Parsimonia

Publicado el Jarne

Apuntes sobre Colombia

Hace ya casi un mes que he vuelto a España. Después de mi estancia de  cinco meses por aquellas tierras, llegó la hora de volver al otro lado del Atlántico. Aquí os dejo algunas de las cosas que más me sorprendieron y que anoté en mi agenda sobre su país y Bogotá. Espero que les guste.

El acento

El bogotano tiene un acento neutro. Excepto la confusión de la z con la s, se expresan de una forma clara y que no rechina a ningún hispanohablante. Parece que en cada placenta de las bogotanas haya una sede del Instituto Cervantes que expida títulos sin ton ni son. Con el acento y la forma de hablar tan suave y elegante que tienen las gentes de este país, no me explico cómo llevan matándose desde hace tanto tiempo.

(Tiempo después he sabido que la agencia EFE locuta todos sus vídeos en Bogotá para Hispanoamérica para no hacer chirriar los oídos de por allá)

La juventud

Dijo Sabina que Europa era una vieja resabiada mientras que Latinoamérica era una mulata con ganas de vivir. Que razón tenía el cabrón. Me impresiona ir por las calles y encontrar a cualquier hora o en cualquier lugar gente joven. Mires donde mires, siempre ves una madre con un niño acuestas o un chaval enfundado en su gorra y pantalón ancho. Es algo que me impresiona mucho. Me encanta la juventud que irradia  Colombia.

El tiempo

Un día sí y otro también llueve. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que llueve, aparece el sol durante 30 minutos, me deja como un cangrejo, y, a continuación, vuelve a llover como si se hubieran abierto las cataratas del cielo.Después, empiezo a perder la piel poco a poco hasta pelarme por completo. Pasa una semana, vuelve a aparecer el sol y me pongo como un tomate. De nuevo, me pelo y mudo de piel como las serpientes. Y así en un ciclo que duró los cinco meses.

También hay días en los que se pasa todo el día nublado y después hace un sol de justicia, mientras que tú ataviado con tus botas o paraguas esperas que empiece el Diluvio Universal. Y éste no llega. O días en los que vas con tus gafas de sol ancladas al cuello de la camisa y eres el hombre más estúpido de la ciudad porque cae un aguacero infernal. Pocas ciudades conozco donde puedas llevar un paraguas y unas gafas de sol a la vez y no tener la pinta de ser un gilipollas: Bogotá es una de ellas.

Camellar

Uno tiene todo tipo de prejuicios con los que lo han educado las series de televisión, los informativos, los amigos y los padres sobre Colombia. Así para un españolete como yo este era un país donde el tráfico de drogas estaba en todos los sitios.

Puestos en antecedentes, yo escuchaba hablar de camellar a todas horas a los colombianos. En España el camello es que vende la droga, el dealer, así que deduje que camellar era vender droga. Y por supuesto, todo el mundo camelleaba en Colombia y era lo más normal del mundo. «¿Cuándo empiezas a camellar? El lunes».  Así que  los primeros días, Colombia era para mí un gran supermercado de la droga en el que cualquiera se dedicaba a la venta y consumo de sustancias estupefacientes. Días después supe que aquello no era más que un sinónimo de trabajar, lo que sería el ‘currar‘ en España.

Violencia y delincuencia

Mi madre anunció que iba a volver por partes de Colombia: primero una oreja, después un dedo y así en un largo etcétera de amputaciones hasta que mi cuerpo llegara al Viejo Continente. O mejor, en una caja de pino surcando los mares. En mi mente, la violencia y la delincuencia eran de lo más habitual y aquí te quitaban la vida por nada.

Con este miedo metido en el cuerpo, nos bajamos del avión. La universidad envío un taxi que nos recogió para llevarnos a nuestro hostel de La Candelaria. En el momento de bajarnos del carro, corrimos como alma que lleva el diablo hacia el lugar en el que alojábamos hasta que cruzamos la puerta y nos «pusimos a salvo». Eran cinco metros, pero a mí se me hicieron los más largos de mi vida.

Visto en retrospectiva, da vergüenza haber protagonizado ese tipo de hechos porque Bogotá era una ciudad bastante segura. No es que sea Europa, pero si la comparamos con Caracas, es un oasis en el desierto. Otra cosa es el campo. Eso es otro cantar, otra cosa totalmente diferente.

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