El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

VENUS EMERGIENDO DE LAS AGUAS

El cuerpo de la mujer ha sido un campo de batalla desde hace más de dos mil años. Nos han impuesto cánones que hemos debido seguir aún en contra de nuestros propios deseos e intereses, pero no siempre fue así. Hubo una época, de milenios, en que la mujer fue considerada una diosa, y su cuerpo un objeto sagrado. Al menos esto es lo que podemos corroborar cuando hacemos un viaje a traves del tiempo. Me refiero al legado de la historia del arte y de sus venus.

 Las primeras representaciones del cuerpo femenino están en las venus esteatopígicas – de grandes caderas –, siendo la más famosa la figura encontrada en el Valle de Willendorf, en las cercanías del río Danubio, por el arqueólogo Josef Szombathy, en el año de 1908. Es una figura neolítica, cuya datación oscila entre los 20000 y 25000 años. Sin lugar a dudas es una escultura sacra, representa la creación, y nos habla de un culto a la mujer como dadora de vida. Es una figura de escasos 20 cm y recuerda el cuerpo de una mujer desfigurado por múltiples embarazos.

En el período que va del 5000 al 3000 ac se encuentran unas representaciones a todas luces contemporáneas, me refiero al arte cicládico; son figuras estilizadas y de una enorme belleza. Pero la imagen sagrada de la mujer tenía los días contados.

En el 460 ac vemos a la Venus de Ludovisi, hallada en Italia, en la villa que lleva su nombre, en el año de 1887. El Trono de Ludovisi es una laja de mármol blanco en el que se observa a Afrodita Urania emergiendo del mar, ayudada por las Horas, diosas del orden y de la justicia. La venus representa la Belleza, entendida como sabiduría divina; necesaria para guiar a los hombres en la búsqueda de la verdad y en desvelamiento de los misterios.

La Venus de Cnido (370-330 ac), de Praxiteles, representa no sólo a la diosa, sino a la hetaira Friné; famosa por su belleza y por su espíritu libre, dedicada al amor y a la pasión. Es famoso el juicio que le hicieron los hombres por la vida licenciosa que llevaba, en el cual no aceptó ninguna defensa; y en el momento en que debió responder a sus jueces, muchos de los cuales eran sus propios clientes, decidió quitarse el quitón. Cuando su cuerpo encandiló los ojos, más que lascivos de los hombres que querían su cabeza, su batalla estaba ganada; unánimente decidieron que tanta belleza por fuerza debía pertenecerles a todos. Esta es sólo una de las leyendas que se conocen sobre Friné, y como toda leyenda tiene muchas aristas, así que cada cual podrá decidir con cual se queda.

Para el siglo XV, cuando ya el cristianismo – heredero de la misoginia de las culturas griega, latina y judía- se había instalado en Occidente, el cuerpo de la mujer fue considerado pecado, culpa, hecatombe, pérdida de la moral de los hombres de bien, los artistas ya no sabían cómo pintar ni como esculpir un cuerpo femenino. No es sino mirar la Dama en el baño, de Jean Van Eyck (1390-1441), para darnos cuenta de lo que pasaba en el arte.

Obsérvese el desnudo femenino y el desconocimiento de las proporciones humanas. Algo muy común durante el Medioevo, puesto que la influencia del cristianismo comenzaba a hacer verdaderos estragos en todo lo concerniente a la ciencia, pero sobre todo en lo concerniente a la mujer. El oscurantismo se había instalado y el miedo a la mujer se convertía en la nueva doctrina.

Por fortuna llegó Sandro Boticelli con el nacimiento de Venus.

Como todas las figuras de este gran pintor, Venus, teniendo como modelo  a Sandra Lippi -hija y hermna de los pintores Lippi-, Sandra aparece alargada, pero su cuerpo es proporcionado. No en vano, el pintor la realizó pintándola  completamente desnuda. Lo que revelaba un cambio sustancial en la historia del arte florentino y el cual tendría una fuerte incidencia en el arte en general. Aún no había llegado el terrible Savanarola, por lo que Florencia aún conocía cierta libertad de pensamiento.

Con Eva Prima Pandora, del  pintor Jean Cousin (1522-1595), aparece el primer desnudo del Renacimiento francés (hacia 1550). Obsérvese  que el brazo izquierdo reposa sobre una calavera mientras que en el derecho lleva una serpiente. Ya para entonces los modelos de Eva y Pandora, símbolos de la mujer traidora, habían penetrado el imaginario colectivo. Con este cuadro Cousin se propuso poner en guardia al hombre del siglo XVI contra todos los males que, según él, representa la mujer; sobre todo si es bella. Según el pintor, ella genera vida, pero también muerte, desolación y pecado.  Es esta idea que prevalecerá en los siglos siguientes. Pero no era algo nuevo. Desde los siglos XII y XIII se había venido rescatando el antiguo Derecho Romano, misógino por excelencia. Las escuelas de niñas habían desaparecido y los monasterios de mujeres pasaron a ser de clausura; mientras que los monasterios masculinos seguían siendo centros de educación y cultura, por lo que sus monjes podían llevar una vida social activa, incluso sexual; no es sino pensar en el Avignon de los papas para corroborar esta idea.

