¿Puede llegar a caracterizarse por este libro qué es ser un autor del boom? Por los descartes, parece que para ser escritor del boom había que nacer en una clase social privilegiada que daba acceso automático al poder político y cultural del país y del mundo. En ese caso, Fuentes y MVLL cumplían los requisitos, pues provenía de familias de clase alta, sobre-educados, cosmopolitas y vinculados a casas universitarias que los ponían por encima del nivel educativo básico de los propios países de origen. Pero en el caso de Cortázar y GGM no se cumple la norma.

Otro requisito hipotético era adherir al compromiso de causas sociales y pronunciarse sobre los asuntos políticos de su tiempo. En ese caso GGM y Cortázar se imbricaron en la defensa de la revolución cubana y de otros procesos revolucionarios de América Latina y de los derechos humanos. Pero los demás estaban comprometidos más con el liberalismo y algunas versiones de la democracia occidental, y con el paso de los años defendieron posturas políticas rayanas en el neoliberalismo y la democracia neoliberal que conviene al capital financiero. Estas contradicciones vuelven problemática la caracterización de un autor del boom. Por la estética de las obras y por lo que se sabe de la evolución de sus propios autores en posturas y bibliografía después de los años del boom es que se puede definir quiénes alcanzaron tal estatus o similar.

A juzgar por esta selección, intercambios epistolares entre cuatro autores latinoamericanos de los 60-70, se encapsula aún más el llamado boom. Es como si se propusiera un boom y un mundo externo al boom. Lo que lo hace aún más exclusivo y excluyente, fenómeno, con respecto a la generación en que se proyectaron. ¿Por qué titular a este volumen Las cartas del Boom y no por ejemplo “Las cartas de la mafia” o “El águila, el gran jefe inca, el coronel y el cronopio” que era como ellos se apodaban entre sí?

De todas las posibles combinaciones se eligió la ruta de los consagrados para juntar las cartas. La forma menos arbitraria serían 4 volúmenes de cartas individuales, dirigidas por esos autores a un círculo más amplio, lo que daría mayor coherencia a algunos de los temas y coyunturas tratadas. Al reunirse de esta forma, separando el corpus de correspondencia de un autor e integrar la sección a otro, a cuatro nombres, la coherencia apunta solo a remarcar la categoría “boom”.

Cuestionar un volumen en que sus autores participaron de modo involuntario sería ex abrupto. La ausencia de voces de otros autores de relevancia pero de menos consagración, como Donoso o Cabrera Infante, o los que hicieron posible el fenómeno cultural y comercial (sus agentes o a sus editores o sus mujeres y otros colegas) lo vuelve un queso lleno de agujeros. Se admite cuestionar la selección, ya sea que la consideremos desigual o incompleta, y arrojar preguntas sobre su edición, puesto que tantos expertos y académicos se han involucrado.

Las cartas de Fuentes y de Cortázar serían suficientes para un solo volumen. Las de GGM y MVLL son importantes para efectos de la selección, pero resultan insuficientes. Por ello, otros cruces de esas individualidades, a terceros, podrían dar un mejor resultado en epistolarios separados. ¿Tuvo CF correspondencia con Octavio Paz, por ejemplo? ¿Tuvo GGM correspondencia de trato más íntimo con sus amigos del Grupo de Barranquilla o con Álvaro Mutis o con la gente de la revista Alternativa? Las Cartas a Plinio Apuleyo tienen más información sobre Cien años de soledad que las incluidas aquí. Integrarlas o expandir esas correspondencias cambiaría esa visión cada vez más cerrada de la categoría “boom” al diversificar la mirada.

