Oscar Wilde solía decir “Dadle al hombre una mascara y te dirá la verdad” Aureliano era el nombre que Gustavo Petro escogió en su paso por el M19. Es un rasgo que siempre me ha llamado la atención pero quisiera que recordáramos quién fue Aureliano en la obra Garcia Marquiana: “Hijo de Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía, el Coronel Aureliano Buendía es uno de los personajes principales creados por Gabriel García Márquez para su obra Cien años de soledad, publicada en 1967.

Nacido en Macondo, Aureliano Buendía crece con ciertas características inusuales, como su capacidad de predecir ciertos sucesos o el de mover objetos con la mente. Solitario ya desde niño, esa será una de los grandes rasgos de su personalidad.

Durante la mayor parte de su vida, Aureliano Buendía se dedica a luchar contra el gobierno, libra 32 guerras civiles ninguna de las cuales es capaz de ganar. Padre de 17 hijos —de 17 madres distintas—, Buendía sobrevive a las más terribles situaciones, escapa de la muerte tanto por voluntad de otros, es famoso el momento de su fusilamiento, como por la suya propia, ya que hasta intenta suicidarse.

No es hasta que queda harto de tanta batalla que Buendía se retira a Macondo, a la vieja platería donde de joven había aprendido a forjar pescaditos de oro, lugar en el que su soledad, implacable, se hace evidente tanto para él como para los que lo rodean.”

Premonitoria fue la decisión de Petro de escoger ese nombre, mucho de su vida esta reflejada en esa historia, esperemos que no sea la premonición de su destino.

Con la salida de 3 ministros con una trayectoria seria en sus temas, el caso de Patricia Ariza que a pesar de tener críticas dentro de los espacios de las artes y la cultura, es un miembro ejemplar del teatro nacional y de la historia de compromiso social por parte de los artistas. Su salida revela un rompimiento -si se quiere triste- con Petro, sin explicaciones y de un día para otro, sin agradecimientos, con una displicencia que dejó a todo el mundo con más preguntas que respuestas.

El caso de la ministra de deportes es menos extraño, Maria Isabel Urrutia no ha sido cercana a Petro, su nombramiento fue más distante y sin lugar a dudas es simbólico, es una mujer seria, se expresa con gran claridad y es evidente el conocimiento que tiene de la cartera que ya no maneja, no se ven razones de fondo para prescindir de ella, parece un capricho pero no un capricho de Petro sino un capricho de otra persona. Los caprichos en política se pagan caros.

El caso de Alejandro Gaviria es el más importante, pues Gaviria era una alianza de clase y una alianza política, un pacto con un sector del establecimiento y una alianza con un sector de centro que de alguna manera terminó confiando en el mandato de Petro en las elecciones finales el año pasado. Alejandro Gaviria bien podría escribir una novela con lo que vio estos 6 meses, su vida se mueve en gran medida por la diversidad narrativa, por lo simbólico y la participación en procesos históricos, hacer parte de la primera línea del primer gobierno de izquierda de Colombia, fue una oportunidad única.

Fue también el único ministro saliente que Petro invitó a cenar al otro día, para cualquier lector serio es evidente que le tiene más respeto a Gaviria que a las otras dos ex ministras. Más allá de suspicacias machistas, yo leo una empatía intelectual, soy de la tesis de que lo que más respeta Petro es cierto carácter que el considera “intelectual”. Perder a Gaviria es perder uno de los dos alfiles serios que tenía frente a un buen sector del país, solo le queda José Antonio Ocampo.

El episodio familiar es ciertamente penoso, pero evidencia su soledad, que es el título de esta columna, la soledad de Petro lo lleva incluso a desconfiar de su familia, con o sin razones, una carta pública dejando entrever los posibles delitos de sus familiares, es una jugada extraña y creo que inedita en los presidentes de las últimas décadas.

Gustavo Petro tiene una oportunidad única, fue elegido para representar y ejecutar el cambio, los cambios reales necesitan políticas reales y pensamientos realistas. Las realidades de Colombia son complejas y difíciles, no es tiempo para agendas ambiciosas e idealistas, hay poco tiempo para transformar una sociedad que con urgencia pide más igualdad y cambios profundos, la lucha de verdad contra la corrupción es más urgente que nunca. Y la paz (así sea parcial) como fue la paz de Santos, es urgente. A mi me gusta proponer porque siempre he creído que los cambios son colectivos o no son, Petro debería rodearse de voces éticas, serias, técnicas. Personas en las que él y el país puedan confiar. Porque tiene una oportunidad única pero el tiempo se acaba y no podemos seguir siendo una sociedad condenada a la violencia y a la soledad.♦

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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, candidato a master en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador.  Director de la ONG Por la Frontiere.

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