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Buenas noticias en Medellín

Por: Sara Arango (@sarangof)

Entre las obras por valorización en El Poblado -cuya falla radica en el tipo de desarrollos y no en la mera recolección de un impuesto- y otras malas noticias que suelen acompañar nuestro desarrollo urbano, alegra mucho saber que al menos desde el discurso, contamos con un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que fue realizado con un gran empeño y un notable equipo técnico, y cuyas potencialidades parecen abrir un panorama más esperanzador para quienes creemos en las ciudades vivibles, dinámicas y humanas.

No todo es perfecto: no sabemos si los instrumentos en su detalle se prestan para llevarnos a la consecución de una ciudad más equilibrada y humana (yo confío que sí); no sabemos si se cumplirá el sueño de una distribución equitativa de beneficios para ciudadanos y constructores; no sabemos si la ruralidad va a estar lo suficientemente reforzada para sostenerse y potencializarse en su importante papel de mantener el agro, las zonas de protección y las comunidades campesinas.

(También tenemos que agradecer a los concejales que impidieron la posibilidad que en un futuro los clubes privados como El Rodeo puedan funcionar como parques para la ciudad.)

No sabemos, en últimas, si el POT va a servir para cumplir su cometido de devolver la ciudad hacia el centro, las centralidades y los cuerpos de agua, y de volver a priorizar al ser humano como eje principal de la vida urbana. Esto dependerá de cómo asumamos el reto: el Plan abre muchos lineamientos y posibilidades, pero seguimos dependiendo de la voluntad política y del acuerdo social en torno a un modelo de ciudad.

Si no hay acuerdo social, puede pasar lo que pasó con el POT de 1999 y su modificación en el 2006: los desarrolladores encontraron vacíos en la norma y se aprovecharon de eso para construir en detrimento del ideal previamente acordado a través del plan.

Personalmente, y desconociendo la totalidad de los detalles del nuevo POT, celebro y me uno al modelo de ciudad que a grandes rasgos propone el mismo. Las ciudades sostenibles necesariamente son ciudades compactas, se aseguran de mejorar la calidad de los barrios y la cantidad y calidad del espacio público, son caminables (así no se quiera hacer, existe la opción y es muy atractiva) y se preocupan por sus cuerpos de agua. Las ciudades sostenibles, gústenos o no, dan cabida justa y proporcional a todos los medios de transporte, redistribuyendo el espacio en las vías que actualmente en nuestras ciudades está ocupado en un 80% por quienes realizan solo un 15% de los viajes.

No se si en realidad existe una sola ciudad sostenible, pero hay ciudades más y menos sostenibles. Espero que las aparentes grandes potencialidades del nuevo plan se ejecuten exitosamente a través de la corresponsabilidad entre constructores, ciudadanos, empresarios, entre otros. La norma jamás bastará para reemplazar la ética de ciudad.

 

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