En algunas cartas del boom se evidencia el grado de amistad que tenían. Según guiños propios del humor costeño colombiano y mexicano, y camaraderías entre emisores y remitentes se establecen fórmulas de cercanía, pero no ahondan en postulados estéticos o en teorías literarias, ni se revelan resortes ocultos y relevantes de las obras en marcha (salvo alguna verificación de datos para Cien años de soledad, o gazapos desatendidos para Cambio de piel). Hay más sobre posturas políticas y conveniencias, y solicitudes, y muchos favores. C F y J C hubieran sido un recorte más ajustado, porque sus cartas son las más extensas, recíprocas, específicas en los temas. GGM se suma con misivas cortas y juguetonas, casi un lustro después de que se empiecen a cartear los otros, y son cartas más informativas de itinerarios urgentes, no las confesionales que en cambio sí dirigiera a Plinio Apuleyo Mendoza. Las respuestas de MVLL prácticamente escasean. ¿Es descortesía o solo les daba un trato de colegas, pero no de amigos, o acaso aún faltan por ser desclasificadas, indexadas y permitirse su acceso por ser el único que está vivo de los cuatro? Tal vez una correspondencia futura dirá más de MVLL que estos despachos tipo oficina de recursos humanos que dirigió a sus colegas del boom.

Entender un fenómeno cultural como el boom implica hacerse la pregunta: ¿Qué ocurría en Latinoamérica entre 1962-1975?  Evidentemente, no solo el boom. El boom es una categoría a cruzar con los asuntos de la cultura y la sociedad en la América Latina. Eso le da una perspectiva más amplia. La historia latinoamericana tiene líneas en común: la conquista, la colonia, las independencias, las dictaduras y las modernas democracias neoliberales. Los escritores del boom dieron cuenta de esas periodicidades en sus obras, que aparecieron entre los años 60 y 70 y se imbricaron y pronunciaron a cerca de los asuntos de su tiempo, lo que acaso permitió que sus libros pudieran ser leídos como espejo en los demás países, además de considerarse renovadores en las literaturas nacionales. Aunque este libro tiene en el fondo una vocación latinoamericanista, perspectiva completada en abundantes notas al pie, esa visión está lejos de ser precisa debido al recorte de la selección.

El boom fue un fenómeno editorial resultado de la divulgación masiva de media docena de novelas consideradas obras maestras latinoamericanas, y la consagración, entre lectores y especialistas, de un conjunto de autores del ámbito de la misma lengua. Esto pudo darse debido a unas características comerciales y sociopolíticas del tiempo en que ocurrió. La hegemonía política planetaria y los presupuestos para financiar la propaganda y cooptar a los intelectuales a los sesgos ideológicos occidentales o bien a los soviéticos, con becas, financiación, publicaciones, eventos. En fin: la gran atención prestada por la prensa y los centros editoriales hegemónicos a la literatura latinoamericana que se dio durante el boom, y el subsiguiente cese de ese interés coincide con su declive. España, que salía de la dictadura, con una literatura cansada y púdica, acoge las obras del periodo del boom y las convierte en una manera de integrarse a un mercado multinacional del libro.

En Europa y Estados Unidos hay un sistema cultural hegemónico montado para hacer eco a su propios artistas, que es a la vez estrategia de estado y penetración cultural. Cuando se pone en marcha esa máquina, todos nos enteramos casi enseguida de lo que se promueve, sea lo que sea: un Pulitzer, Barbie, o lo último de Stephen King, o el policial inglés o el nórdico o el francés de turno. En cambio, en la América Latina un escritor solo puede aspirar a moverse en circuitos locales (lo era antes del boom y lo sigue siendo después). Romper esta hegemonía cultural requería gente conectada en ambos mundos por una suerte vínculos personales, culturales, académicos y afines de todo tipo y una estructura cultural más amplia que las nacionales. En las cartas se pueden rastrear esos vínculos. Fuentes era casi el centro o cerebro, el mejor relacionado, el que tenía la llave a los traductores, los suplementos, a las academias y becas, era el puente entre el mundo de los escritores amigos y esos otros mundos de relaciones culturales con la lengua inglesa, con Francia, con los intelectuales de América Latina. Su sola correspondencia permitiría entender la filigrana de una época (el corte trazado lo esboza pero lo mutila: son solo los vínculos sutiles que atan el boom, pero es de presumir que tuvo que haberse carteado con la primera fila de los autores del momento en Europa y Estados Unidos, también con los editores de medios y los agentes literarios y los traductores: Fernando Benítez, Monegal, Retamar; pero esas cartas no están.)

