Políticamente insurrecto

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¿Por qué no a la visita del Papa en Colombia?

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@Perdomoalaba en Twitter

El indignado de tecla no da tregua. Ayer la Conferencia Episcopal anunció la llegada del papa Francisco a Colombia entre el 6 y 10 de septiembre del presente año y una de las ciudades elegidas para la visita Apostólica fue Cartagena de Indias. Sin mencionar a los anticlericalistas de ocasión, la hipersensibilidad entre los mamertos del “nada está bien y todo puede ser peor porque sí” se activó. Y era previsible que pensaran que un país tan miserable como el nuestro y con tantas necesidades de inversión pública tenga que asumir los onerosos costos del periplo papal.

Como el indignado de sofá es reactivo por naturaleza, nunca razona sino que acude a la emoción, por eso es el calanchín de la posverdad. No piensa que en este país se pierden 2 billones anuales en corrupción, pero como Twitter no vota, ya se da por descontado a Germán Vargas Lleras en el poder para que no sean 2 sino 4. Y nada pasará.

El papa realiza dos tipos de viajes según el origen de la invitación: «Apostólicos» si son los obispos, o «de estado» si la petición la hace el jefe de gobierno. En este caso como hay doble invitación Francisco llega al país del Sagrado Corazón como jefe del Estado Vaticano y como obispo de Roma y cabeza de la Iglesia católica.

La visita de este ‘rockstar’ del catolicismo supone altos costos. Para cubrir los de su llegada a México en 2016 se pasó el sombrero y hubo participación del gobierno federal, los cuatro estados participantes, la Iglesia y la empresa privada. Se habló de poco más de 10 millones de dólares.

Colombia debe prepararse entonces para una derrama económica de más de 3 millones de dólares y los gobiernos de Bogotá, Medellín, Villavicencio y Cartagena tendrán que invertir en el maquillaje y acondicionamiento de sus ciudades, en el reparcheo y pavimentación de vías, logística, seguridad, construcción de escenarios, traslados, personal de apoyo logístico y recorridos.

Dice el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Luis Augusto Castro, que Bergoglio, consecuente con su estilo sencillo y austero, se opone a los gastos elevados y le molesta el derroche y la extravagancia, algo que aquí es difícil de controlar, pero apelando a la filosofía del ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, hay que actuar con «austeridad inteligente».

Trascendió que el líder católico hará los traslados internacionales en Alitalia y los internos en Avianca donde arribará el domingo 10 de septiembre a Cartagena.

El papa argentino sabe que Cartagena son dos: la que se gobierna y la que no, y por eso la escogió. No por bonita ni exuberante; quiere visitar a los más pobres, es decir, el 70 por ciento de la ciudad. La dirigencia local, tan cínica e hipócrita como de costumbre, estará en primera fila besándole el anillo del pescador, pero él sabrá que todos esos fariseos tienen sumida a la ciudad en la inopia. Sin embargo, es una oportunidad inigualable para poner en evidencia nuestras carencias y desgracias así el Gobierno Nacional y el Distrito quieran meter la mierda bajo la alfombra.

Las críticas sobre los costos de su visita serán recurrentes pero sus beneficios van a ser mayores viéndolo en perspectiva. Francisco I es una celebridad que moviliza a millones sean o no católicos. En México, por ejemplo, los ingresos de la visita cuadriplicaron su costo. Tenerlo con nosotros activará el turismo de peregrinación o religioso y dinamizará la economía. Su arribo a Cartagena como última parada sin duda será histórica por no decir que apoteósica. No sólo feligreses locales querrán verlo sino miles de nacionales y otros tantos de afuera. Los hoteles estarán a tope y cientos de miles se beneficiarán directa e indirectamente de la economía que surja en torno a su llegada. Si los gobiernos Distrital y Departamental son inteligentes y saben aprovechar la oportunidad, será una estupenda vitrina pues los ojos del mundo estarán en La heroica.

Verlo y escucharlo será muy grato. Es latinoamericano y nos conoce. Es político,  carismático y hablará duro. Su discurso de reconciliación aunque no cale en algunos sectores políticos (y religiosos) guerreristas será importante. Lo necesitamos.

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