Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

¿Es el Islam una religión de paz?

Alá (Dios) en árabe - imagen en el dominio público
Alá (Dios) en árabe – imagen en el dominio público

Hay un buen número de gentes que ya se habrá hecho esta pregunta, de forma velada, quizá, como si preguntar fuera una impertinencia o una falta. El problema, que lo hay, no reside en la pregunta misma sino en su carácter selectivo pues al hacerla lo más probable es que no se haya formulado el mismo interrogante con respecto a otras religiones como el judaísmo o el cristianismo.

A lo anterior cabe agregar que, cuando hacemos preguntas como ésta, ¿es el Islam una religión de paz?, usualmente estamos inclinados a creer que la respuesta puede encontrarse en las escrituras que cada tradición religiosa considera venerables. Una indagación de este tipo parece asumir que el significado de esas escrituras es tan claro que no necesita interpretación. Sin embargo, al advertir que el texto no tiene una vida independiente de los intérpretes ni del uso social que realiza el contenido de ese texto, podemos dejar atrás la ingenuidad con la cual procuramos una respuesta definitiva, como si esa respuesta estuviera más allá de la misma historia. Así que, de vuelta a la pregunta inicial, vale la pena hacer unas cuantas reformulaciones. ¿Qué nos dice la historia acerca de qué tan pacíficas son las religiones? ¿Qué nos dice hoy acerca del Islam? ¿Es una religión de paz?

En el estrecho marco de este blog, voy a limitar mi indagación a la que considero la piedra de toque de las confesiones religiosas: la apostasía. Para determinar el carácter más o menos pacífico de las religiones, propongo como eje de pesquisa la forma en la cual los creyentes tratan a los apóstatas. En esta dimensión compararé el judaísmo, el cristianismo y el Islam, luego de lo cual me referiré a algunas respuestas recientes a la intolerancia hacia el Islam, que podemos tomar también como respuestas a la pregunta inicialmente formulada.

En el Deuteronomio, capítulo 13, versículos 6 a 10, podemos leer que si un familiar o un amigo entrañable incita al creyente a servir a otros dioses, éste no deberá escucharle, ni perdonarle, ni tenerle compasión sino que tendrá que matarlo, siendo el primero en ponerle la mano, apedreándolo hasta quitarle la vida. La dureza de esta prescripción contrasta con la relativa benignidad con la cual el antiguo pueblo de Israel respondió a los apóstatas. La literatura talmúdica menciona el caso de Miriam, una mujer perteneciente a la casa sacerdotal de los Bilga, quien se casó con uno de los oficiales de gobierno griego e hizo apostasía de su fe.

Cuando los griegos entraron en el Templo, Miriam golpeó el altar con su sandalia y blasfemó gritando, “Lobo, lobo, has destruido la propiedad de Israel y no viniste en su ayuda cuando estaba en dificultades.” Los hechos probablemente ocurrieron alrededor de finales del siglo IV Antes de la Era Común, cuando los sucesores de Alejandro Magno gobernaron Judea. La misma literatura indica que los miembros de la casa de los Bilga perdieron varios privilegios y símbolos asociados a su condición sacerdotal, pero no menciona ningún apedreamiento.

Después de que tuviera lugar la Diáspora, el caso más notable de apostasía al cual una comunidad judía respondió con una singular dureza fue el del filósofo Baruch Spinoza. Spinoza suscitó la ira de los rabinos de Amsterdam al sostener que no había razón alguna para creer que el autor de los libros del Pentateuco fuese la divinidad. Seguramente, por la misma época Spinoza le dio forma a las ideas que luego expresaría en sus libros, esto es, la negación del carácter personal y providencial de Dios, así como la negación del alma como una entidad inmortal separada del cuerpo. Los rabinos no lo condenaron a muerte en esta vida, pero lo maldijeron por el resto de los tiempos, lo cual es equivalente a un decreto de muerte eterna.

El texto de la excomunión de Spinoza es aterrador, pero lo es menos por el contenido de la condena como por el odio expresado hacia el apóstata. Más aterrador puede resultar quizá el hecho de que aún hoy el rabino jefe de Amsterdam se niegue a levantar la excomunión con el argumento, entre otros, de que hacerlo significaría compartir las opiniones heréticas de Spinoza.