A partir del siglo XVI se  observa un cambio en la educación de las mujeres, especialmente en los países escandinavos, donde la Iglesia Luterana había hecho un gran esfuerzo porque en todos los hogares se pudiese leer La Biblia y en el resto de Europa la mujer pudo aprender a leer y a escribir bien avanzado el siglo XVI. Este privilegio estaba reservado a las clases nobles y burguesas. Sin embargo, en la educación de las mujeres se privilegiaba la lectura de La Biblia, el libro de oraciones y la interpretación del piano. En el caso específico de las colonias españolas, ubicadas en el territorio del Nuevo Mundo, estaba, incluso, prohibido importar libros de literatura no religiosa. En los Estados Unidos estaba prohibido enseñar a leer y escribir a los esclavos, el que supiera hacerlo podía pagarlo con su vida si llegaba a ser descubierto; situación que no difería mucho en la América Hispana.

Por su parte, Francia,  desde 1627, con Mme. de Rambouillet a la cabeza, había iniciado los salones literarios y el arte de la conversación, lo que el mundo conocería más tarde como el círculo de las Preciosas o de las Mundanas, círculo que dio origen a la Ilustración Francesa. Estas maravillosas mujeres solían realizar estas tertulias en sus propias habitaciones, es decir en el mismo lugar donde dormían y amaban; pero no hay que olvidar que eran sólo una ínfima minoría. Puesto que  la gran mayoría de las mujeres seguía sin saber leer ni escribir. La educación les estaba negada, considerando que la lectura era permisiva para el cuerpo y para el alma y que sólo las conducía  a su propia perdición; léase condenación eterna. El canon de belleza de las mujeres estaba regido por las curvas generosas, para ello puede verse el cuadro Las tres gracias de Rubens (1577-1640).

Nada que ver con el canon contemporáneo de mujeres escuálidas y cuasi cadavérico que nos legó en los años 60 la modelo Twiggy.

En el siglo XVIII el libro había ganado un lugar importante en la vida parisina y de provincia. Las mujeres salían a pasear con un libro en la mano, o exigían tiempo para dedicarle a la lectura. François Boucher (1703-1770) y Fragonard (1732-1806), entre otros, entendieron este cambio social y lo llevaron a los lienzos en obras de una gran belleza como Madame de Pompadour (1756) o La lectora (1770).

Como el libro comenzó a ganar un lugar importante, y la lectura se hacía cada vez más popular, los hombres comenzaron a inquietarse por este fenómeno, al que llamaban “la furia de la lectura”, fenómeno que amenazaba con salirse de sus manos; lo que significaba perder el poder ancestral que siempre habían tenido sobre las mujeres. Así que los ríos de tinta no se hicieron esperar, con el único fin de luchar contra lo que se consideraba una verdadera pandemia. Las primeras teorías de la importancia de “una lectura dirigida”, aparecen con el fin de hacer énfasis en la educación católica y todo lo que pudiese interpretarse como virtud femenina: sumisión, obediencia, recato, silencio, prudencia. Virtudes netamente marianas y que tanto daño nos han hecho a las mujeres occidentales. Es decir, todos los elementos que le garantizan al hombre el control absoluto de la mujer; pero ante todo, que no quebranten el orden establecido por ellos.

SIN UN CUARTO PROPIO

  •  El drama de muchas escritoras:

Heinzmann, un librero suizo del siglo XIX, consideraba que después de la Revolución Francesa, la manía de leer novelas era la segunda plaga de la época. Incluso, algunos intelectuales racionalistas consideraban que la lectura dañaba a la sociedad. Años antes, en 1791, el pedagogo Karl G. Bauer  escribía :

  • “La falta total de movimiento corporal en el momento de la lectura, unida a las diversas ideas y sensaciones violentas que emanan de ella, no pueden sino conducir a la somnolencia, al atascamiento, a la inflamación del vientre y a la oclusión intestinal; produciendo una incidencia real, como ya se sabe, en la salud sexual de uno u otro género, pero sobre todo en el género femenino” .

Por su parte, Charlotte Brönte (1816-1855) nos relata su vida y la de sus hermanas, muy similar a la vida de Jane Austen, “Vivíamos en un lugar alejado donde la educación había hecho pocos progresos y donde, en consecuencia, no había ninguna tentación de buscar un trato social fuera de nuestro círculo familiar; dependíamos por completo de nosotras mismas, y de los libros de estudio, en lo que toca a los placeres y las ocupaciones de la vida”. Charlotte Brönte solía corregir el manuscrito de “Jane Eyre” mientras preparaba el almuerzo; situación que la llevó a rebelarse y a analizar su situación.

Nadie mejor que Virginia Woolf para narrarnos el drama de no tener un cuarto propio. Desde entonces mucha agua ha corrido debajo del puente. Pero si bien en Colombia las mujeres asistimos a la universidad y si hemos llegado a ocupar cargos importantes, también es cierto que políticos misóginos, como el procurador Ordoñez o el senador Gerlein, han impedido que tengamos las mismas oportunidades que los hombres, nos han negado un salario igual al que ellos ganan, y legislan en contra de nuestros derechos sexuales y reproductivos, aduciendo que están protegiendo la sociedad y la familia; ignorando que el concepto de familia puede ser muy extenso, y que las leyes, por fortuna, son dictadas por la sociedad, no por la divinidad en la que cada uno de ellos cree.

Nota: El artículo de hoy es un aparte de la conferencia que dicté en julio del 2011 en el marco del XXVII Encuentro de Mujeres Poetas de Roldanillo y en el X encuentro Internacional de Mujeres Escritoras celebrado en Panamá en el 2012, titulada Virginia emergiendo de las aguas, y si lo hago hoy es para contribuir en algo en la lucha contra la misoginia; ya que los discursos en contra de las mujeres se han ido agravando y con ellos la violencia en contra de nosotras se hace cada vez más visible.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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