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A la fuerza, no cuenten con mi voto

Por: Daniel Yepes Naranjo (@yepesnaranjo)

“La democracia es el abuso de la estadística” Jorge Luis Borges

Sigue avanzando la discusión de ese conjunto de normas con las que se quiere reformar algunas instituciones, mecanismos de elección y participación en Colombia, a la que a los medios y al Gobierno les ha dado por llamar «reforma al Estado».

El jueves pasado, los honorables de la Comisión Primera aprobaron, con una votación de 13 a favor y 4 en contra, el voto obligatorio, mecanismo propio de una democracia totalitaria en la que el individuo estaría condenado a sugrafar so pena de ser multado pecuniariamente en caso de no legitimar, a la fuerza, a ese ente abstracto y apabullante que es «el Estado».

Que es una lucha por el voto pedagógico y no obligatorio, dice Serpa sin sonrojarse. Le recuerdo al senador que nada que sea obligatorio puede ser pedagógico, y le recomiendo, además, leer Educación y Democracia de Estanislao Zuleta, para ver si reconsidera sus conceptos.

Que se quiere acabar con la indiferencia y con los altos índices de abstención. Por qué no se preguntan los políticos de este país si éste es sólo un problema de los que no votan y si se combate realmente con la obligación de votar por un Estado en el que la gente no cree, por unas propuestas que no comparte o unas ideologías que no defiende. Decir, categóricamente, que el abstencionista es un ser no ilustrado e irresponsable frente a la realidad del país es vulnerar la dignidad de quienes tienen una posición política válida e incómoda para el establecimiento que niega, además, el derecho a la libertad de expresión consagrado en la Constitución.

Que se quiere combatir la corrupción y la compra de votos. Ayer el senador Robledo decía algo simpático. Por efecto de la ley oferta-demanda, en esa lógica tonta, el precio del voto bajaría, y tanto la corrupción como la compra de votos permanecerían.

Dice Fajardo reiteradamente que los políticos toman las decisiones más importantes del país, es claro: el nivel de poder y los recursos económicos con los que dispone el Gobierno Nacional no los tiene nadie más en nuestro país, pero, recordándole, no sólo a Fajardo, sino a todos los colombianos, en la política también se han orquestado los peores actos de barbarie contra el individuo y eso ha redundado, entre otras cosas, en la escasa participación y los altos índices de incredulidad que profesan los ciudadanos hacia las instituciones políticas que conforman el Estado.

El asunto aquí, honorables, ¿es la defensa de la democracia, maestros? O es promover la participación democrática basada, más que en un mecanismo irrespetuoso como el voto obligatorio, en la garantía de derechos que la Constitución tiene escritos hace más de 20 años, pero que no se cumplen.

 

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