Esta actitud no es, desde luego, compartida. En 1927, el historiador Yosef Klausner realizó una ceremonia en un recinto de la Universidad Hebrea de Jerusalem en la cual levantó la excomunión proferida contra Spinoza. Los clérigos y doctores de la ley consideraron en su momento que el gesto de Klausner lo único que hacía era poner en evidencia su ignorancia sobre la materia. Klausner, sin embargo, se consideró reivindicado por todos quienes le acompañaron en esa ceremonia pues ellos fueron la manifestación viva de la pérdida de autoridad de la excomunión del filósofo.

El récord histórico del cristianismo muestra una actitud aun menos benévola hacia la apostasía que la del judaísmo. El factor decisivo, creo, tiene que ver con la confusión entre autoridad política y autoridad religiosa. En efecto, cuando se convirtió en religión oficial del Imperio Romano, la actitud de los cristianos hacia los apóstatas se endureció radicalmente. El Código Teodosiano ordenó castigar con la muerte a quien indujera a otro a la apostasía. Durante el Medioevo, en lo que respecta a las penas aplicables, los apóstatas recibieron el mismo trato que los herejes, un trato que luego aplicó la Inquisición española. No obstante, después de que decayera el ímpetu contrarreformista, en el Catolicismo la apostasía dejó de tener consecuencias letales.

En el Protestantismo es común encontrar el término Gran Apostasía para referir la forma en la cual la Iglesia Católica permitió la difusión de influencias paganas en perjuicio de la fe considerada auténtica. A pesar de que el término Gran Apostasía conserva vigencia entre quienes se consideran restauracionistas, ningún protestante de este tipo persigue o ataca violentamente por ello a los católicos.

En el Corán no hay ningún pronunciamiento tan severo contra la apostasía como los versos ya citados del Deuteronomio. No obstante, en el Sahi al-Bukhari, el texto venerable de la tradición suní que recopila los dichos del Profeta Mahoma, contiene prescripciones inequívocas acerca del tratamiento letal que merecen los apóstatas. Textos como ése parecen motivar la práctica actual de muchos países musulmanes de penalizar la apostasía. En efecto, en estos países el récord actual del Islam se parece al récord del cristianismo en el Medioevo.

Es posible, sin embargo, argüir que la penalización de la apostasía en países tales como Afganistán, Arabia Saudita, Brunei, o Catar refleja el carácter medioeval de esos países y de su tradiciones, razón por la cual éstas no podrían ser tomadas como indicaciones genuinas del carácter del Islam. No obstante, en países que han adoptado un régimen democrático y hay garantías constitucionales para la libertad de cultos, como Irán, es posible encontrar casos en los cuales los apóstatas son perseguidos. Hay incluso un caso en el cual un pastor cristiano, Yousef Nadarkhani, fue condenado a muerte. Nadarkhani fue acusado de haberse convertido al cristianismo y de hacer proselitismo religioso. Aunque la primera acusación fue descartada, la segunda fue mantenida y sirvió de base para la condena a tres años de prisión que le aplicó un tribunal iraní. Su esposa también estuvo en la cárcel luego de ser condenada por apostasía. La sentencia original era reclusión de por vida, pero fue acortada a cuatro meses.

La fetua pronunciada por el Ayatolá Jomeini contra Salman Rushdie es el caso más conocido de amenaza de represión letal de la apostasía. Como es sabido, Rushdie escribió una novela, Los Versos Satánicos, cuyo contenido fue juzgado blasfemo. Por esa novela, Rushdie fue considerado un apóstata y condenado a muerte. Rushdie ha tenido suerte y sigue con vida. No obstante, los traductores de su obra han sido víctimas de ataques en su contra. En julio de 1991, el traductor italiano de Los Versos Satánicos, Ettore Capriolo, fue golpeado repetidamente por un hombre que quería que le revelara el domicilio de Rushdie. Hitoshi Igarashi, el traductor japonés, tuvo menos suerte. Fue encontrado acuchillado en su oficina en la Universidad de Tsukuba.

