El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

I PARTE – FRIDA KAHLO Y DIEGO RIVERA

FRIDA KAHLO Y DIEGO RIVERA, O EL MITO DE UNA PAREJA

                                       EN EL MUSEO DE L’ORANGERIE    

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Este es el título de la exposición que se lleva a cabo actualmente en el Museo de l’Orangerie en París; y la cual estaba prevista inicialmente para el 2011, habiendo sido anulada por el gobierno mexicano por el dossier de Florence Cassez. Mucha agua ha corrido después bajo el puente. Cassez está libre y de regreso en su país, y las relaciones entre México y Francia volvieron a su cauce normal, lo cual me regocija; no sólo porque las relaciones diplomáticas siempre deberían ser buenas, sino porque finalmente Frida Kahlo (1907-1954) y Diego Rivera (1886-1957) están como invitados de honor en uno de los museos más emblemáticos de París, y creo que del mundo.

En dicho museo están Monet y Soutine, entre una larga lista de grandes pintores, -para mayor información pueden leer uno de mis artículos donde hago referencia a dicho museo-:

https://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2011/08/14/claude-monet-y-chaim-soutine/

 

La exposición de Frida y Diego Rivera se compone de 60 cuadros, 30 de cada uno, y varias fotografías que les tomaron sus biógrafos o amigos. La mayoría de las obras vienen del Museo de Dolores Olmedo, la amiga que Rivera recobró después de la muerte de Frida y a la que convenció de comprar un número considerable de pinturas de ellos dos. Y si bien apenas visité la exposición  el pasado lunes (25.12.2014), también es verdad que venía preparándome desde hacía dos años; principalmente con la lectura de la biografía “Frida, una biografía de Frida Kahlo”, de Hayden Herrera (Editorial Planeta-2007), posiblemente el estudio más importante que se ha hecho sobre esta magnífica mujer, que no se doblegó nunca ante nadie ni ante ningún convencionalismo.

Frida, del alemán frieda -paz-, fue una mujer combativa, guerrera, autónoma, independiente, contestataria, rebelde por antonomasia; supo ser mujer antes que todo y vivir su vida como mejor le pareció. Todo ello al lado de otro grande de la pintura, Diego Rivera; posiblemente el genio más importante de la pintura mexicana del siglo XX; una fuerza de la naturaleza, no sólo por su físico descomunal, cuasi rabelesiano, sino porque supo imprimir en su obra el espíritu indomable de sus ancestros indígenas; en otras palabras Diego llevaba dentro la fuerza telúrica que impregna toda la cosmogonía indígena. Él y Frida entendieron la historia y el rico legado cultural, lo que los convirtió en sus guardianes y en sus traductores más fieles.

Frida, influenciada por Diego Rivera, se reconoció a sí misma como una tihuana y se convirtió en una defensora a ultranza de la identidad mexicana. Aspecto que no solamente abarcó su obra pictórica, sino que influenció su forma de vestirse y de peinarse y por supuesto en la decoración de la Casa Azul. Su relación con Diego la hizo tomar conciencia social y política, una pasión que nunca la abandonaría.

Para nadie es un secreto que la vida de  Frida Kahlo estuvo signada por el dolor y la tragedia. Primero le dio poliomielitis, y luego, a la edad de 18 años, más exactamente el 17 de septiembre de 1925, al salir de la preparatoria -donde era una de las treinta y cinco mujeres en medio de dos mil hombres que allí asistían como estudiantes- se sube a un autobús que debería de llevarla de regreso a casa. Esa tarde tuvo el primer accidente de su vida, ya que el autobús fue atropellado por un tranvía. La columna vertebral de Frida sufrió una triple fractura, -a la altura de la clavícula y la tercera  y cuarta costilla-, la pelvis  fracturada en tres partes -el pasamanos entró por la cadera y salió por  la vagina-, su pierna derecha tuvo once  fracturas y el pie derecho fue literalmente aplastado; el hombro izquierdo estaba fuera de lugar. Nadie creía que se salvaría. Pasó un mes en el hospital y de allí salió para su casa donde estuvo recluida por meses. Frida debió abandonar su idea de convertirse algún día en médico y descubrió una pasión que nunca la abandonaría, la pintura. A través del lienzo ella pudo expresar el inmenso sufrimiento que la acompañaría por el resto de su vida, ocasionados por la tortura de treinta y dos operaciones y los corsés que tuvo que soportar durante toda su existencia. Máxime que hay que pensar en lo que podía ser la cirugía de la primera mitad del siglo XX, bastante rudimentaria por decir lo menos. Haciendo referencia a su primer corsé, Frida le cuenta su sufrimiento a Alejandro Gómez Arias, su primer amor:

“Con el corsé voy a sufrir horriblemente, pues lo necesito fijo y para ponérmelo me van a tener que colgar de la cabeza y esperar así hasta que se seque… pero todo esto no es ni mitad, te puedes imaginar cómo estaré sufriendo y de lo que me hace falta”. En otra de las cartas le escribía: “En este hospital la muerte baila alrededor de mi cama por las noches”, o bien: “Estoy comenzando a acostumbrarme al sufrimiento”. Y en otra de sus cartas: “Ahora habito en un planeta doloroso, transparente como el hielo”. Y en su diario escribe: “La esperanza, conteniendo la angustia; la columna rota y la visión inmensa, sin caminar por la extensa senda… moviendo mi vida, hecha de acero”.

El sufrimiento y la muerte se convirtieron en sus más fervientes compañeros. Más tarde un esqueleto estaría encima del baldaquín donde dormía; pero además los coleccionaba y los vestía. También es cierto que los mexicanos tienen un culto  exacerbado por la muerte, culto que viene de los aztecas. También mandó a hacer una calavera de azúcar con su nombre impreso en la frente.

Es así como comenzó a pintar. Su modelo principal era ella misma, casi toda su obra son autorretratos. Ella solía decir: “Me retrato a mí misma porque paso mucho tiempo sola… y porque soy el mejor motivo que conozco”. La fotógrafa, y amiga íntima de Frida, Lola Álvarez Bravo, afirmaba que “Frida es la única pintora que se dio a luz a sí misma”, en realidad citaba una frase que Frida solía repetir para referirse a ella misma y a su obra.

Su segundo accidente, como ella misma lo diría varias veces, fue su encuentro con Diego Rivera. Cuando sus padres supieron que iban a casarse le dijeron a Frida que Rivera, además de comunista, era “un Brueghel gordo, gordo, gordo”, y que su casamiento era la unión  “del elefante y la paloma”. Aunque me cuesta dificultad ver a Frida como ese pacífico animal, ya que era dueña de una personalidad fuerte y decidida, guerrera es la palabra adecuada, nada que ver con el ave al que hago alusión y la rama de olivos que a veces lo acompaña. En realidad Frida era una mujer volcánica, y ese aspecto se reflejaba no sólo en su pintura sino en su carácter de mujer indómita. Hablaba el inglés con fluidez y le imprimía su sello personal, en español le gustaba emplear palabras de grueso calibre, por lo que en inglés tampoco se privaba de hacerlo. Reía a carcajada batiente, era locuaz y le gustaba ser el centro de atención. Amaba los bares populares, así como los lugares donde iban a bailar los obreros. Le gustaba escuchar a Agustín Lara y detestaba la música y el ballet clásicos, en cambio le gustaban las películas de El gordo y el flaco.

Frida era una especie de actriz que vivía en una permanente obra de teatro. En 1953, un año antes de su muerte, la Galería de Arte Contemporáneo de la ciudad de México realizó la primera gran exposición que se hacía de su obra; un homenaje que se había demorado bastante en llegar. Su salud estaba bastante deteriorada, en parte porque Frida, además de fumadora empedernida, era alcohólica, llegó a tomarse más de dos botellas de cognac diarias –ya en su adolescencia bebía tequila a chorros- y como si fuera poco era adicta a los estupefacientes, -especialmente al demerol-, los cuales le ayudaban a soportar los terribles dolores que con los años, y por las sucesivas operaciones a las que debió someterse, se habían ido acentuando hasta convertir su vida en un infierno diario. Así que nadie esperaba verla. Pero ella, actriz innata, les tenía reservada una sorpresa. Una ambulancia la recogió en su Casa Azul y la llevó hasta la Galería de Arte, allí había hecho instalar una especie de trono donde fue subida con su cama de hospital; la cual estaba adornada con fotos de Diego Rivera, y de sus ídolos políticos, Stalin y Malenkov; también colgaban esqueletos en papier-mâché y un gran espejo que reflejaba su rostro ya bastante marchito por la enfermedad,  las drogas y el acohol. Esa noche fue adorada como se adora una divinidad. Frida había obtenido lo que siempre había soñado, que el pueblo mexicano la viera como uno de los exvotos a los que ella les rendía culto y que estaban por toda su casa, o que ella misma pintaba -como el cuadro del Difuntito Dimas Rosas a la edad de tres años (1937)-. Los asistentes a la exposición se dedicaron a alabarla, cantaron rancheras y corridos mexicanos hasta la medianoche. Frida había sido coronada, al lado de Diego Rivera, como la más importante artista mexicana del siglo XX.