Buenos Aires, Barcelona y La Habana fueron los lugares donde se expandió el boom a velocidad sideral, pero no son los sitios donde se escribieron las obras: la Ciudad de México, Nueva York, París y Londres son las ciudades donde se hicieron las novelas del boom. La Habana, y los congresos alrededor de la Revista Casa de las Américas y los Comités editoriales en defensa de la Revolución y las organizaciones pro derechos humanos sería donde confluyen y a la vez donde se resquebrajan los vínculos. En una carta de 1971, la única que le escribió Vargas Llosa a Julio Cortázar (según este volumen) este acepta las disculpas de la carta anterior en que Cortázar explica las tensiones que se dieron el año anterior en La Habana y el distanciamiento con los revolucionarios que también han empezado a cuestionar las posturas de un incondicional como Cortázar. El pie de nota dice que, en otra carta perdida o aún no indexada, Vargas Llosa comentó a otro autor la ingenuidad y equívoco de Cortázar, lo que convertiría su carta a Cortázar en una aceptación de excusas hipócrita o diplomática. Debido a los ataques de los medios culturales de la izquierda latinoamericana a los autores que se distanciaron de la revolución cubana, Fuentes utiliza en distintas misivas el término “Subliteratura” para referirse a los colegas que fustigaban a las figuras del boom. Ese término desafortunado es lo que distancia al boom y lo empequeñece ante su generación, y por eso es difícil que alguien más o menos enterado de que en ese mismo tiempo se había publicado Los ríos profundos o Hasta no verte Jesús mío o Palinuro de México o Zama o El entenado o El beso de la mujer araña (otras más) acepte ahora que eran esos autores la gran literatura, la única, o ellos los intelectuales públicos de más valía y que en sus posturas no estaban sesgadas o que jamás erraron. Fuentes, por no ir más lejos, es crítico del gobierno priísta que hizo la masacre de Tatlelolco, pero avaló al siguiente gobierno priísta que financió la represión llamada halconazo (también priísta y paramilitar). Si es una conveniencia política, también lo es una inconsistencia. La última vez que estuvo en Colombia, en 2012, saludó a su gran amigo Belisario Betancur y habló del desarrollo en la América Latina en presencia de los directivos de los bancos. La derechización de Vargas Llosa según estas cartas es anterior a la ruptura con Cuba, más o menos desde siempre, y no el resultado de sus reservas frente a las persecuciones cuasi stalinistas de los intelectuales cubanos críticos del régimen y de los reeducados, como Pradilla, es decir un reaccionario de vieja data, no efecto de su marquesado español. Fue muy crítico de las dictaduras latinoamericanas, y las cartografió en La fiesta del Chivo, pero décadas después de una meteórica carrera por la presidencia del Perú y luego divulgando un liberalismo burgués avalaría a políticos nefastos de derecha y procesos políticos neoliberales y rechazaría los programas políticos que reivindicaban a los campesinos y las reformas que buscaban cortar las desigualdades del continente en el cual no vive.    

El fin del boom coincide con el desinterés de las culturas hegemónicas sobre los asuntos de la América Latina. La cronología de las cartas delimita ese periodo de duración del boom: desde la publicación de Rayuela (1962) hasta Terra Nostra (1975), cuando se produjeron la media docena de obras consideradas hoy clásicos. Los autores estaban en su mejor momento, de madurez intelectual y de producción, y cuando las obras muestran un estancamiento, coincide con que el movimiento empieza a decaer. También se reduce la divulgación por parte de las dictaduras, que cierran las fronteras a la circulación de las obras de autores críticos. Pareciera que las tensiones políticas entre izquierda y derecha frenaron el boom, o le pusieron una lápida. Pero cada uno de ellos ya estaba posicionado en una orilla y sus obras seguirían sumando ediciones una vez terminado el periodo. Lo que hubo fue una inversión en la situación política de toda la América Latina herida por lo que Fuentes llamó “gorilatos”, dictaduras militares (en España, a la inversa, acababa la dictadura). Las consagraciones con los grandes premios, Cervantes, Nobel, tardarían en llegar, pero el boom aumentó el eco de las voces de los intelectuales que se pronunciaban sobre las graves situaciones internas y apoyaban los procesos revolucionarios. También hubo un cambio en las hegemonías planetarias porque entraban en crisis (con la desaparición de la URSS) y la aparición de la multipolaridad.