Hechos de este tipo constituyen un obstáculo formidable al reconocimiento del Islam como una religión pacífica. No obstante, basado en el récord histórico al cual he hecho referencia, lo mismo podría decir del judaísmo y, sobre todo, del cristianismo. Con un poco de humildad, sólo tendríamos que preguntar por la versión árabe de las Cruzadas, que tan admirablemente reconstruyó Amin Maalouf. Con esa misma humildad podremos reconocer entonces que el contenido de las escrituras de toda religión siempre ha estado sujeto a diferentes interpretaciones. Dado su carácter histórico, es imposible prescindir del hecho de que, como todo otro fenómeno humano, son construcciones sociales, formas de dotar al mundo de un sentido que, creo yo, no tiene.

Como fenómeno histórico, la experiencia del Islam no es unívoca. Su trayectoria puede ser comparada a la de cualquier otra religión, pero no podemos ponerla en el mismo molde de las demás. Por tanto, sería totalmente erróneo postular que los musulmanes tendrían que experimentar un fenómeno como las guerras de religión que desolaron Europa Occidental durante los primeros siglos de la era moderna para adquirir la tolerancia y respeto por los apóstatas que consideramos fundamental en nuestra cultura. Antes bien, hacemos mejor al saludar y exaltar todas las voces en el Islam que hacen de esta religión una fe de paz. En este contexto quisiera referirme al trabajo del estudioso musulmán Tariq Ramadán, quien, en lo que concierne a la apostasía, ha llegado a conclusiones completamente opuestas a la de los clérigos de los países arriba mencionados.

Según Ramadán, “A la luz de los textos (el Corán y las tradiciones proféticas), así como por la forma en la cual el Profeta actuó con respecto a personas que dejaron el Islam (como Hishâm y ‘Ayyash) o que se convirtieron al cristianismo (como Ubaydallah ibn Jahsh), ha de afirmarse que quien cambie su religión no debe ser ejecutado. En el Islam no hay compulsión ni coerción en lo que concierne a los asuntos de la fe no solamente porque están explícitamente prohibidas en el Corán sino también porque la libre consciencia y elección y la sumisión dispuesta e intencionada son la base del primer pilar (declaración de la fe) y esenciales a la misma definición de ‘Islam’. Por tanto, cualquiera que deje el Islam o se convierta a otra religión debe tener la libertad de hacerlo y su elección debe ser respetada.”

Ignoro qué tan extendida y aceptada sea la opinión de Ramadán. No obstante, podría decir que las respuestas que han dado ciudadanos musulmanes en Europa y en Estados Unidos a las más crudas manifestaciones de intolerancia en su contra podrían ser tomadas como una indicación de que la forma como entienden estas personas el Islam proscribe un tratamiento cruel hacia quienes han hecho apostasía de su fe. Dicho de modo más breve y claro, cuando se responde a la intolerancia con benevolencia, esa benevolencia precluye cualquier uso de la violencia para imponer la propia profesión religiosa. Por tanto, considero relevante, especialmente en estos días, hacer un recuento de respuestas benevolentes de los musulmanes a la intolerancia, respuestas que pueden ser tomadas también como una contestación contundente a la pregunta, ¿es el Islam una religión de paz?

Luego de que se conociera la identidad del primer atacante terrorista muerto en el teatro Bataclan, Omar Ismail Mostefai, se supo que éste era originario de la ciudad francesa de Chartes, 150 kilómetros al sur de París. El alcalde de esa ciudad, Jean Pierre Gorges, quien también es miembro del Parlamento, escribió entonces en su página de facebook, “Hasta ahora supe que un atacante suicida vivió en Chartres (…) Esta masacre pudo haber ocurrido en Chartres.” El alcalde también publicó una imagen de esa ciudad en la cual aparecía destacado en círculo rojo uno de los barrios donde habitan muchos musulmanes. En ese círculo el alcalde puso estas palabras: “refugio de terroristas”. Los habitantes musulmanes de Chartres se sienten hoy alienados y no solamente a causa de las declaraciones inflamatorias de Gorges. El ataque perpetrado contra Charlie Hebdo ha contribuido a despertar un clima de islamofobia en Francia y también en muchos otros lugares del mundo occidental.