Frida siempre estuvo consciente que Diego Rivera nunca le pertenecería por completo. Aunque era feo hasta el delirio -Frida solía decir que tenía cara de sapo- era un mujeriego nato, vivía rodeado de mujeres; incluso él mismo, haciendo gala de su humor, firmaría sus cartas de amor a Frida como “Tu principal sapo-rana Diego”. Entre sus numerosos amoríos se cuenta la relación tempestuosa con Cristina Kahlo, la hermana de Frida; incluso le compró una casa aledaña a la de ellos. No obstante, las infidelidades eran de parte y parte. Frida era una mujer sin prejuicios, era dueña de su cuerpo y de su sexualidad; así que ella también tuvo numerosos amantes, hombres y mujeres incluidas, Chavela Vargas entre ellas, incluso en una carta que Frida le escribe al poeta Carlos Pellicer le habla sobre Chavela y el gran deseo que siente por ella; también se habla que pudo haber tenido una relación con María Callas. Entre los hombres se destacan personajes políticos y artísticos, como León Trostky y el pintor japonés Isamu Noguchi o el fotógrafo Nickolas Muray. Y si bien Diego Rivera, simplemente Diego para los mexicanos, no se preocupaba para nada de los amores lésbicos de Frida, incluso los estimulaba, si se molestaba con los hombres que frecuentaban su cama. En una ocasión sacó a uno de ellos con pistola en mano de la casa, al tiempo que le espetaba: “No quiero compartir mi cepillo de dientes con nadie”. Una de las anécdotas narra que con esa misma pistola habría amenazado a Noguchi, al mismo tiempo que le decía: “La próxima vez que lo vea lo voy a matar.” Así que la mayoría de las veces Frida cogía el carro y se iba para el centro de la ciudad donde solía dar cita a sus numerosos amantes; luego decidió que podía verlos en la casa de su hermana Cristina, así no tenía que desplazarse hasta ciudad de México. Con respecto a la naturaleza sexual de Frida -ella misma le confesó al colaborador de Trostky,  Jean Van Heijenoort (1912-1986), que su “idea de la vida era hacer el amor, bañarse, volver a hacer el amor de nuevo”-, es vista por su biógrafa Hayden Herrera como promiscuidad; mientras que los devaneos constantes de Diego son eso, devaneos, o asuntos de faldas o amoríos. Lo que muestra hasta qué punto las mujeres perpetuamos el machismo y todas las prohibiciones que dicha ideología de extrema derecha nos impone.

Frida y Diego fueron una pareja reconocida y admirada por los grandes intelectuales y artistas de su época, tanto mexicanos como europeos. Entre ellos estaban, André Breton, Pablo Neruda, Marcel Duchamp, Miró, Kandinsky, Tanguy o el cineasta Sergei Eisenstein o Pablo Picasso. Este último admiraba tanto a Frida que en una carta dirigida a Diego le decía:

“Ni Derain, ni tú, ni yo somos capaces de pintar una cabeza como las de Frida Kahlo”*. Por lo que Diego Rivera sostenía que Picasso siempre estuvo “hechizado” por ella.

En su estadía en Francia Diego Rivera había hecho amistad con Gertrude Stein, Guillaume Apollinaire, Elie Faure, Ilya Eherenburg y Diaghilev, y por supuesto Picasso. Fue amigo de Aaron Copland. John Dos Passos fue también uno de los escritores que frecuentó la casa de Frida y Diego. En cuanto a personalidades mexicanas, podría enumerar al presidente Lázaro Cárdenas, o a la actriz Dolores del Río, o los fotógrafos Manuel Álvarez Bravo y Tina Modotti, a Rufino Tamayo. No hay que olvidar que Diego Rivera formaba parte de ese trío conformado por David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, los grandes muralistas mexicanos, con quienes había fundado, en el año de 1924, el periódico El Machete, publicación oficial del Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escritores.