En las cartas queda registro de algunos momentos clave de las tensiones sociales que se vivieron en una década: el mayo del 68 en París, el efecto de la masacre de Tatlelolco en la plaza de las tres culturas, la caída del poder popular en Chile y la dictadura argentina. El rol de Cortázar en París en el 68 fue proactivo, participando de mítines y tomas con los estudiantes, así se abrió a una conciencia social que adheriría con los procesos revolucionarios de Centroamérica y Cuba. Una postura de compromiso que lo acompañará el resto de su vida. Fuentes menciona el efecto de las protestas intelectuales frente al gobierno de Díaz Ordaz y las controversias tras la masacre del 2 de octubre. La dictadura peruana de los 70, vista a vuelo de pájaro en un viaje corto al Perú, le dará a MVLL el escenario social para construir su novela política más ambiciosa: Conversación en la catedral. Los comités de defensa por los derechos humanos serían un escenario posterior donde las posturas ya divorciadas de los autores marcan pronunciamientos y distanciamientos. GGM asciende a la celebridad debido al éxito inmediato de Cien años de soledad y se manifiesta en favor de los movimientos socialistas. En cinco años su lugar de guionista, reportero y publicista en México cambia al rol de un intelectual público que viaja por el mundo resolviendo entuertos y defendiendo a presos políticos y apadrinando movimientos de apoyo a la izquierda revolucionaria.

El corazón del boom, paradójicamente, es GGM. Cien años de soledad no tiene par, ni en distribución ni en alcance. Fue un éxito meteórico comercial. A mediados de los 70 GGM volvió a vivir en América Latina después de que se publicaran 300.000 ejemplares de la primera edición de El otoño del patriarca, al mismo tiempo que se distancia de MVLL después del golpe que éste le propinó por celos en la Ciudad de México. Con esa ruptura, se rompe definitivamente un lazo íntimo del boom. La correspondencia entre todos se hizo cada vez más escaza. Con su desaparición, el boom se vuelve un retrato de época, una etiqueta. El sustento del movimiento, las acciones y asociaciones estratégicas, decae. Cortázar muere en los años 80. GGM pasa a la celebridad con el Premio Nobel. MVLL pasa a la arena política. El intercambio de cartas que daba cuenta de la amistad que amalgamaba la relativa cercanía ideológica de los autores se dilata en las siguientes dos décadas. La amistad que había entre Fuentes y GGM perdura, y se manifiesta por escrito en algunas crisis de salud, y continúa hasta el final de la vida de los dos, y cesa en la desaparición de ambos autores con dos años de diferencia. 

Algunas percepciones se desprenden de la personalidad a partir de este corte de correspondencia. Solo Fuentes parece un gran amigo y el autor capacitado para poner en contacto a autores con gente de todo el mundo y alguien dispuesto a hacerlo. García Márquez solo pedía favores (por este corte de correspondencia se desconoce si también los hacía). Cortázar fue un lector atento, que sugería cambios y notaba gazapos y erratas, pero no tuvo interlocutor, salvo Fuentes. Vargas Llosa no era buen interlocutor, porque no respondía o lo hacía con doblez de político.

Las cartas del boom es un epistolario forzado por la etiqueta. Las cartas de Camus, o las de Kafka, son una correspondencia: revelan un individuo con visos humanos, vaivenes del espíritu, honduras, pasiones, mistificaciones, posturas morales. En estas cartas hay más recomendaciones y elogios mutuos e itinerarios de viaje que rasgos. Los artículos que se incluyen como apéndice y la información a pie de página permiten completar lo que la correspondencia deja aludido: el retrato de una generación literaria, la que situó a la literatura latinoamericana en el mapa del mundo. En literatura no hay tercer mundo, decía Carlos Fuentes.

Las cartas individuales de los autores del boom podrían dar una buena idea de la vida íntima si se editaran por separado, como comunicaciones desde una individualidad a otras que la rodeaban y con la que se estableció una conversación por escrito durante un tiempo considerable. Seguramente irán apareciendo así, más adelante.

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Las cartas del Boom, varios autores. Alfaguara, 2023.

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