliación, porque a la paz no se llega con armas, se llega con ideas, transformaciones, inversiones en la seguridad humana integral y sobre todo con mucho amor y paciencia, ya que no es un camino fácil pero es el único camino para salvar la vida como dice Pepe Mujica.

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