Diego estaba consciente de  su genio y afirmaba que “no era solamente un artista”. Pero también era un hombre que admiraba a las mujeres. Las consideraba más sensibles y superiores a los hombres: “Por naturaleza, los hombres somos unos salvajes. Lo seguimos siendo hoy en día. La historia muestra que el primer progreso fue realizado por mujeres. Los hombres preferimos permanecer brutos, peleándonos y cazando. Las mujeres se quedaron en casa y cultivaron las artes. Ellas fundaron la industria. Fueron las primeras en contemplar las estrellas y en desarrollar la poesía y el arte… Muéstreme cualquier invento que no haya tenido su origen  en el deseo de los hombres de servir a las mujeres”.

Este respeto de Diego Rivera por la autonomía de las mujeres permitió que comprendiera el genio de Frida y que la estimulara en su trabajo artístico y a que encontrase su propio lenguaje. Fue su maestro, su mentor; y Frida, haciendo gala de su condición de paloma, voló, voló muy alto, sin que le hubiese pasado lo que a Ícaro, nunca se le quemaron las alas. Por otra parte, Diego consideraba que las mujeres debían de ser independientes económicamente de los hombres y que no debían estar supeditadas a ellos. También aprobaba que Frida hubiese conservado su apellido de soltera, en vez de llamarse Frida de Rivera.

Frida no sólo sufrió dolores físicos, también los tuvo de otra índole. Aparte del amorío de Diego con Cristina, que fue devastador para ella, tuvo tres tragedias que fueron muy difíciles de soportar: tres abortos. Sus embarazos no podían llegar a término por las graves lesiones que había tenido en el accidente del autobús. Siempre quiso ser madre, y el hecho de no poder serlo fue un tema que llevó a varios de sus cuadros. La pintura fue su refugio, le sirvió para exorcizar todas sus angustias, temores y frustraciones. Es el caso del autorretrato con la columna partida.

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En otra pintura representó al hijo que nunca tendría ligado a ella por el cordón umbilical, mientras que la placenta yace en el suelo.

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Al respecto Diego Rivera dijo:

“Frida empezó a trabajar en una serie de obras maestras que no tiene precedente en la historia del arte, cuadros que exaltan las cualidades femeninas de la verdad, la realidad, la crueldad y el sufrimiento. Ninguna mujer jamás plasmó en un lienzo la misma poesía agónica que Frida creó”.

Y poco antes de morir ella le dijo a una amiga:

“Mi pintura lleva dentro el mensaje del dolor… La pintura me completó la vida. Perdí tres hijos… todo eso lo sustituyó la pintura. Yo creo que el trabajo es lo mejor”.

Para Hayden Herrera el cuadro “Mi nacimiento” (1932) recuerda una escultura azteca que data aproximadamente del año 1500, en la cual se observa a una mujer que da luz a un hombre adulto. Y ella explica que si bien para los aztecas un parto simbolizaba la captura de un enemigo y su posterior sacrificio, para Frida el parto era sobre todo un buen presagio.

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Y Diego Rivera lo analizó así:

“El rostro de la madre es el de la mater dolorosa cuyas siete espadas de dolor hacen posible la apertura de la que surge la niña Frida, única voluntad humana que desde el maravilloso maestro azteca… ha dado plasticidad al fenómeno mismo del nacimiento”.

Ella misma escribiría años después, haciendo referencia a una frase que cité anteriormente,

“La que se dio luz a sí misma… la que escribió el poema más maravilloso de su vida”.

* Todas las citas que conciernen a Frida Kahlo ya Diego Rivera las encontré en el libro Frida Kahlo, una biografía de Frida Kahlo, de Hayden Herrera, Editorial Planeta 2007; y las ilustraciones son de Internet.

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Nota: Pueden leer los siguientes tres entregas de este artículo en los siguientes vínculos:

II Parte:

II PARTE FRIDA KAHLO Y DIEGO RIVERA


IIIParte:

III PARTE – FRIDA KAHLO Y DIEGO RIVERA


IV Parte:

IV PARTE – FRIDA KAHLO Y DIEGO RIVERA


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