Por: ANDRÉS FELIPE TOBÓN VILLADA (@tobonvillada)
En el marco de la Semana del Politólogo, realizada por motivo de la celebración del pregrado en Ciencias Políticas de la Universidad EAFIT que este año cumple una década de existencia, por estos días se ha venido realizando una jornada de eventos académicos que tienen por intención llevar al ámbito de lo público a una academia cada vez más encerrada en sí misma.
En alguna de las presentaciones, un amigo de entre el público intervino para manifestar su preocupación ante un fenómeno que el mismo llamaba “la extinción del ciudadano político” en nuestro espacio colombiano. En efecto, argüía que elementos tan simples como la participación electoral o, mejor, los altísimos niveles de abstención a la hora de acudir a elecciones, eran un síntoma preocupante que daba cuenta de que el acercamiento de los ciudadanos al mundo de la política era cada vez más limitado, y de que las condiciones que podrían desprenderse de ello llevarían a una situación más dramática que la que ahora toca a las puertas de nuestra nación.
Tales aseveraciones se sustentan en una realidad que no puede ser dejada a un lado: en efecto, los índices de abstención electoral en el Estado colombiano son inquietantes. Al respecto, la Gráfica 1 es bastante ilustrativa. Entre 1998 y 2010, en materia de elecciones presidenciales, contamos con un abstencionismo cercano al 50% (en promedio) que, en términos cualitativos, implica que la mitad de los ciudadanos habilitados para votar en nuestro país simplemente no se acercaron a las urnas. ¿Será que la atención a la política ha perdido lugar?
Sin embargo, la situación a nivel mundial no difiere en la misma aseveración: “el abstencionismo es un factor inquietante para la democracia”. A nivel Latinoamérica países como Argentina (2011), Chile (2013), Ecuador (2012) y Venezuela (2013) contaron con índices de abstencionismo del 21%, 58%, 19% y 20% respectivamente. Si bien alrededor de las dinámicas políticas de estos países hay elementos que no pueden ser obviados, en materia de participación electoral es un hecho que abstenerse de votar tiene tanto (o más) porcentaje de “participación” que un candidato presidencial promedio.
En otros países como España (2011), Estados Unidos (2012), Francia (2012) e Italia (2013) los índices de abstención alcanzaron 28%, 42%, 20% y 25% respectivamente; de lo que se infiere una posible negación de un fenómeno de abstención concentrado o en Colombia o en América Latina.
Si bien el acercamiento que pretendo hacer en este escenario no es en absoluto detallado y, a lo mejor, obedece más a un breve pincelazo, mi intención es llamar la atención acerca de un tema poco estudiado y que merece la atención de la academia y, por supuesto, de la ciudadanía. Si bien es posible considerar que a lo mejor el asunto de la abstención es una circunstancia más de la democracia y que, incluso, abstenerse de votar hace parte de una de las opciones válidas del sistema democrático, llegar a conclusiones de este tipo requiere de investigaciones que respondan a preguntas acerca de los posible porqué de una situación de este carácter.
A lo mejor no asistimos a la extinción del ciudadano comprometido políticamente, o del “ciudadano político” como bien llamaba mi amigo; pero la situación se complejiza cuando al mismo tiempo es posible afirmar “a lo mejor, sí asistimos a tal extinción”. Este llamado no es uno de tipo moral: mi intención no es invitar al voto, por lo menos no esta vez. Este es, ante todo, un llamado académico.
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