Esto mejora, pero no cambia

Publicado el Polo Díaz Granados

Las Llamadas de Liliana Támara Urzola sobre los pactos de 40

Si hay algo que me dejaron de enseñanza seis semestres de una interrumpida carrera de Historia vista desde la perspectiva del periodismo es que, con el afán de nuestros días, los que desempeñamos este noble oficio de interpretar la realidad nos olvidamos que encontramos mejores noticias cuando nos detenemos y, en vez de registrar ese futuro inmediato, miramos, aunque sea por un momento, hacia el pasado…

Y el pasado de este blog comienza el 28 de julio de 2006, en una finca ubicada en Sabanas de San Angel, Magdalena. Hasta ese lugar llegaron ese día tropas del Ejército que –gracias a la alerta de un informante– se encontraron con un enorme arsenal  perteneciente a Jorge 40 (¡tronco de arsenal!). ¡Eran los plenos días en que las investigaciones por parapolítica andaban bien de moda! Y, por ende, los políticos más asustados que nunca.

Pero en esa finca el Ejército no solo descubrió armas hasta para arrasar con un pueblo entero… En la finca también había documentos, ¡información!, ¡pruebas que eran una mina de oro para la Corte Suprema de Justicia! Y en esa incautación había un documento en particular -entre otros- que, poco después, haría temblar a varios congresistas: ¡el famoso pacto de Pivijay!

Así como el de Chivolo, el Pacto de Pivijay fue un acuerdo con paramilitares (con Jorge 40 a la cabeza) en el que los políticos se comprometieron a respetar los designios que allí se estipularan de cara a las elecciones a Congreso del 10 de marzo de 2002. El pacto beneficiaba a personajes como José Gamarra, Jorge Castro y Dieb Maloof, que después coronarían sus respectivas curules.

El famoso pacto (la prueba como tal) primero estuvo en poder de la Fiscalía en Santa Marta, pero el 8 de marzo de 2007, cuando la Corte se enteró del hallazgo, envió una comisión de urgencia a la Samaria, para que levantaran inventario de esas pruebas y viajaran con ellas para Bogotá…

Y esta es la parte de la historia en la que entra el personaje principal de esta entrada de blog: Liliana Támara Urzola, en ese entonces secretaria general del movimiento Colombia Viva, ex miembro de la UTL y persona protegida políticamente por el entonces senador Dieb Maloof, ¡de ahí venía su interés por la información! Sin más ni más, la mujer movió sus palancas y comenzó averiguar lo que podía sobre esa prueba documental, ahora en poder de la Corte.

Sin que ella se diera cuenta y con la naturalidad que le daba el no saber que su conversación estaba siendo escuchada por la Fiscalía, esta mujer dejó ver su preocupación por los famosos pactos de Jorge 40 (Chivolo, Pivijay y Cesar) que estaban a punto de comprometer a sus políticos amigos; así lo percibí en esta conversación  de Támara con el ex representante a la Cámara y posteriormente condenado José Gamarra (clic aquí para leer la conversación).

Solo basta con sacar una tarde de tus ratos libres y ponerte a leer de manera detenida las conversaciones contenidas en este informe de la Fiscalía que resume las escuchas –informe que tanta validez tiene, que sirvió de sustento para unas cuantas condenas a parapolíticos (un ejemplo, aquí la de Pimiento)– y podrás descubrir la manera fría y calculadora (ojo, según mi opinión) en que estos políticos, en cuyas conversaciones participó también la mujer, pareciera que organizaran hasta testigos para que les beneficiaran en la coartada que preparaban para hacer frente a las investigaciones.

Tal cual lo manifestó la propia Corte Suprema, las conversaciones que observaron sobre Liliana Támara, dieron cuenta no solo de que el documento del pacto era “auténtico”, sino también que el “pacto fue con Jorge 40” y que, para ese entonces, las relaciones con Jorge 40, quien se encontraba preso en Itagüí, “no estaban rotas para la fecha de la conversación”, pues a través de un puente con Jorge Castro, había pedido que “le escribieran (a Jorge 40) para enterarse cómo estaban las cosas y qué más había que hacer”. Así como lo leen, lo dice la Corte.

¡Listo!, ahora preguntarán los 4 gatos que leen este blog: ¿Y, entonces? ¿Qué pasó con la mujer? ¿Qué es de la vida de ella? Pues resulta que todo este tema me vino al recuerdo porque en las pesquisas que he venido adelantando sobre el tema de Corporación Autónoma Regional del Magdalena, me encontré con que, después de que esta señora hubiera dejado su cargo como Secretaria General de Colombia Viva,  ingresó a Corpamag y, con el paso del tiempo y de –contrato en contrato- terminó creciendo como la espuma de la champaña dentro de la corporación ambiental, hasta el punto de llegar a ser, en par de ocasiones, directora encargada de la entidad.

En cuanto a presuntas responsabilidades por la “presunta preparación y compra de testigos” ordenadas por la Corte Suprema de Justicia a raíz de las interceptaciones legales hechas por la Fiscalía; de eso no se sabe nada.

¡No soy juez ni pretendo serlo! Pero como magdalenense me deja un mal sabor el hecho de que Corpamag no solo haya guardado un silencio preocupante ante una realidad que se ha vivido en los entornos naturales que están bajo su custodia –como el hecho de que  frente a sus narices se han construido diques ilegales que afectaron gravemente el estuario de la Ciénaga–, o que tras la ‘desmovilización paramilitar’ siguió la zozobra en las comunidades que habitan esas zonas, sin que la entidad hiciera reporte alguno a las autoridades.

Sino que además me resulta preocupante que la entidad les abra las puertas a personas que –si bien no les pesan condenas por temas paramilitares – con tan solo buscar su nombre en Google saltan a la luz grabaciones telefónicas irrefutables que dejan más dudas que buenas referencias.

Yo de Corpamag me preocuparía por mantener a la entidad al margen del metastásico fenómeno del paramilitarismo, sobre todo teniendo en cuenta que, en los años del apogeo paramilitar, (2003 y 2006) varios de los alcaldes que en esos entonces ocuparon puesto en el consejo directivo de Corpamag, y cuyos votos (o el de sus representantes) contribuyeron a reelegir al inmutable director de esa entidad, prácticamente no movían un dedo sin el visto bueno de quienes ejercían el control por la vía del terror y la intimidación

Prueba de lo anterior es que muchos de estos alcaldes, con el paso de los años, ¡terminaron condenados!, entre otras por haber aparecido ¡por cosas de la vida! en los pactos de los que tanto habló Támara en sus llamadas interceptadas.

PARTE II: Tatequieto a las mafias de contratación pública ¡en Corpamag!

PARTE I: Los hits de Orlando Cabrera en la contratación de Corpamag

Por Polo Díaz-Granados

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