Si no comemos, nos morimos. De hecho, miles de personas, incluidos niños, mueren diariamente por falta de alimentos y de agua potable. Hay otros que no se mueren, pero por falta de nutrientes vitales en la primera infancia no logran desarrollarse completamente y pierden capacidades neurológicas y motrices, y eso es muy parecido a la muerte, pues este mundo tan exigente ya no acepta incompetentes. Para colmo de males, en un planeta en el que abunda la pobreza y el hambre, hay gente que se preocupa por el gordito de la cintura, por la celulitis, porque un pantalón le quedó apretado, porque algunos alimentos dan cáncer.
Sí, es verdad que unas carnes son menos sanas que otras, que el azúcar en exceso da diabetes, que mucha ingesta de grasa tapona las arterias y puede producir enfermedades coronarias. No es mentira. Pero y entonces ¿qué comemos? Es una paradoja pensar que hay que dejar de comer ciertos alimentos porque nos hacen daño, sabiendo que si no comemos, también nos hacemos daño. ¿O qué me dicen de la anorexia y la bulimia? El bajo consumo de alimentos, sumado a un trastorno psicológico de la concepción del propio cuerpo, tiene consecuencias catastróficas.
Y no estoy de acuerdo tampoco con la famosa frase “De algo nos vamos a morir” para justificar los excesos en bebidas y comidas sin pensar en sus consecuencias, pero sí tengo claro que es mucho más doloroso ver a un niño muriéndose de hambre, aun cuando hay suficiente alimento para que viva, que a uno que por causas ajenas al hombre nació con alguna enfermedad. Y no me malinterpreten: la muerte de cualquier niño es en extremo dolorosa, pero si bien aún no hemos encontrado la cura contra el cáncer, el sida o la diabetes, el ser humano sí tiene los medios y la capacidad de quitarles el hambre y la sed a todos quienes la padecen. Y en vez de estar pensando en lo que no nos podemos comer porque tenemos una posibilidad más de morirnos, deberíamos agradecer por la comida que podemos llevar a nuestra mesa y porque seguro no nos matará la inanición.
Diariamente la OMS nos dirá que encontró un virus nuevo, una causa más del cáncer, o un remedio que es peor que la enfermedad, la comida por ejemplo; lo que nos llevará a considerar vivir de manera más saludable: hacer ejercicio y comer lo que es adecuado para el peso y la edad de cada uno. Eso no es reprochable. Pero usted bien sabe que puede vivir así y también tendrá muchas probabilidades de padecer cualquier afección. Me refiero a que hay un sinnúmero de factores que afectan la salud y deterioran nuestro cuerpo, pero el hecho de satanizar la comida constantemente es grotesco. Hay gente que se levanta sin saber qué va a comer, y hay otra que rechaza la comida porque le hace daño.
¿Qué les parece a ustedes peor? Yo prefiero un mundo gordo, prefiero detener la gula a tener que espantar el hambre, prefiero decir “No más” que preguntarme “¿Cuándo?”. No repudiemos el apetito, ni mucho menos la comida. Ya llegarán esos días en que la escasez nos agobie y nos destruya, y nos odiaremos por haber pensado que comer daba cáncer, cuando el cáncer éramos nosotros.
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