Pocos días después de que ocurrieran los atentados terroristas de noviembre de 2015 en París, en la Plaza de la República, el sitio no oficial de conmemoración de las víctimas de los atentados, un joven se cubrió los ojos con una kufiyya, puso dos avisos en el piso que decían, “Soy musulmán y dicen de mí que soy un terrorista” y “Yo confío, y ¿usted? Entonces, deme un abrazo.” El joven se mantuvo con los brazos abiertos invitando a que la gente en la Plaza se le acercara y le abrazara. Muchas personas lo hicieron y varios de una forma bastante conmovedora, como se puede apreciar en el video que está incluido en el artículo al cual he hecho este enlace.

Pocos días después, otro joven repitió el experimento en Nottingham, Reino Unido, con similares resultados. Aunque escuchó personas decir, “¿qué ocurriría si le diera un puñetazo en la cara?”, la inmensa mayoría se le acercó amigablemente en respuesta a la amigable propuesta de que le abrazaran. El video de los abrazos en Nottingham está incluido en este otro artículo al cual he hecho este otro enlace.

Quizá el simbolismo del gesto de estos dos jóvenes sea aparente, mas yo quisiera resaltarlo. Al estar de pie con los ojos vendados, estos jóvenes se hicieron vulnerables a ataques en su contra, del mismo modo en el cual una sociedad abierta es vulnerable al ataque de sus enemigos. Sin embargo, en vez de negar esa vulnerabilidad, ellos la han reafirmado. En vez de atrincherarse en un gesto defensivo, han preferido concitar gestos igualmente amorosos. Al hacerse ciegos con respecto a la identidad de los recipientes de sus abrazos, estos dos jóvenes musulmanes han hecho una afirmación del carácter incondicional del cuidado que merecen todos los seres humanos y del hecho de que ese cuidado hace parte integral de su fe.

Al otro lado del Atlántico, afortunadamente, también es posible encontrar gestos que, como los de esos dos jóvenes, están llenos de humanidad y de la afirmación del Islam como una religión de paz. Si bien el año 2015 será recordado por muchas ocurrencias infames, incluida la retórica ominosa de Donald Trump, esta retórica ha sido confrontada de una forma que inequívocamente responde a la pregunta planteada en este blog.

Trump ha propuesto la creación de una base de datos para hacerle seguimiento a los ciudadanos musulmanes de los Estados Unidos y ha dado a entender que tendrían que portar un documento de identificación que indicara la fe que profesan. El magnate estadounidense ha procurado, sin embargo, escabullirse del rechazo que ha suscitado su iniciativa, la cual equivale al sistema de distintivos empleados por los Nazis para estigmatizar a la población judía en Alemania. Trum ahora dice que la base de datos sería aplicable solamente a los refugiados sirios. No obstante, como lo pone de presente politifact.com, Trump ha dejado en el aire la impresión de que no ha descartado en lo absoluto la implementación de un mecanismo de seguimiento a los musulmanes estadounidenses.

En su página en facebook, Marwa Balkar le escribió esta nota a Trump:

“Estimado @realdonaldtrump, mi nombre es Marwa y soy musulmana. Escuché que usted quiere que comencemos a usar distintivos de identificación, así que decidí escoger uno por mí misma. Sólo con mirarme, no soy fácilmente identificable como una musulmana, por tanto mi nuevo distintivo me permitirá desplegar orgullosamente quién soy yo. Escogí el signo de la paz puesto que representa mi Islam, el que me enseñó a oponerme a la injusticia y a anhelar la unidad, el que me enseñó que matar una vida inocente equivale a matar a toda la humanidad. Escuché que usted también nos quiere monitorear. Magnífico. Puede venir conmigo a la caminatas de Conciencia acerca del Cáncer en la escuela media local o puede seguirme a mi trabajo donde mi labor consiste en crear felicidad. También puede ver cómo mi mezquita hace sánduches de mantequilla de maní y mermelada para quienes no tienen hogar y cómo sirve de anfitriona a cenas intercongregacionales donde todo el mundo es bienvenido. Tal vez entonces usted se dará cuenta de que el hecho de que sea musulmana no me hace menos estadounidense que usted. Tal vez si usted se pone en mi lugar, podrá ver que no soy menos humana de lo que usted es. Salaam alecum (la paz de Dios sea contigo).”

Alecum salaam (Que la paz de Dios también esté con usted).

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